sábado, 8 de mayo de 2010

Arizona

La ley de Arizona es una respuesta fascistoide de la derecha obtusa de los Estados Unidos ante situaciones que sienten que se les escapan de las manos. No se trata solo de los inmigrantes latinos sino, también, de la elección de un negro a la Casa Blanca y la ley de salud recién aprobada que, aunque menguada, todavía así la catalogan de socialista.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@una.ac.cr
Sin los inmigrantes latinoamericanos ni Arizona, ni California, ni Texas, ni los Estados Unidos se mueve. Así de simple.

Para el investigador mexicano Raúl Delgado, la dinámica generada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) obedece a las estrategias de internacionalización de la producción de las grandes corporaciones estadounidenses asociadas a la transnacionalización y precarización de los mercados laborales, bajo el impulso de políticas neoliberales de ajuste estructural. Tales políticas, lejos se obedecer a un patrón de “libre comercio” benéfico para ambos países, han desencadenado nuevas relaciones de producción que a su vez entrañan nuevas modalidades de intercambio desigual, confiriendo a México el papel de proveedor especializado de recursos naturales y, sobre todo, de fuerza de trabajo barata.

La fuerza de trabajo barata mexicana está a ambos lados de la frontera: en México y en los Estados Unidos. En México como fuerza de trabajo “desregularizada” en las grandes y numerosas industrias maquiladoras. Como se sabe, la frontera Norte mexicana ha sido ganada por ese tipo industrias de ensamblaje. Las condiciones de explotación son terribles. Las mujeres son sus principales víctimas.

Una situación similar se vive en Centroamérica, así que el contingente de mexicanos se engrosa con los guatemaltecos, hondureños y demás centroamericanos que llegan hasta ahí después de cruzar dos, tres o hasta cuatro fronteras.

Del otro lado de la frontera, la agroindustria estadounidense no puede mover un dedo sin los braceros, la mayoría inmigrantes indocumentados que han cruzado como “mojados”.

Eso los saben todos, inclusive los gringos que se dedican a cazar a los que han logrado pasar el muro y luego se han internado en el inmenso y agresivo desierto. No quieren a los morenos y achinados de pelo pincho a los que identifican, racistamente, con los bárbaros, pero sí quieren los resultados de su trabajo.

No les conviene, tampoco, que regularicen su situación migratoria porque eso les encarece la fuerza de trabajo, el más barato, por cierto, de sus costos de producción.

Es decir, quieren chocolate pero sin cacao.

Los Estados Unidos se encuentran inmersos en una crisis que ha llevado a que el 10% de su fuerza de trabajo esté desempleada. Este contingente presiona porque siente que los inmigrantes les quitan puestos que ellos podrían ocupar. Sin embargo, como indican estudios basados en la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense del Departamento de Comercio de los Estados Unidos (2006), el 89% de los trabajos que realizan los latinos en los Estados Unidos no son apetecidos por los estadounidenses por considerarlos de muy baja calidad y remuneración.

El problema no es, por lo tanto, de desplazamiento de fuerza de trabajo estadounidense: es ideológico. Es decir, hay un sentimiento de que los latinos son causantes o coadyuvantes de males como el desempleo u otros, que también se les atribuyen sin justificación, como la violencia, por ejemplo, y esto desemboca en actitudes racistas.

Los Estados Unidos es un terreno fértil para este tipo de actitudes discriminatorias. El que hayan elegido a Obama no significa que hayan dejado de serlo, sobre todo en momentos apremiantes de crisis.

La ley de Arizona responde a este sentimiento y por eso es irracional, alevosa y racista. Es una respuesta fascistoide de la derecha obtusa ante situaciones que sienten que se les escapan de las manos. No se trata solo de los inmigrantes latinos sino, también, de la elección de un negro a la Casa Blanca y la ley de salud recién aprobada que, aunque menguada, todavía así la catalogan de socialista.

Toda persona de tez morena cae bajo la incidencia de la sospecha con esta ley. La próxima vez que Obama visite Arizona que no olvide llevar algún documento que lo identifique como ciudadano estadounidense.

Si no, puede caer bajo sospecha y ser deportado.

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