Venezuela se ha convertido en el punto de mira de la política estadounidense para intentar doblegar la resistencia que ha surgido por toda América Latina contra las políticas hegemónicas e imperiales.
Hedelberto López Blanch / Cubadebate
Las campañas contra el gobierno venezolano desde Estados Unidos, con el auspicio de todos los medios de comunicación dominados por los grandes grupos de poder capitalista mundial, se han incrementado abruptamente en los últimos meses.
No existe un solo día en que desde Washington o procedente de alguna capital aliada a Estados Unidos, no se lancen informaciones difamatorias, preparadas por los centros de inteligencia norteamericanos, con el objetivo de tratar de mantener una imagen desfavorable al gobierno bolivariano del presidente Hugo Chávez y crear las bases para un futuro golpe contra esa nación sudamericana.
Venezuela se ha convertido en el punto de mira de la política estadounidense para intentar doblegar la resistencia que ha surgido por toda América Latina contra las políticas hegemónicas e imperiales, que las distintas administraciones norteamericanas han mantenido sobre la región desde hace más de un siglo.
Chávez, con su política nacionalista y antiimperialista en beneficio del pueblo, ha logrado junto a Cuba (que durante 50 años ha ofrecido un insuperable ejemplo de resistencia, independencia soberana y de ayuda solidaria desinteresada) levantar a los pueblos de la región que están dando la batalla por la verdadera independencia que soñaron Bolívar, O¨Higgins, San Martín, Martí y otros próceres.
El odio de la Casa Blanca se incrementa al poseer Venezuela la mayor reserva de petróleo en el mundo; haber recuperado Caracas esa fuente de riqueza que antes era extraída por las transnacionales y llevada principalmente hacia Estados Unidos; impulsar con esos dividendo numerosos programas sociales que han bajado abruptamente la pobreza en el país, y a la par ofrecer a la población educación, salud y otros servicios gratuitos.
Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo del orbe, con un promedio de 22 millones de toneladas diarias y para mantener su actual debilitada economía y hegemonía mundial necesita irremediablemente de ese combustible. Para lograrlo no tuvo reparos en invadir Iraq, Afganistán y ahora enfilar sus cañones hacia Venezuela.
Contra Caracas se han utilizado las más disímiles acciones que van desde impulsar la oposición derechista interna, el fallido golpe de Estado y el intento de colapsar la producción petrolera, hasta las acusaciones sobre supuesta violación de los derechos humanos, de falta de democracia, etc.
En sus planes, la Casa Blanca acusa a Venezuela de ser un país “terrorista”, participar en el “narcotráfico”, apoyar a las guerrillas colombianas y de todo cuanto pueda tratar de desprestigiar internacionalmente al gobierno bolivariano.
El objetivo fundamental que derrocar al gobierno de Hugo Chávez. Analistas políticos indican que la Casa Blanca tiene tres proyectos con ese fin.
En primer lugar, ha estudiado el magnicidio, que no ha sido posible por el fuerte respaldo social y político que mantiene Hugo Chávez a pesar de las fuertes campañas desatadas por los medios occidentales de prensa con la anuencia de Washington.
Como segunda vertiente, buscaría una solución a la hondureña y para eso trataría de que el presidente perdiera la mayoría en las próximas elecciones parlamentarias. De esa forma buscaría el método utilizado contra Manuel Zelaya. Esta acción no contaría con los militares venezolanos que respaldan a Chávez pero a la larga podría debilitar al gobierno.
La tercera fórmula, que también Washington la ha estado llevando a cabo con la creación de bases militares alrededor de Venezuela, es la de utilizar a uno de sus aliados en la zona para que comience un conflicto parcializado que conllevaría a una guerra y permitiera a las tropas norteamericanas entrar en acción contra Caracas.
Tras la desestabilización de Venezuela, Estados Unidos se lanzaría con todas sus fuerzas contra Bolivia, Ecuador y Nicaragua y tratar de aislar a Cuba, que ha resistido todos los embates imperiales durante más de medio siglo.
Pero como dice el adagio, una cosa es con guitarra y otra con violín. Los tiempos de América Latina no son los de los años 70 ni 80 cuando Estados Unidos organizó y aupó dictaduras militares o llevó a cabo medidas neoliberales que le garantizaban el control económico y político en la región.
En Latinoamérica y el Caribe, los golpes sufridos han despertado a sus pueblos y dirigentes y esa ola de soberanía e independencia se extiende como un alud que será difícil de detener.
Venezuela, su pueblo y militares resistirán los embates como lo ha ratificado su presidente Hugo Chávez Frías y para ello también cuenta con la solidaridad de las naciones de América Latina.
No existe un solo día en que desde Washington o procedente de alguna capital aliada a Estados Unidos, no se lancen informaciones difamatorias, preparadas por los centros de inteligencia norteamericanos, con el objetivo de tratar de mantener una imagen desfavorable al gobierno bolivariano del presidente Hugo Chávez y crear las bases para un futuro golpe contra esa nación sudamericana.
Venezuela se ha convertido en el punto de mira de la política estadounidense para intentar doblegar la resistencia que ha surgido por toda América Latina contra las políticas hegemónicas e imperiales, que las distintas administraciones norteamericanas han mantenido sobre la región desde hace más de un siglo.
Chávez, con su política nacionalista y antiimperialista en beneficio del pueblo, ha logrado junto a Cuba (que durante 50 años ha ofrecido un insuperable ejemplo de resistencia, independencia soberana y de ayuda solidaria desinteresada) levantar a los pueblos de la región que están dando la batalla por la verdadera independencia que soñaron Bolívar, O¨Higgins, San Martín, Martí y otros próceres.
El odio de la Casa Blanca se incrementa al poseer Venezuela la mayor reserva de petróleo en el mundo; haber recuperado Caracas esa fuente de riqueza que antes era extraída por las transnacionales y llevada principalmente hacia Estados Unidos; impulsar con esos dividendo numerosos programas sociales que han bajado abruptamente la pobreza en el país, y a la par ofrecer a la población educación, salud y otros servicios gratuitos.
Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo del orbe, con un promedio de 22 millones de toneladas diarias y para mantener su actual debilitada economía y hegemonía mundial necesita irremediablemente de ese combustible. Para lograrlo no tuvo reparos en invadir Iraq, Afganistán y ahora enfilar sus cañones hacia Venezuela.
Contra Caracas se han utilizado las más disímiles acciones que van desde impulsar la oposición derechista interna, el fallido golpe de Estado y el intento de colapsar la producción petrolera, hasta las acusaciones sobre supuesta violación de los derechos humanos, de falta de democracia, etc.
En sus planes, la Casa Blanca acusa a Venezuela de ser un país “terrorista”, participar en el “narcotráfico”, apoyar a las guerrillas colombianas y de todo cuanto pueda tratar de desprestigiar internacionalmente al gobierno bolivariano.
El objetivo fundamental que derrocar al gobierno de Hugo Chávez. Analistas políticos indican que la Casa Blanca tiene tres proyectos con ese fin.
En primer lugar, ha estudiado el magnicidio, que no ha sido posible por el fuerte respaldo social y político que mantiene Hugo Chávez a pesar de las fuertes campañas desatadas por los medios occidentales de prensa con la anuencia de Washington.
Como segunda vertiente, buscaría una solución a la hondureña y para eso trataría de que el presidente perdiera la mayoría en las próximas elecciones parlamentarias. De esa forma buscaría el método utilizado contra Manuel Zelaya. Esta acción no contaría con los militares venezolanos que respaldan a Chávez pero a la larga podría debilitar al gobierno.
La tercera fórmula, que también Washington la ha estado llevando a cabo con la creación de bases militares alrededor de Venezuela, es la de utilizar a uno de sus aliados en la zona para que comience un conflicto parcializado que conllevaría a una guerra y permitiera a las tropas norteamericanas entrar en acción contra Caracas.
Tras la desestabilización de Venezuela, Estados Unidos se lanzaría con todas sus fuerzas contra Bolivia, Ecuador y Nicaragua y tratar de aislar a Cuba, que ha resistido todos los embates imperiales durante más de medio siglo.
Pero como dice el adagio, una cosa es con guitarra y otra con violín. Los tiempos de América Latina no son los de los años 70 ni 80 cuando Estados Unidos organizó y aupó dictaduras militares o llevó a cabo medidas neoliberales que le garantizaban el control económico y político en la región.
En Latinoamérica y el Caribe, los golpes sufridos han despertado a sus pueblos y dirigentes y esa ola de soberanía e independencia se extiende como un alud que será difícil de detener.
Venezuela, su pueblo y militares resistirán los embates como lo ha ratificado su presidente Hugo Chávez Frías y para ello también cuenta con la solidaridad de las naciones de América Latina.
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