No puede dejar de llamarnos la atención la torpeza, ingenuidad y extemporaneidad del discurso de Hillary Clinton, que nos acaba de dar una gran demostración del autismo norteamericano.
(Fotografía: Hillary Clinton, Lula da Silva, el canciller Amorim y la candidata Dilma Rousseff).
La gira de Hillary Clinton por América Latina fue, por decir lo menos, poco exitosa; pero su visita a Brasil fue un fracaso rotundo.
Clinton llegó a Brasil con tres planteamientos. El primero era que Brasil se adhiriera a la propuesta de EE.UU. de castigar y sancionar a Irán en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A Brasil, actualmente miembro temporal del Consejo de Seguridad, le toca votar a favor o en contra de una resolución condenatoria de las ambiciones nucleares de Irán. Lula sacó a relucir su cálida sonrisa, pero no vaciló. La respuesta fue no. “No es prudente colocar a Irán contra la pared”, dijo Lula. “Lo que es prudente es establecer relaciones con ese país. Quiero para Irán lo mismo que quiero para Brasil: que pueda usar la energía nuclear para fines pacíficos.” Añadió: “si hay un país que puede darle lección al mundo sobre comportamiento de paz, ese es Brasil. Aquí no solamente defendemos la paz sino que la ejercemos”. El ataque solapado al belicismo norteamericano era osado, pero la sonrisa de Lula no se disipó.
El segundo planteamiento de Clinton fue que Brasil apoyara el retorno de Honduras en el seno de la comunidad interamericana; es decir en la OEA. “La crisis hondureña ha sido conducida hacia una exitosa conclusión” y “sin violencia”, dijo Clinton. Pero los brasileños no concuerdan. Saben lo arbitraria que fue la dictadura de Micheletti a la hora de reprimir violentamente a los opositores al golpe. Están, asimismo, conscientes de lo irregular que fueron las elecciones.
La semana pasada tuve la oportunidad de reunirme con uno de los observadores internacionales del último proceso electoral hondureño. Me confesó que en toda su carrera de observador electoral por el mundo entero, nunca había tenido tan poca libertad para observar elecciones que en su reciente visita a Honduras. Los brasileños, que saben todo esto, no parecen estar dispuestos a hacer un lavado del golpe y dar carta blanca a todos los demás golpistas de la región. Sintomáticamente, Clinton, que no tuvo nada que ofrecerles a los hondureños, canceló su escala en Tegucigalpa de regreso a EE.UU.
El tercer mensaje de Clinton fue un llamamiento a que “Venezuela mirase más al sur”; una extraña figura dado el eslogan venezolano “nuestro norte es el sur”, y la insistencia de Caracas de privilegiar relaciones “sur-sur”. Pero Clinton se refería a “más al sur de su territorio, a Brasil y a Chile, y a otros modelos de países con éxito”. Esta vez el canciller Amorim contestó, con su habitual tranquilidad, que era cierto que “Venezuela debería mirar más hacia el Sur” y que “por ello la hemos invitado a que se una a Mercosur como miembro de pleno derecho.” La sonrisa brasileña, de nuevo.
No puede dejar de llamarnos la atención la torpeza, ingenuidad y extemporaneidad del discurso de Hillary Clinton, que nos acaba de dar una gran demostración del autismo norteamericano. Para Clinton, la hegemonía de los EE.UU. es tan natural, tan constitutiva de su visión del mundo, que no logra cambiar la manera en que mira a sus vasallos de antaño. Esta ceguera o incapacidad analítica nos recuerda el comportamiento tardío de muchos imperios que, poco a poco, al pasar los años, dejaron de serlo.
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