La lucha de Río Piedras se regó por todo el sistema universitario público de Puerto Rico, porque encarnó un reclamo de justicia y lo hizo con el rostro de la valentía y la audacia. Pero, sobre todo, porque los estudiantes de Río Piedras proyectaron la enorme fuerza espiritual de la esperanza.
Félix Córdova Iturregui * / ADITAL
Los estudiantes universitarios han demostrado, en el escenario concreto de la acción, una gran capacidad de organización y de audacia. Han tejido sus diferencias con el hilo fuerte del debate y la discusión. El resultado es una poderosa enseñanza: la heterogeneidad no es un obstáculo para el despliegue de una voluntad unitaria. Por el contrario, puede convertirse en una fuerza extraordinaria. El paro de 48 horas en Río Piedras se transformó en pocas horas en una huelga indefinida debido a la total incapacidad de diálogo de la rectora Ana Guadalupe. La historia sorprende con sus ironías. Antes de comenzar el paro, Ana Guadalupe aseguró que los portones permanecerían abiertos. Sin embargo, ante la flexibilidad imaginativa de los estudiantes, no tardó en decretar un cierre académico indefinido.
Una tendencia importante se ha manifestado hasta ahora en este conflicto: los estudiantes han sido mucho más efectivos que la administración universitaria en el debate público. Un factor que no debe nunca subestimarse debido a que la esfera pública es el gran pulmón donde respiran las fuerzas en conflicto. El país ha visto cómo sobre la intransigencia y la pusilanimidad de los administradores ha brillado un conjunto sorprendente de voces estudiantiles, variadas y con ricos matices, formando una orquesta de gran resonancia.
¿Esperaba el gobierno el impacto que tendría la audacia del estudiantado de Río Piedras? La arrogancia y la prepotencia ven con dificultad el futuro. La ceguera le viene a la administración de su incapacidad para observar y calibrar los problemas y las fuerzas que se despliegan en el presente, ante sus ojos. Ana Guadalupe es una figura patética precisamente porque es una figura política. Ella, como representación coherente del gobierno de Fortuño, tiene los ojos anclados en el pasado. Todavía sudan la pestilente arrogancia de la victoria electoral de noviembre de 2008.
Apoyados en el fantasma de una fuerza ideológica ya desaparecida, lo que les queda es la fuerza bruta y desnuda de los aparatos represivos del estado. Ana Guadalupe hace pareja, en un baile grotesco, con Figueroa Sancha. Suena como el Superintendente de la Policía: torpe y bravucona.
La lucha de Río Piedras se regó por todo el sistema universitario público porque encarnó un reclamo de justicia y lo hizo con el rostro de la valentía y la audacia. Pero, sobre todo, porque los estudiantes de Río Piedras proyectaron la enorme fuerza espiritual de la esperanza. Ningún recinto salió a la lucha con un gesto mimético de Río Piedras. No. Salieron a la acción y al debate público porque se miraron a sí mismos en el espejo que ante el país levantó Río Piedras. Salió cada uno, con su ritmo propio y con su propio gesto, en defensa de la universidad pública. La belleza del movimiento consistió en su carácter polifónico. Pudo verse en el proceso formado por acontecimientos no simultáneos pero encaminados hacia la convergencia y la unidad de propósito. Ni Ana Guadalupe, ni José Ramón de la Torre, y mucho menos la Junta de Síndicos desde su distancia olímpica, pudieron imaginar un movimiento de tanta envergadura poco antesde finalizar el semestre.
Ante una realidad tan rica, ¿se ha movido la Junta de Síndicos hacia la reflexión y el entendimiento? Hubo un tiempo en que las distorsiones de los políticos de profesión, muchos disfrazados de empresarios, tenían efecto cuando esgrimían ataques con frases hechas contra los estudiantes. En el contexto actual, la situación parece haberse transformado. ¿Quién puede creerle a Ygrí Rivera cuando acusa a los estudiantes por no tener voluntad de diálogo? Si algo han manifestado los estudiantes, una y otra vez hasta el cansancio, es su voluntad para negociar y llegar a acuerdos con una administración que no escucha y mira con desprecio hacia otro lado.
Con este tipo de señalamientos irreflexivos, Ygrí Rivera, presidenta de la Junta de Síndicos, nos da el mejor indicio de la mediocridad administrativa con que se enfrenta la inteligencia organizada de los estudiantes. Una cosa es tener a mano la fuerza bruta del estado y otra cosa es tener argumentos de justicia y de razón. Cualquiera que observe el debate actual puede concluir que los estudiantes, con su inteligencia e imaginación, representan un futuro esperanzador, mientras la Junta de Síndicos, con su intransigencia y prepotencia, vinculadas al partidismo político en crisis, representa un pasado de moral apolillada, más vinculado con la corrupción y la intransigencia que con el futuro de la educación pública.
Me falta todavía destacar el gesto más hermoso de la movilización estudiantil. Me refiero a su fuerza más cargada de futuro: la irradiación solidaria de su movimiento. Mientras la administración universitaria ha descansado en la prepotencia del poder del estado, el estudiantado en lucha por sus derechos ha esgrimido la humildad, acompañándola de la valentía. No ha gastado tiempo en agradecer la solidaridad recibida, ni ha cesado de hilvanar nuevas alianzas para fortalecer sus reclamos. Frente a un movimiento obrero dividido, que no ha podido articular una iniciativa de conjunto capaz de mantener el ritmo de movilización y lucha alcanzado el pasado 15 de octubre de 2009, la lucha universitaria ha ofrecido una figura de unidad y de convergencia en la acción. Sus reclamos se tornaron desde el principio en un asunto de toda la comunidad universitaria: estudiantes, profesores, personal no docente y trabajadores de mantenimiento. La APPU y la HEEND han dado ejemplos de consistencia. Además, la unidad de la comunidad universitaria ha recibido el apoyo de padres y madres de estudiantes, abuelos y abuelas, y muchos otros sectores laborales, religiosos, y de las comunidades.
Los estudiantes forman hoy el corazón de un nuevo movimiento. Todo indica que enfrentarán una situación difícil. La alta jerarquía universitaria, hasta el presente, ha parecido una copia al carbón del gobierno de Fortuño. Las expresiones poco afortunadas de individuos como Figueroa Sancha o Rodríguez Ema, esgrimiendo el insulto y la amenaza, rebotan vergonzosamente sobre la intransigencia de una Junta de Síndicos que se comporta cada día más como un conjunto de patronos, en lugar de proyectarse como el cuerpo directivo de una compleja institución universitaria.
La semana pasada fue rica en manifestaciones: desde la protesta contra el mensaje del gobernador, las actividades artísticas, incluyendo la actividad de los niños, hasta las marchas de profesores y empleados no docentes dirigidas a la presidencia de la universidad con el objetivo de entregar sus pliegos de peticiones, culminando con las manifestaciones laborales relacionadas con el Primero de Mayo. Hace falta mucho camino por andar. Pero no es ocasión para mirar con desaliento. Más vale observar lo positivo. A la marcha del Primero de Mayo, convocada por la Coordinadora y el FASyL acudieron Federico Torres Montalvo y Víctor Villalba en representación de la Central Puertorriqueña de Trabajadores. Felicitaciones para Torres Montalvo y Villalba.
Pero eso no es todo. En su mensaje, el presidente de la UTIER, Ángel Figueroa Jaramillo, destacó el gesto de unidad de ambos dirigentes sindicales. Felicitaciones para el dirigente de la UTIER. Sobre pasos concretos como éstos puede comenzar a dar frutos el ejemplo esperanzador de los estudiantes. La lucha será difícil y compleja, pero solamente la ampliación del espacio de la unidad y la convergencia, en acciones concretas, podrá debilitar o erradicar el desaliento y la ideología pesimista que con frecuencia se escucha descartando las huelgas y las movilizaciones.
Una tendencia importante se ha manifestado hasta ahora en este conflicto: los estudiantes han sido mucho más efectivos que la administración universitaria en el debate público. Un factor que no debe nunca subestimarse debido a que la esfera pública es el gran pulmón donde respiran las fuerzas en conflicto. El país ha visto cómo sobre la intransigencia y la pusilanimidad de los administradores ha brillado un conjunto sorprendente de voces estudiantiles, variadas y con ricos matices, formando una orquesta de gran resonancia.
¿Esperaba el gobierno el impacto que tendría la audacia del estudiantado de Río Piedras? La arrogancia y la prepotencia ven con dificultad el futuro. La ceguera le viene a la administración de su incapacidad para observar y calibrar los problemas y las fuerzas que se despliegan en el presente, ante sus ojos. Ana Guadalupe es una figura patética precisamente porque es una figura política. Ella, como representación coherente del gobierno de Fortuño, tiene los ojos anclados en el pasado. Todavía sudan la pestilente arrogancia de la victoria electoral de noviembre de 2008.
Apoyados en el fantasma de una fuerza ideológica ya desaparecida, lo que les queda es la fuerza bruta y desnuda de los aparatos represivos del estado. Ana Guadalupe hace pareja, en un baile grotesco, con Figueroa Sancha. Suena como el Superintendente de la Policía: torpe y bravucona.
La lucha de Río Piedras se regó por todo el sistema universitario público porque encarnó un reclamo de justicia y lo hizo con el rostro de la valentía y la audacia. Pero, sobre todo, porque los estudiantes de Río Piedras proyectaron la enorme fuerza espiritual de la esperanza. Ningún recinto salió a la lucha con un gesto mimético de Río Piedras. No. Salieron a la acción y al debate público porque se miraron a sí mismos en el espejo que ante el país levantó Río Piedras. Salió cada uno, con su ritmo propio y con su propio gesto, en defensa de la universidad pública. La belleza del movimiento consistió en su carácter polifónico. Pudo verse en el proceso formado por acontecimientos no simultáneos pero encaminados hacia la convergencia y la unidad de propósito. Ni Ana Guadalupe, ni José Ramón de la Torre, y mucho menos la Junta de Síndicos desde su distancia olímpica, pudieron imaginar un movimiento de tanta envergadura poco antesde finalizar el semestre.
Ante una realidad tan rica, ¿se ha movido la Junta de Síndicos hacia la reflexión y el entendimiento? Hubo un tiempo en que las distorsiones de los políticos de profesión, muchos disfrazados de empresarios, tenían efecto cuando esgrimían ataques con frases hechas contra los estudiantes. En el contexto actual, la situación parece haberse transformado. ¿Quién puede creerle a Ygrí Rivera cuando acusa a los estudiantes por no tener voluntad de diálogo? Si algo han manifestado los estudiantes, una y otra vez hasta el cansancio, es su voluntad para negociar y llegar a acuerdos con una administración que no escucha y mira con desprecio hacia otro lado.
Con este tipo de señalamientos irreflexivos, Ygrí Rivera, presidenta de la Junta de Síndicos, nos da el mejor indicio de la mediocridad administrativa con que se enfrenta la inteligencia organizada de los estudiantes. Una cosa es tener a mano la fuerza bruta del estado y otra cosa es tener argumentos de justicia y de razón. Cualquiera que observe el debate actual puede concluir que los estudiantes, con su inteligencia e imaginación, representan un futuro esperanzador, mientras la Junta de Síndicos, con su intransigencia y prepotencia, vinculadas al partidismo político en crisis, representa un pasado de moral apolillada, más vinculado con la corrupción y la intransigencia que con el futuro de la educación pública.
Me falta todavía destacar el gesto más hermoso de la movilización estudiantil. Me refiero a su fuerza más cargada de futuro: la irradiación solidaria de su movimiento. Mientras la administración universitaria ha descansado en la prepotencia del poder del estado, el estudiantado en lucha por sus derechos ha esgrimido la humildad, acompañándola de la valentía. No ha gastado tiempo en agradecer la solidaridad recibida, ni ha cesado de hilvanar nuevas alianzas para fortalecer sus reclamos. Frente a un movimiento obrero dividido, que no ha podido articular una iniciativa de conjunto capaz de mantener el ritmo de movilización y lucha alcanzado el pasado 15 de octubre de 2009, la lucha universitaria ha ofrecido una figura de unidad y de convergencia en la acción. Sus reclamos se tornaron desde el principio en un asunto de toda la comunidad universitaria: estudiantes, profesores, personal no docente y trabajadores de mantenimiento. La APPU y la HEEND han dado ejemplos de consistencia. Además, la unidad de la comunidad universitaria ha recibido el apoyo de padres y madres de estudiantes, abuelos y abuelas, y muchos otros sectores laborales, religiosos, y de las comunidades.
Los estudiantes forman hoy el corazón de un nuevo movimiento. Todo indica que enfrentarán una situación difícil. La alta jerarquía universitaria, hasta el presente, ha parecido una copia al carbón del gobierno de Fortuño. Las expresiones poco afortunadas de individuos como Figueroa Sancha o Rodríguez Ema, esgrimiendo el insulto y la amenaza, rebotan vergonzosamente sobre la intransigencia de una Junta de Síndicos que se comporta cada día más como un conjunto de patronos, en lugar de proyectarse como el cuerpo directivo de una compleja institución universitaria.
La semana pasada fue rica en manifestaciones: desde la protesta contra el mensaje del gobernador, las actividades artísticas, incluyendo la actividad de los niños, hasta las marchas de profesores y empleados no docentes dirigidas a la presidencia de la universidad con el objetivo de entregar sus pliegos de peticiones, culminando con las manifestaciones laborales relacionadas con el Primero de Mayo. Hace falta mucho camino por andar. Pero no es ocasión para mirar con desaliento. Más vale observar lo positivo. A la marcha del Primero de Mayo, convocada por la Coordinadora y el FASyL acudieron Federico Torres Montalvo y Víctor Villalba en representación de la Central Puertorriqueña de Trabajadores. Felicitaciones para Torres Montalvo y Villalba.
Pero eso no es todo. En su mensaje, el presidente de la UTIER, Ángel Figueroa Jaramillo, destacó el gesto de unidad de ambos dirigentes sindicales. Felicitaciones para el dirigente de la UTIER. Sobre pasos concretos como éstos puede comenzar a dar frutos el ejemplo esperanzador de los estudiantes. La lucha será difícil y compleja, pero solamente la ampliación del espacio de la unidad y la convergencia, en acciones concretas, podrá debilitar o erradicar el desaliento y la ideología pesimista que con frecuencia se escucha descartando las huelgas y las movilizaciones.
Los estudiantes encendieron la ilusión y la esperanza. El país no puede permitir que la esperanza se apague. Mucho menos que la apague la fuerza bruta del estado valiéndose de nuestros errores.
* Profesor de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
* Profesor de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
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