El principal problema y su solución no están fuera de Honduras, sino dentro, precisamente en los promotores del golpe, algunos de ellos premiados por el presidente Lobo, al colocarlos en puestos claves de su gobierno, y quienes son duros opositores a cualquier señal de modernización y democracia en el país.
Editorial Diario Colatino (El Salvador, 19 de mayo de 2010)
(Fotografía: en Madrid, Porfirio Lobo fue recibido por el presidente español Rodríguez Zapatero)
Los golpistas creyeron que con el ascenso de Porfirio Lobo a la presidencia de Honduras, estarían resueltos todos sus problemas, tanto de índole nacional, como internacional. Sin embargo ha sido todo lo contrario.
La violencia política tiene su máxima expresión en el asesinato de por lo menos siete periodistas y de reconocidos líderes de la Resistencia, por sicarios, debido a que “policías y militares pueden y hacen lo que quieren”.
A este problema se suman las demandas sociales, incrementadas por la renuncia a los proyectos del ALBA, que financiaba diversos programas de amplio impacto popular.
A lo anterior, agreguemos que, tras el golpe de Estado, la comunidad internacional aisló a Honduras, impidiendo que los créditos o cooperación internacional le lleguen.
Así, en el ámbito internacional fracasaron todos los intentos de convencer a la comunidad latinoamericana de darle el aval para que Honduras regresara al seno de la comunidad internacional, en especial por la resistencia de los países del cono sur, donde Brasil tiene una gran participación, mientras que en Centroamérica esa oposición la representa Nicaragua.
La última demostración de fuerza, incluso contra los deseos del poderoso vecino del norte, los Estados Unidos, fue el boicot a la presencia de Honduras en la cumbre entre la Unión Europea y Latinoamérica. Esto obligó a que Honduras anunciara su ausencia de tan importante Cumbre. También no asistió a la reunión de presidentes latinoamericanos celebrada en México a principios del año.
Antes, los Estados Unidos intentaron cabildear a favor de Honduras, lanzando una ofensiva diplomática en Latinoamérica que también terminó en fracaso.
Si bien el golpe de Estado, apoyado por los Estados Unidos, alarmó a la comunidad internacional, en especial la latinoamericana, que creyó era un mensaje que podría estimular a otras asonadas, también estimuló la resistencia para no retroceder ante los avances democráticos de la región latinoamericana.
Dicha resistencia tuvo su mejor eco en los países del cono sur, que de esa manera también enviaron el mensaje de que no sería tolerado un golpe de Estado.
Por estos días el ex presidente derrocado por el golpe, Manuel Zelaya, promueve un plan de reconciliación para Honduras, cuyo eje fundamental es la democratización de su país vía reforma constitucional y que se respeten los derechos humanos de los hondureños.
Dicho plan, aunque no expuesto en toda su extensión, ya tiene los apoyos de los presidentes de Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Cuba, es decir, el ALBA.
Así, los gobernantes de Honduras, saben que es ineludible que la paz y la normalidad dentro y fuera de Honduras pasa por el establecimiento de un estado que practique la democracia real.
Pero se sabe que el principal problema y su solución no están fuera de Honduras, sino dentro, precisamente en los promotores del golpe, algunos de ellos premiados por el presidente Lobo, al colocarlos en puestos claves de su gobierno, y quienes son duros opositores a cualquier señal de modernización y democracia en Honduras.
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