Asumir la obra martiana en su doble dimensión de estructura y proceso facilita conocer a un tiempo la forja de una visión del mundo dotada de una ética acorde a su estructura, y el ejercicio de esa ética en un quehacer político sostenido por la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo.
Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
En la búsqueda del vínculo entre la actualidad de lo pensado y la vigencia del pensar de Martí – esto es, de la obra martiana como elemento activo de nuestra cultura - conviene tener en cuenta lo advertido por Antonio Gramsci sobre los riesgos de aquel “heroico furor” que “se adueña de toda la personalidad” de quien aborda la vida y la obra de un autor apasionante, hasta que finalmente “se impone un equilibrio crítico y se estudia con profundidad, sin rendirse enseguida al atractivo del sistema o del autor estudiados”.[2]
Ese equilibrio, añadía, era especialmente importante si el pensador estudiado manifestaba “una personalidad en la cual la actividad teórica y la práctica están indisolublemente entrelazadas”, y contaba con “una inteligencia en creación continua y en movimiento perpetuo que siente vigorosamente la autocrítica del modo más despiadado y consecuente”. Tal, justamente el caso de estudiar a Martí, para quien
Tras las épocas de fe vienen las de crítica. Tras las de síntesis caprichosa, las de análisis escrupuloso. Mientras más confiada fue la fe, más desconfiado es el análisis. Mientras mayor fue el abandono de la razón, con más atrevimiento y energía luego se emplea. De nada nos vengamos nunca tan completamente como de nosotros mismos.[3]
Aquí, por lo mismo, la investigación del pensar – en particular en lo que hace a la diacronía de sus temas, sus ritmos, sus estilos y su estructura- adquiere especial valor para la comprensión de lo pensado.
Ante problemas semejantes, la International Gramsci Society Italia produjo entre 2000 y 2009 un Diccionario gramsciano, cuya versión en español está disponible en Internet.[4] Esa labor circunscribió la selección de conceptos a los Cuadernos de la Cárcel y las cartas que escribió durante el periodo final de su vida como prisionero político del fascismo italiano (1926-1937). Fueron privilegiadas además la cita textual y la secuencia cronológica que permitiera reconocer la “estrategia del pensamiento y de la escritura de Gramsci”. Finalmente, considerando que la obra de Gramsci -como la de Martí-, “invita a ser interpretada, pero, al mismo tiempo, se resiste a representaciones que puedan ser reduccionistas o pretendan ser definitivas”, el estudio asumió como propia la expresión de “voluntad colectiva” como “un hilo conductor” que expresa “una preocupación de fondo [que] orienta el conjunto de su pensamiento”, donde se proyecta
de la subalternidad a la autonomía y la hegemonía, es decir de la formación de un sujeto social y político organizado y creador/portador de una concepción del mundo susceptible de impulsar una revolución socialista que incluya una reforma moral e intelectual.
Ese hilo conductor permitió encarar el riesgo, usual en estos casos, de utilizar “de forma aislada y entrecortada frases célebres de los Cuadernos, desarticulando su pensamiento y desanclándolo del marxismo del cual fue abrevando.” Con ello emergió “un Gramsci tanto clásico como actual y contemporáneo,” que “recorre temáticas y cuestiones de alcance universal que siguen rondando nuestra época.” Así, el diccionario buscó contribuir a “la aplicación rigurosa de las palabras y los conceptos gramscianos, como claves de lectura y de acción colectiva en el ‘mundo grande y terrible’ en el que vivimos.”
Desde esa experiencia, en un autor como Martí - en quien la política expresa en acto lo mejor de una cultura en un vigoroso proceso de formación-, conviene atender en particular dos tareas. Una es la reconstrucción de la biografía del autor sometido a estudio, “no sólo en lo que respecta a la actividad práctica, sino especialmente a la actividad intelectual”. La otra es el registro “de todas las obras, aun las menos importantes, en orden cronológico, dividido según los motivos intrínsecos: de formación intelectual, de madurez, de posesión y aplicación del nuevo modo de pensar y de concebir la vida y el mundo.” Aquí, añade Gramsci, la búsqueda “del leit-motiv, del ritmo del pensamiento en desarrollo tiene que ser más importante que las afirmaciones aisladas y casuales o que los aforismos sueltos.”
Con ello, asumir la obra martiana en su doble dimensión de estructura y proceso facilita conocer a un tiempo la forja de una visión del mundo dotada de una ética acorde a su estructura, y el ejercicio de esa ética en un quehacer político sostenido por la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo. Así, sentimos a Martí como un contemporáneo porque se forjó por entero como un hombre de su tiempo, tal como intentamos nosotros serlo del nuestro, que tomó forma con él.
Atendiendo a esto, si estudiamos a Martí para nuestro tiempo lo mejor es situarlo en el suyo, y abordarlo desde la trayectoria vital que lo trae a nuestro encuentro. Aquí ayuda distinguir en esa trayectoria dos grandes planos vinculados entre sí. Uno, el de su propia vida personal y social entre 1853 y 1895. El otro, el de su vida política durante el proceso de transición del periodo colonialista al imperialista en la organización del moderno sistema mundial, que tendría su correlato geocultural en el paso del conflicto entre la civilización y la barbarie, y a mediados del siglo XX se traduciría en el que opuso el desarrollo al subdesarrollo.
Esta perspectiva facilitará comprender las formas en que se articulan Cuba, nuestra América y la transformación en curso en el sistema mundial de su tiempo en la formación política de Martí, y la definición de su abierta oposición al expansionismo norteamericano, sintetizada en la anotación de 1894 donde se dice a sí mismo “Y Cuba debe ser libre – de España y de los Estados Unidos”.[5] Desde allí cabe entender el proceso que llevó a convertir la guerra de independencia de Cuba en la primera guerra de liberación nacional en la América nuestra.
Con ello, el 10 de Octubre de 1968, a cien años del inicio de aquella lucha por la independencia, cuya primera fase armada transcurrió entre 1868 y 1978, pudo Fidel Castro destacar “las circunstancias extraordinariamente difíciles en que Martí llevó a cabo la labor cultural y política que demandaba la creación de las condiciones necesarias para liberar a Cuba del colonialismo, y del peligro aun mayor de la absorción por un vecino poderoso, cuyas garras imperialistas comenzaban a desarrollarse visiblemente”. (Castro Ruz, 1968)
Estudiar así a Martí desde sí es una tarea de complejidad equivalente a la de su objeto de estudio. En ella, al decir de Gramsci, resalta la necesidad de entender que el objeto de ese estudio es “el nacimiento de una concepción del mundo nunca expuesta sistemáticamente por su fundador”, cuya coherencia esencial debe ser buscada “no en cada escrito ni en cada serie de escritos, sino en el desarrollo entero del variado trabajo intelectual que contiene implícitos los elementos de la concepción”.
Esto, añade, demanda “un trabajo filológico minucioso, con el máximo escrúpulo de exactitud, de honradez científica, de lealtad intelectual, de eliminación de todo concepto previo, apriorismo o partidismo”, para facilitar la tarea de “reconstruir […] el proceso de desarrollo intelectual del autor sometido a estudio”,
para identificar los elementos que han llegado a ser estables y “permanentes”, o sea, que han sido tomados como pensamiento propio, distinto de y superior al “material” anteriormente estudiado y que ha servido de estímulo; solo estos elementos son momentos esenciales del proceso de desarrollo.
De esa selección resultará “una serie de ‘residuos’, de doctrinas y teorías parciales por las cuales el pensador puede haber sentido en algunos momentos cierta simpatía, hasta el punto de aceptarlas provisionalmente y utilizarlas para su trabajo crítico o de creación histórica y científica”. Así ocurre por ejemplo en el caso del entusiasmo con que acogió Martí las ideas del economista Henry George, distinto a su compromiso vital con la visión del mundo del filósofo trascendentalista Ralph Waldo Emerson.
Ante estas tareas no hay recurso mejor que leer a Martí desde las advertencias de su propia obra, como aquella que hiciera en 1894 a los que deseaban intervenir en el debate sobre la lucha por la independencia de Cuba:
Estudien, los que pretenden opinar. No se opina con la fantasía, ni con el deseo, sino con la realidad conocida, con la realidad hirviente en las manos enérgicas y sinceras que se entran a buscarla por lo difícil y oscuro del mundo. Evitar lo pasado y componernos en lo presente, para un porvenir confuso al principio, y seguro luego por la administración justiciera y total de la libertad culta y trabajadora: ésa es la obligación, y la cumplimos. Ésa es la obligación de la conciencia, y el dictado científico. (1975: III: 121)
Tales son nuestro objeto de estudio y la forma en que nos hemos planteado el estudio de ese objeto. Empezamos por comprender el significado del conjunto de la obra de Martí en su tiempo y para el nuestro, y el papel que en ella cumplen sus elementos estructurantesde la visión del mundo que nos ofrece la obra de Martí, y aquellos elementos estructurados por esa visión a lo largo del tiempo. Lo estructurado expresa aquí la mayor o menor actualidad de lo pensado por Martí en su circunstancia, mientras lo estructurante da cuenta de la vigencia del pensar martiano en la nuestra. Tal puede ser, por ejemplo, la relación entre sus advertencias sobre la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo en el período ascendente del imperialismo, y la noción de ese equilibrio como referente activo en el análisis del conflicto en curso entre la visión unipolar y la multipolar que caracteriza la etapa en curso en el proceso de transición que vivimos hoy.
Así, un ejercicio de síntesis del ámbito en que fue producida la obra martiana, y del papel que la visión de nuestra América en Martí cumplió en esa tarea permite valorar su vigencia contemporánea en los orígenes de su contemporaneidad, como en el del papel que le cabe desempeñar en la construcción de la nuestra, de un modo que proteja, renueve y amplíe lo mejor de la que hoy vemos desintegrarse día con día. A eso se refieren, justamente, la utilidad de la virtud para el mejoramiento humano, y la de éste para luchar por el equilibrio del mundo desde la unidad del género humano. Para esa tarea, el Centro de Estudios Martianos aporta a nuestra América la Edición Crítica de la obra martiana, y abre paso con ello – quizás sin saberlo – a un proceso de renovación en el pensar y el hacer político de nuestra región, que demanda como nunca que se injerte en nuestras repúblicas el mundo, pero que el tronco sea el de nuestras repúblicas. [6]
Centro de Estudios Martianos, La Habana,
1 de julio de 2025
[1] Síntesis de la conferencia ofrecida en el Centro de Estudios Martianos de La Habana el 1 de julio de 2025.
[2] Se siguen aquí los comentarios de Gramsci en el apartado “Cuestiones de método” en la edición de su antología El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce, Nueva Visión, Buenos Aires, 2003: 82-87.
[3] “Fragmentos”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XXII: 199.
[4] Diccionario Gramsciano (1926-1937). Liguori, Guido; Modonessi, Massimo y Voza, Pasquale (edts.) Cagliari UNICApress, 2022. https://unicapress.unica.it/
[5] Ibid. 1975: XXI, 380.
[6] https://libreria.clacso.org/
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