sábado, 31 de agosto de 2024

Washington con agenda llena

 La agenda de Washington está repleta, pero no solo porque sus enviados viajan por todo el orbe, sino porque en cada país están los que buscan su aquiescencia, su beneplácito, su apoyo o, cuando menos, un gesto que permita erigirse en elegido.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Ser la primera potencia del mundo mantiene ocupado a los Estados Unidos permanentemente. No hay resquicio del orbe en el que no tengan algún interés que impulsar o defender. Sus emisarios y procónsules se desperdigan por el mundo, y son recibidos por las más altas autoridades que los escuchan con atención, temor, ansiedad o alegría, dependiendo de su signo ideológico y sus propios planes en la esquina del mundo en el que estén. 
 
Siendo considerados por ellos su patio trasero, en América Latina no somos la excepción. La candidata a presidenta, la aún vicepresidenta Kamala Harris, estuvo varias veces en Centroamérica, atendiendo el tema de las migraciones que tanto les preocupa y que ahora es tema central de la campaña electoral en la que participa.
 
La generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, la primera mujer en ese puesto, campa por nuestros lares hoy sí y mañana también, asumiendo el papel de verdadera emisaria de los destinos del imperio.
 
 La agenda de Washington está repleta, pero no solo porque sus enviados viajan por todo el orbe, sino porque en cada país están los que buscan su aquiescencia, su beneplácito, su apoyo o, cuando menos, un gesto que permita erigirse en elegido.
 
Son las catervas de perritos falderos que se sienten bendecidos porque en la cabeza del imperio les dieron pelota, porque “fueron recibidos” o, en el mejor de los casos, recibieron respaldo explícito.
 
Sin embargo, muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. A la cabeza de quienes tienen el beneplácito apetecido está la oposición venezolana, no porque necesariamente tengan cualidades especiales o sobresalientes, sino porque la plaza venezolana es un bocado apetecido por el insaciable apetito del obeso imperio. 
 
Pero el peregrinaje a Washington es permanente. No hay derechoso latinoamericano que se precie que no haya hecho, aunque sea una vez en su vida, el viaje a la Meca del capitalismo. Esta semana que termina, por ejemplo, los jueces que se oponen a la reforma que impulsa AMLO en el Congreso mexicano, que pretende que sean elegidos por votación popular, viajaron para obtener la bendición. Conociendo los antecedentes del sistema de justicia norteamericano, no se puede sino sonreír con sarcasmo al ver la sombra del árbol al que se arriman.
 
Y así, siempre. Nunca falta en la agenda de Washington el genuflexo que llega a mendigar aprobación. Algo hay de razón, entonces, en esa mirada peyorativa que se han formado de nosotros, generalizando por la actitud de esta gente.
 
Los más deslenguados, los que no tienen valladares porque su corto entendimiento no les permite ponerle freno a la lengua, como Donald Trump, dicen entonces barbaridades de nosotros y nos creen a todos iguales: serviles, entregados, ambiciosos, dispuestos a la puñalada trapera y prestos a servir de correas de transmisión de sus intereses a cambio de doce monedas. Seres que pueden ser usados, pero vistos con desprecio.
 
Es lo que conocen, porque eso es lo que llena su agenda. A los que no estamos en ella nos ven como sospechosos, proclives al comunismo, que es la forma de decir que somos sus enemigos y que, por ende, debemos ser marginados o mejor aún, aniquilados. La agenda de Washington, en ese sentido, es estrecha de miras, a veces sorprendentemente estrecha. Prefieren tratar con los que consideran, como dijo un presidente estadounidense del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, hijos de mala madre, pero leales a ellos y sus intereses. 
 
Después de doscientos años de vida republicana, ese sigue siendo nuestro destino. Pocos son los países que han logrado escapar de esa suerte vergonzosa. Los que lo hicieron, deben pagar terribles consecuencias. Ahí está de ejemplo de esta situación la Cuba bloqueada, pagando su gente con miles de penurias su atrevimiento. 
 
Alimento precario de zoológico para los que se muestran complacientes y sumisos, y garrote para quienes se salen de su agenda de visitas. Agenda llena, corazón contento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre muy buen artículo. Un fraterno abrazo desde la distancia. Tu amigo Cebolla