El uribismo es una corriente caudillista, que tuvo como punto de aglutinación una reverencia mesiánica a un líder que en términos colombianos se define como un “berraco”: machista, frentero y empecinado en materializar a cualquier costo su guerra contra las FARC. El uribismo es una corriente que representa una serie de grupos que tienen desde los más a los menos oscuros intereses.
La Corte Constitucional de Colombia tumbó la posibilidad de llevar a cabo el referendo que buscaba la segunda reelección de Uribe y con ello pone fin a la compleja era uribista. La decisión de la Corte tiene varias consecuencias pero sobresalen tres: en primer lugar, invalidó la tesis de Álvaro Uribe, un presidente mediático para quien el estado de opinión estaba por encima del estado de derecho, apoyado en la popularidad que tenía entre sectores medios y populares por su guerra contra las FARC. Su tesis de la primacía del estado de opinión constituía un argumento ideológico de peso que podía legitimar todas las violaciones a la institucionalidad que han ocurrido durante su mandato bajo el pretexto del apoyo de las mayorías.
Otra importante consecuencia de la decisión de la Corte tiene que ver con los topes a los financiamientos de las campañas. Durante el uribismo se quiso legitimar la práctica de la violación de los topes financieros de las campañas. De no haberse producido la decisión de la Corte se hubiera legitimado el secuestro del aparato electoral colombiano por parte de los grupos financieramente poderosos. Pero aún peor, se hubiera legitimado el secuestro del aparato electoral por parte de los grupos mafiosos y narcotraficantes, que han sido los grandes aportantes y los grandes violadores de los topes de las campañas. Esto lo prueba todo el escándalo denominado la parapolítica. Otra consecuencia es el remezón de la coalición uribista y la apertura de otras opciones políticas.
El uribismo es una corriente caudillista, que tuvo como punto de aglutinación una reverencia mesiánica a un líder que en términos colombianos se define como un “berraco”: machista, frentero y empecinado en materializar a cualquier costo su guerra contra las FARC. El uribismo es una corriente que representa una serie de grupos que tienen desde los más a los menos oscuros intereses.
Una vez se conoció la resolución de la Corte los dos mayores cortesanos, Juan Manuel Santos y Andrés Felipe Arias, mostraron las fisuras de la coalición: cada uno se proclamó como el único y legítimo continuador del uribismo. Ambos entran al ruedo electoral con escandalosos antecedentes: Juan Manuel, el anticarismático ex Ministro de Defensa, con los criminales casos de los falsos positivos y Andrés Felipe, Uribito, quien de hecho aún no es candidato pues tiene que esperar las internas de los conservadores, hizo vergonzosos aportes públicos a poderosos sectores legales e ilegales, que luego le retribuyeron a su campaña mediante los recursos de Agro ingreso seguro.
Con Uribe fuera de juego las opciones de una oposición democrática crecen: según encuestas recientes, Gustavo Petro, del Polo Democrático, tiene una intención de voto cercana al 12%, mientras en el partido verde las primarias definirán un candidato entre Antanas Mockus, Luis Garzón y Enrique Peñalosa. Terminado el caudillismo, estas opciones políticas podrían organizarse a favor de una segunda vuelta electoral y formar alianzas que permitan pasar la terrible página del uribismo y a Colombia soñar con superar la violencia estructural que la caracteriza.
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