sábado, 7 de septiembre de 2024

Y ahora, la izquierda conservadora

 En Alemania surge, desgajado de Die Linke (La Izquierda), un nuevo partido que se reivindica también de izquierda, pero contradictoriamente a lo que siempre entendimos, se auto caracteriza como una izquierda “conservadora”, es decir, combinando dos términos que hasta ahora hemos conocido como contradictorios y opuestos entre sí.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

En el laberinto ideológico en el que quedó la izquierda después del cataclismo de la URSS a inicios de los noventa, es decir, hace ya más de treinta años, han empezado a aparecer en el horizonte variantes político ideológicas que, reivindicándose no solo de izquierda en general sino, más específicamente, vinculadas al comunismo, expresan no solo el afán por encontrar una voz coherente con el anhelo de justicia e igualdad -que son su marca de origen- sino también una identidad propia en el contexto del complejo y difícil panorama que enfrentan en una época en la que hay grupos sociales cuyos proyectos han adquirido un protagonismo antes desconocido, y cuyas expresiones ideológico políticas -caracterizadas como “culturales”- han venido a copar la agenda “del cambio”. Esta, es expresión de grupos sociales que la vieja izquierda no consideraba “fundamentales” y que, a diferencia de ella, han abandonado la idea de impulsar cambios estructurales que revolucionen a la sociedad, contentándose con promover reformas orientadas a que ciertos grupos sociales marginados y/o discriminados sean incluidos en el sistema.
 
Este nuevo campo es en buena medida producto del desencorcetamiento sufrido ante la desaparición del hegemón que era el Partido Comunista de la URSS, y toda la red de partidos y movimientos que funcionaban como su aparato reproductor en el mundo. Estas “nuevas” tendencias, expresan necesidades e intereses de grupos sociales que la izquierda tradicional veía con desconfianza, pero que, ante su derrumbe, pasaron a ocupar un lugar central en el espacio político.
 
Estas nuevas expresiones ideológico políticas no son nuevas en sentido estricto. Los movimientos de las mujeres o de los ambientalistas, por ejemplo, tienen una trayectoria de larga data, aunque otras -como las de género, por ejemplo- han surgido mucho más recientemente. Lo nuevo es, principalmente, su protagonismo en la vida política y social contemporánea.
 
Este conjunto o campo, se cobija bajo el paraguas de lo que hoy se denomina muy comúnmente el “progresismo”, en el que también se ubican los partidos de izquierda. Son movimientos y partidos con agendas distintas, pero que tienen en común ese sustrato de aspiración de justicia e igualdad (término que tal vez ahora deberíamos sustituir por el de equidad), pero que se ven con desconfianza y, muchas veces, con abierta hostilidad mutua.
 
Quienes se consideran más abiertamente como herederos de la original vertiente de izquierda, muchas veces se han sentido incómodos con el protagonismo que han adquirido sobre todo temas vinculados al género y a algunos de los movimientos femeninos. Igualmente, se sienten incomodos con fenómenos sociales que antes no tenían el peso que tienen ahora, como el de las migraciones, en los que, de pronto, se ven coincidiendo con posiciones de derecha e, incluso, de extrema derecha o abiertamente fascistas.
 
Nacen así los posicionamientos como los pardocomunistas, que abogan por los viejos principios que formaban parte del ideario comunista, pero que simpatiza, o abiertamente incorporan, elementos fascistoides de corte xenofóbico.
 
Ahora, en Alemania, surge, desgajado de Die Linke (La Izquierda), un nuevo partido que se reivindica también de izquierda, pero contradictoriamente a lo que siempre entendimos, se auto caracteriza como una izquierda “conservadora”, es decir, combinando dos términos que hasta ahora hemos conocido como contradictorios y opuestos entre sí. La izquierda siempre fue rupturista, mientras que el conservadurismo lo reservamos por excelencia a los movimientos de derecha, aferrados a la tradición.
 
 Se entiende que, en este caso, el conservadurismo de esta izquierda es la emana de la disconformidad con la agenda de las reivindicaciones “culturales” del progresismo: están en desacuerdo con la centralidad o la radicalidad de algunas de sus reivindicaciones y propuestas, y se desmarcan de ellas. No se trata de una opción coyuntural u oportunista, sino de una convicción en base a la cual acotan un espacio efectivamente más vinculado al viejo proyecto de la izquierda. 
 
¿Se trata de una “depuración” de la izquierda, de una vuelta a los orígenes previos a la intromisión de una agenda que la habría desfigurado, desvirtuando su perfil antisistémico y, por ende, revolucionario? No hay duda que muchos lo verán así, es decir, como un recentramiento en un eje que habría perdido su balance, desvirtuando su perfil auténtico. 
 
El mapa político de la izquierda conoce así un enriquecimiento y una complejización. Por un lado, seguramente habrá grupos sociales inconformes, que se habrían decantado de esta izquierda “progresista” de nuevo tipo, y que ahora se verían representados en este nuevo espacio. Pero, por otro lado, se abona a la ya de por sí tradicional fragmentación que tanto daño hace al campo de las fuerzas que buscan el cambio, y que sustentan su accionar en la búsqueda de un mundo mejor.

 

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