En medio de la debacle, como fantasma del Ave Fénix del Apocalipsis, surge de nuevo el Fondo Monetario Internacional. Resucitado en la sala de cuidados intensivos, su receta es exactamente la misma que hace 30 años: el ajuste, a costas de recortar las “granjerías” que ha conquistado el pueblo a través de años de lucha y sacrificio.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
(Ilustración de Martirena)
La profunda crisis capitalista, que motivó la más grande operación de salvamento por parte de los gobiernos occidentales, no ha concluido, y amenaza con llevarse entre las patas a más de uno de los hasta ayer eufóricos estados de la Unión Europea.
Esta operación de salvamente implicó la movilización de miles de millones de dólares, que fueron entregados a los más grandes especuladores de la historia de la humanidad. El dinero salió de las arcas públicas, es decir, del aporte de los contribuyentes. Todos colaboramos a conformar esa “bolsa” de contribuciones, porque las arcas públicas de los países imperialistas se nutren también de la expoliación a la que son sometidos los tercermundistas como nosotros.
Esos mismos a los que se les lanzó ese salvavidas en medio de la tormenta, son los mismos que ahora, especulando de nuevo, acercan al abismo a Grecia, España y Portugal. Cría cuervos y te sacarán los ojos.
Los que verdaderamente sufren los embates de la crisis en carne propia son los trabajadores. Mientras los grandes ejecutivos de las firmas bancarias especuladoras culpables de la debacle se siguen recetando bonos super millonarios, las filas de los desempleados no tienen merma: en Estados Unidos 10%; en España el 20% (4,6 millones de personas; 1,3 millones de familias en las que no trabaja ninguno de sus miembros); Grecia 19% y sigue creciendo; Portugal 10,5%.
Mientras los grandes especuladores piensan si deben o no deben hacer la concesión de dejar de usar sus aviones privados, a los trabajadores se les receta garrote parejo porque no entienden que deben sacrificarse en aras de políticas y deudas que ellos no impulsaron ni contrajeron.
En América Latina, en aquellos países en donde han prevalecido en los gobiernos opciones políticas de derecha, se carga sobre los hombros de los trabajadores la “modernización” de la economía. En Costa Rica, por ejemplo, se anticipa la presentación a su Asamblea Legislativa de una ley que echa por tierra conquistas esenciales de un Código de Trabajo que signó la paz social de los costarricenses durante toda la segunda mitad del siglo XX. Desde hace años, las industrias maquiladoras violan los derechos laborales (jornada de 8 horas, libre sindicalización, igual salario para hombres y mujeres, etc.) de los centroamericanos.
En medio de la debacle, como fantasma del Ave Fénix del Apocalipsis, surge de nuevo el Fondo Monetario Internacional. Resucitado en la sala de cuidados intensivos, revitalizado con complejos vitamínicos inyectados desde las torres donde pululan los mandamases del mundo, su receta es exactamente la misma que hace 30 años: el ajuste, a costas de recortar las “granjerías” que ha conquistado el pueblo a través de años de lucha y sacrificio.
Para el FMI, la crisis y su solución no pasan por ajustar a los capitalistas especuladores. América Latina, la región con mayor desigualdad en el mundo en la distribución de la riqueza, tiene también al más millonario entre los millonarios de la tierra, el mexicano Carlos Slim Helú, que ha amasado la bicoca de 53,5 billones de dólares en sus arcas. Según The World´s Billionaires de la revista norteamericana Forbes, esto se debe a que es una persona “con mente privilegiada, gran visión de negocio, golosa herencia y un poquito de suerte”.
No es casual, entonces, que este 1º de mayo haya convocado manifestaciones multitudinarias en todo el mundo. Miles de trabajadores han marchado por las principales ciudades y, como era de esperarse, se han encontrado con la fuerza bruta de los policías anti-motines.
En ninguna de ellas se le vio a Carlos Slim.
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