sábado, 18 de octubre de 2025

Argentina: Morir en el intento

 Todos alguna vez hemos hecho uso de este antiguo dicho español, al que los argentinos reducimos a otro ligado a nuestro culto culinario que nos caracteriza: “poner toda la carne al asador”, es decir, ponerlo todo por un propósito, algo en lo que nos va la vida. De allí, morir en el intento. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Desesperado por apoyo y luego del viaje del ministro de Economía, Luis Caputo, quien se vino con las manos vacías; el presidente Javier Milei, viajó a inmediatamente a Washington D. C. para entrevistarse con el presidente Donald Trump. Una gestión desesperada y bochornosa donde el presidente, puso toda la carne al asador para lograr el apoyo financiero y político para la elecciones del 26 de octubre. Un intento horroroso de postrarse a los pies del magnate y sus asesores, quien directamente le dijo que si no ganaba las elecciones, le soltaba la mano. No obstante, haber dejado la soberanía nacional en manos de Estados Unidos.

 

Exaltado como siempre, con una exagerada admiración por el magnate en cada momento, y el magnate, deslumbrado por la personalidad de su lacayo sureño, le concede un apoyo incondicional, tal vez, propio de otras épocas, dado que como en momentos pasados, Trump confundió al peronismo con el comunismo, un enemigo para él de milenios. De modo que volvemos ochenta años atrás, cuando un 17 de octubre de 1945, surge el Peronismo como movimiento nacional y popular, cuando en las elecciones presidenciales de 1946, realizadas a solicitud del propio Coronel Juan Perón, cuando desde los balcones de la Casa Rosada, el presidente, el General Edelmiro J. Farrell, le rogaba que desconcentrara a esa inmensa multitud que se había autoconvocado pidiendo su libertad. 

 

Entonces, el embajador Spruille Braden asumió la campaña de la opositora y oligárquica Unión Democrática a través del eslogan Braden o Perón. Por supuesto fue Perón y con él todos los derechos y bienestar que comenzó a disfrutar por primera vez la clase trabajadora, de modo que en la Reforma de la Constitución de 1949, se estableció en el artículo 37, el decálogo de los derechos del trabajador, instituto que cambió el destino de millones de laburantes.

 

Pero bueno... volvemos a reiterar que estamos en épocas bizarras pospandémicas que alteraron las subjetividades y giraron la realidad de un modo desconocido. Despertaron una percepción bipolar, anegada o más sumergida en la emoción de amor y odio con que se juzga cualquier hecho social, mucho más en campaña política. Situación que nuestro presidente maneja y usa a su antojo. Tal vez como ningún otro político argentino en la bicentenaria historia del país.

 

Esa promoción constante al odio y la perversidad, generan miedo. Un miedo a flor de piel que, en muchos individuos y conforme su condición y nivel educativo, comienza a operar inconscientemente como autocensura, lo obliga a callarse, a no opinar en contrario al gobierno; una manera subrepticia de reprimir la libertad de expresión dentro de esa “libertaria manera de hacer la revolución cultural”. 

 

Como hemos manifestado en reiteradas oportunidades esa forma de promover la libertad esclavizando, reinstalando el universo orwelliano propuesto en “1984”. Algo que todos deseamos que termine lo más rápido posible.

 

Morir en el intento, es un título inspirado en la última novela del habanero Leonardo Padura, terminada en mayo de 2025: “Morir en la arena”, la que, como toda su labor literaria se desarrolla en Cuba y de la que extraigo un párrafo ligado al miedo sufrido por su principal protagonista: “Porque si algo tenía Rodolfo, tan o más fuerte que sus convicciones, era miedo, en realidad diversos miedos. El miedo a verse marginado, excluido, repudiado por una sociedad que no admitía las disidencias, y las castigaba, que alimentaba el miedo personal y el miedo social generado por la desprotección, la indefensión ante el poder de un Estado dueño de todo, propietario incluso de las decisiones y vidas de los ciudadanos, incluidos los barrenderos y sus escobas, como lo comprobó Rodolfo con su propia vida y decisiones.”[1]

 

La Cuba de los años ochenta, noventa y los primeros años del presente milenio no se parece en nada a Argentina de 2025 y también se parece, eso es lo triste y lamentable. Cuba embargada desde hace 55 años por Estados Unidos y la nueva dependencia inaugurada por Milei, quien impone miedo a quienes representa y se inclina ante su amo; amo que también impone miedo a todos sus vecinos y enemigos internos. No hace diferencias, poder y odio.

Como los acontecimientos varían día a día, si bien Trump actúa como el dueño de la pelota y si pierde las elecciones Milei, se retira - según sus propias palabras -, Bessent, duplicó la ayuda a 40 mil millones de dólares, gane o pierda La Libertad Avanza. Algo inexplicable o explicable.

 

Lo cierto que Milei salió a buscar las pantallas a reflotar sus peroratas sobre el éxito de su programa, la cantidad de gente que ha salido de la pobreza y la suba de los salarios. Lo cierto y palpable minuto a minuto es que el dólar sube, el riesgo país trepó a 1.000 y la inflación mayorista subió a 3,7%, afectando sobre todo a los alimentos y de ellos, la carne.

 

Morir en el intento también es para Javier Milei, hacer un acto este viernes 17 de octubre a las 17 horas en la Plaza de los aviadores de 3 de febrero, con la presencia del intendente, Diego Valenzuela, donde también estará Diego Santilli y Patricia Bullrich. Provocación u oportunidad, porque a la misma hora marchan cientos de peronistas a ver a Cristina Fernández al departamento de San José 1111.

 

Quienes mueren cada día por sobrevivir son los miles de discapacitados que este viernes marcharon tras las organizaciones que los agrupan y protegen, y ocuparon la Agencia Nacional de Discapacidad, dado que no ejecuta los programas con los fondos que han sido autorizados por el Congreso y a su titular no se le canta disponer su empleo. Lo único que se limitó a hacer fue recibirlos y aceptar la carta de los afectados.

 

“Curiosamente, el parricidio más importante en el mundo griego no tiene la misma fama, quizás porque en realidad fue un parricidio imperfecto. El autor del relato es nada más y nada menos que Hesíodo, que en la Teogonía cuenta la historia del titán Cronos, el que llegó a ser el primer rey del mundo luego de destrinar a su padre Urano y que luego sería el padre del dios Zeus. Según Hesíodo, Cronos, el más jove de los hijos de Urano, era un tipo de ‘mente torcida, el más terrible de los hijos, y se llenó de un intenso odio hacia su padre’, un padre que tenía la costumbre de encerrar a sus hijos bajo tierra para evitar que ambicionaran su trono. Y para castigar la lujuria y la maldad de Urano, entre Cronos y su madre, Gea, montaron un plan para la que terminaría con la castración de Urano y su condena al Tártaro, el infierno griego, que era como la misma muerte.

 

Morir en la arena termina: “Y aquí, en este litoral tan voraz, las existencias de gentes como Rodolfo y Nora y Pablo el Salvaje y las de muchos oros como ellos, quizás también como la mía -alzo la cabeza, y veo la costa, la orilla, la arena engañosa y el mundo sin coordenadas que está más allá-, se esfumarán en el más compacto olvido, con toda su miserable carga de unas angustias y frustraciones tan volátiles que será como si jamás esas criaturas hubieran existido. A menos que alguien se decida a eternizarlas, no para que sigan vivas, sino para que no mueran del todo, después de tanto nadar, tirados ahí, en la arena calcinada, sepultados por el cieno hambriento de nuestra época. A menos que yo me decida a vencer todos mis miedos y me atreva a escribir la crónica de una derrota.”[2]



[1] Leonardo Padura, Morir en la arena, Tusquets Editores, CABA, septiembre 2025, pág. 75

[2] Ibídem, pág. 375.

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