La Iniciativa de Seguridad para Centroamérica (CARSI, por sus siglas en inglés), del Departamento de Estado, no puede sino ser considerada como un vástago del Plan Colombia y el Plan Mérida, cuyo origen ahora pretende ser ocultado.
(Fotografía: en El Salvador, el presidente Funes y Arturo Valenzuela discutieron algunos componentes de la iniciativa CARSI)
Tras el desenlace del golpe de Estado en Honduras, con el simulacro de elecciones democráticas y el reconocimiento del gobierno de Porfirio Lobo por parte de los aliados de Washington, los dos brazos de la geopolítica norteamericana atenazan, cada vez con más fuerza, a Centroamérica: por el Norte, la guerra contra el narcotráfico y sus males colaterales; y por el Sur, la contención del socialismo del siglo XXI y de todo aquello que insinúe cambios en el establishment.
Junto a esto, la efervescencia del discurso autoritario, la “securitización” de las políticas públicas, así como la represión y criminalización de la protesta social en nuestros países, en función de los proyectos políticos de los grupos dominantes y los negocios amparados al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC), son los signos que van dando forma al actual estado de cosas en la región.
El inusual interés del Departamento de Estado por Centroamérica, en el escenario post-golpe, queda en evidencia con las dos giras realizadas, en el lapso de apenas dos meses, por sus funcionarios más prominentes: la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el Secretario Adjunto para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela.
Esta embestida diplomática ya empieza a rendir frutos: casi al unísono, los gobiernos centroamericanos han aceptado la Iniciativa de Seguridad para Centroamérica (CARSI, por sus siglas en inglés, y nombre “comercial” del Plan Mérida) como la respuesta oficial de las fuerzas de seguridad, frente a los problemas de criminalidad y violencia asociados al narcotráfico.
En su gira por Guatemala, El Salvador y Panamá, a principios de mayo, Valenzuela ofreció 130 millones de dólares para apoyar los programas de seguridad en Centroamérica el próximo año. Según el funcionario, estos recursos tendrán un énfasis en prevención a la violencia juvenil, refuerzo del sistema judicial y carcelario (http://www.elfaro.net/, 04-05-2010).
Sin embargo, dado el contexto geopolítico en el que se inscribe y las tendencias ideológicas que la impulsan, la iniciativa CARSI no puede sino ser considerada como un vástago del Plan Colombia y el Plan Mérida, cuyo origen ahora pretende ser ocultado.
Esto por cuanto la concepción de seguridad norteamericana está irremediablemente atada a su estrategia militar en América Latina. Así quedó demostrado el pasado 12 de mayo, cuando Estados Unidos oficializó la entrega de más de un millón de dólares al gobierno de Costa Rica, destinados a la guerra contra el narcotráfico en los mares costarricense. La embajadora norteamericana en San José, Anne Andrew, reconoció que esa asistencia financiera proviene tanto del CARSI, como de los programas de seguridad marítima de la Iniciativa Amistad Duradera del Comando Sur (Notimex, 12-05-2010), un órgano militar cuyo historial en la región no se distingue, precisamente, por la filantropía.
Hacia finales de abril, el expresidente Bill Clinton reconoció públicamente que recomendó a los gobiernos de Felipe Calderón y Barack Obama la creación de un Plan México, inspirado en el Plan Colombia, para combatir el narcotráfico (La Jornada, 25-04-2010). No faltará mucho para que, desde el Departamento de Estado, hablen de la imperiosa necesidad de instaurar un Plan Centroamérica.
Lo más grave es que todo ocurre prácticamente sin respuesta organizada de los movimientos sociales y la sociedad civil centroamericana, bombardeados como están por los discursos de la demagogia vindicativa de políticos y medios de comunicación.
Además, en una región agobiada por la pobreza económica, la exclusión social y la involución de la democracia, la criminalidad y la violencia le pasan la factura del miedo y la paronoia a nuestras sociedades. Y así sucede, como dice Eduardo Galeano, que “en un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad”[1].
NOTAS:
[1] Galeano, Eduardo (2004). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. México D.F.: Siglo XXI Editores. Pág. 81.
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