sábado, 10 de agosto de 2024

¿Es mejor el binomio demócrata que Trump para América Latina?

La elección presidencial de Estados Unidos entra en una etapa nueva, posiblemente decisiva, después de la renuncia de Joe Biden a la reelección. Sale entonces a la luz la segunda a bordo del actual gobierno estadounidense, la elegida para sustituirlo, y todos los reflectores se enfocan en ella, más aún en esta última semana, cuando eligió a quien fungirá como su candidato a vicepresidente. 

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

De alguna manera, esta primera decisión da luces sobre la orientación ideológica y política de quien hasta ahora ha ocupado naturalmente un lugar secundario en la administración. Su elegido parece ser un personaje que despierta simpatías entre los progresistas estadounidenses, pero que también ha mantenido posiciones interesantes respecto a América Latina. 
 
En primer lugar, con respecto a Cuba, país que constituye una especie de fiel de la balanza de los políticos estadounidenses en relación con nuestra región. Los intereses económicos de Minnesota, Estado del cual ha sido su gobernador, lo ha orientado a apoyar una apertura del comercio con la isla, abogando por levantar las sanciones que pesan sobre ella y que la mantienen asfixiada.
 
Kamala Harris se ha inscrito hasta ahora en la órbita dominante de la administración Biden, de la cual se esperaba que, después de la arremetida de Donald Trump, aliviara el cerco en el espíritu de la administración de la cual fue vicepresidente, la de Barack Obama. Las expectativas en este sentido fueron muchas antes de la elección, pero lo que hizo fue totalmente decepcionante. En este contexto, la situación económica en Cuba ha seguido deteriorándose y, lógicamente, las eventuales señales que pudiera lanzar la elección de Tim Walz para un posible alivio del inhumano cerco son esperanzadoras.
 
Kamala Harris ha sido, también, la encargada principal en la administración Biden del tema de la migración. Ha viajado varias veces a la región, se ha entrevistado con autoridades e, incluso, con quienes ejercen el puesto de presidente. No ha planteado nada innovador, porque los Estados Unidos, independientemente del partido que se encuentre dirigiendo los destinos del país, no está dispuesto a ofrecer soluciones reales al tema de la migración desde el sur hacia su país. 
 
Los demócratas, sin embargo, representado esta vez por Harris, son menos virulentos que lo que fue Donald Trump, quien se comporta -y no solo en este caso de los migrantes ni solo con sus vecinos del sur- como un verdadero energúmeno. Logró concesiones, incluso violatorias de su soberanía, de las débiles y serviles administraciones centroamericanas. Una nueva administración de Donald Trump retrotraería el problema a viejos estadios, en los que se criminaliza a quienes, sin esperanza, marchan hacia el norte.
 
En Guatemala es muy importante también quién pase a ocupar la Casa Blanca. En este país, ha logrado llegar al gobierno un grupo político que intenta demarcarse de la mediocridad y la corrupción que han caracterizado a los gobiernos guatemaltecos desde hace mucho tiempo. La corrupción en ese país se ha institucionalizado, especialmente en el poder judicial, que tiene continuamente hostigado al presidente y su equipo, que llegó a asumir el poder solamente por la presión del movimiento popular, especialmente el movimiento indígena, que asumió un protagonismo inédito en los casi treinta años del posconflicto armado, e impidieron que los cientos de obstáculos que se pusieron en el camino de quienes habían ganado la elección, dieran resultado.
 
El otro bastión de respaldo de la actual acosada administración guatemalteca es el apoyo internacional, y entre ellos, el de Estados Unidos, que hasta ahora no ha cejado en ese apoyo. Una administración de Donald Trump es esperada con ansias por ese llamado Pacto de Corruptos, pues esperan que con él ese apoyo merme y puedan llevar adelante sus planes golpistas.
 
Nuestra respuesta a la pregunta que encabeza este artículo es, por lo tanto, que, aunque no deben ponerse mayores esperanzas de un real viraje de la política exterior de los Estados Unidos respecto a América Latina, dependiendo de si son demócratas o republicanos quienes gobiernen ese país, sí hay matices importantes que deben ser tomados en cuenta.

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