Nadie parece dudar que Estados Unidos está preparando algún tipo de intervención armada en Venezuela. Ha seguido una estrategia que apunta en esa dirección, y lleva a cabo acciones bélicas acordes con ella.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Esta nueva escalada contra Venezuela forma parte de una ya larga lista de intentos norteamericanos por derrocar el proceso nacional-popular que se lleva adelante ahí. Casi inaugurándose el proceso, en los albores del siglo XXI hubo un golpe de Estado que incluyó un sainete en el que “los de siempre” volvieron fugazmente al poder, se llevaron preso a Hugo Chávez, pero la fidelidad de las fuerzas armadas y el pueblo dieron al traste con el putch.
Si uno se pusiera a hacer la lista de todos los intentos que las fuerzas opositoras al chavismo, apoyadas por Estados Unidos, han hecho para desalojarlo del poder, sería una lista larguísima y variopinta. El movimiento bolivariano, sin embargo, ha demostrado tener una base popular sólida, fiel y combativa. Restarle fuerza a ese apoyo ha sido uno de los objetivos más importantes de la estrategia de bloqueo (que complementa a todas las otras). El razonamiento es el siguiente: si el país no puede comerciar con el resto del mundo, no tiene divisas, y si estas escasean, no hay dinero para comprar ni lo esencial que se necesita para que el país camine, es decir, los ahogan por inanición y les restan apoyo de la población. En dos platos: tienen miedo a que, en circunstancias normales, el proyecto mejore la calidad de vida y el apoyo se mantenga y eventualmente aumente.
Efectivamente, esa situación precaria a la que orilla el bloqueo ha tenido repercusiones, y el apoyo a la Revolución Bolivariana ha mermado, aunque no tanto como para que el proyecto revolucionario pierda una elección presidencial. Cuando el chavismo ha perdido alguna elección, lo ha reconocido. Ha perdido gobernaciones y alcaldías muy importantes, y también ha estado en minoría en el congreso de la república.
Pero las estrategias de la oposición respaldada por Estados Unidos no se ha limitado, ni mucho menos, al campo electoral. Una parte lo ha hecho, y actualmente ha ganado gobernaciones y tiene diputados en el congreso, pero otra parte se ha decantado por una estrategia violenta que tiene su principal soporte en ese apoyo norteamericano.
Esa estrategia violenta ha pasado por desconocer al gobierno nacional, hasta la organización de sabotajes, invasiones por mar y tierra, intentos de magnicidio y asesinatos en plena vía pública. Si se hace un poco de memoria, se recordará que, para impulsar todas estas acciones, se ha seleccionado personajes que adquieren protagonismo coyuntural, y después se eclipsan de la vida política nacional: Pedro Carmona (apodado “El breve”) que se autoproclamó presidente cuando intentaron sacar del poder a Hugo Chávez en el golpe del 2002; Leopoldo López y su esposa Lilian Tintori, quienes viven actualmente en Madrid en un barrio de millonarios; Juan Guaidó, quien también se auto proclamó presidente de Venezuela en una avenida de Caracas y ahora cosecha los réditos de su atrevimiento en una confortable residencia en Miami.
Son solo ejemplos de una larga lista de políticos que marchan a la zaga de las estrategias intervencionistas estadounidenses. María Corina Machado es una de ellos. Es una política de extrema derecha que no oculta que, de llegar al poder, habrá revancha contra el pueblo chavista. Hace pocos días, apoyó a Israel cuando ya cometía el genocidio contra Gaza. Asimismo, apoya el bloqueo a su país y las intervenciones norteamericanas. Se alegra cuando el imperio del norte se vuelve belicoso y amenazante, como lo está siendo ahora.
Es una lástima y un contrasentido que el Premio Nobel de la Paz sirviera para avalar una política de ese tipo. El solo hecho que como posible laureado estuviera también Donald Trump, habla por sí solo. A él, por cierto, le dedicó Machado el galardón: son coyotes de la misma loma.
Ahora, María Corina Machado, la flamante Premio Nobel de la Paz, lanza salvas de celebración ante la noticia de que Trump ha autorizado a la CIA para proceder. Todo forma parte del guion de presión que pretende provocar alguna fisura en el chavismo, porque la CIA ha actuado siempre y en muchas partes sin que ningún presidente saliera a darle ninguna autorización en público. De ese guión forma parte Machado como verdadera quinta columna del imperialismo en su propio país.
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