sábado, 30 de mayo de 2020

Repensar, pensarse

El virus ha puesto blanco sobre negro. Mucha gente confiesa la vida sencilla que lleva, su bajo consumo y el consumismo superfluo al que ha estado sometida durante años. Vivir es simple y económico si se piensa un poco y no se deja llevar por el bombardeo mediático que persigue el mercadeo. Breve y bueno, dos veces bueno.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

29 de mayo de 2020, 70 días de reclusión obligatoria. Nada será igual después de esta pandemia, aunque los profetas insistan que no es la única que hubo y hay estudios que al menos, describen las ocurridas en el último siglo y han sido varias[1]

Sin embargo, lo que nos hace pensar, repensar y pensarnos, es la obligada reclusión que tuvo la llegada del Covid-19 que paralizó al mundo como nunca antes y que, por esto, habrá un antes y un después. Es un “hecho social total”, como lo ha expresado Ignacio Ramonet en La pandemia y el sistema mundo.[2]

El fenómeno ha generado estudios de toda naturaleza, científicos y epidemiólogos y personal de la salud en primer lugar. Pero también ha convocando a especialistas de diversas disciplinas, intelectuales, políticos y a gente común a reflexionar sobre este hecho que, en la soledad del rincón de cada cual lo ha paralizado, cambiado los horarios y rutina, sufrido insomnios y agotado bibliotecas y series televisivas en busca del tiempo ¿perdido? Como Marcel Proust. 

El futuro después del Covid 19 es una publicación del Programa Argentina Futura dirigido por Alejandro Grimson.[3] El trabajo está dividido en tres partes: El estado que viene; desafíos y emergencias; Un nuevo mapa político y, Cómo pensar las nuevas subjetividades. 

Allí, 27 reconocidos pensadores argentinos especulan sobre lo que será el futuro luego de la pandemia. Varios de ellos imaginan diversos escenarios posteriores a la crítica realidad que hoy vivimos. Varios de ellos conforman el equipo de consulta del gobierno, el Conicet y de las universidades públicas.

Algunos, como Atilio Boron (por tomar uno de los ensayos, sin menoscabo de nadie), admite que el Estado no va a ser el mismo después de la pandemia, como tampoco su manera de intervenir en la economía, tal lo expresado por el nobel de economía Paul Krugman, a quien él cita. 

Algo de esto ya viene circulando en los informes de los organismos financieros internacionales como es el Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que está ayudando a financiar los gastos que demanda la pandemia en varios países. 

Otro tanto advierte la OIT respecto del futuro de los trabajadores, los que llegaron a paralizarse en un 81%.[4]  

Así, también, el irreverente filósofo esloveno, Slavoj Zizek en Pandemia[5], opina que el covid-19 estremece al mundo. El libro, publicado en estos días por Anagrama, analiza la catástrofe mundial que desató el coronavirus como una oportunidad para instalar un nuevo sistema social comunista  -¡Comunismo o barbarie, así de simple!, esgrime - que reemplace al nuevo orden mundial liberal-capitalista. 

Además aprovecha para polemizar con otros filósofos como el italiano Giorgio Agamben y comenta críticamente “la obra maestra” de Byung-Chul Han: La sociedad del cansancio. “Hoy en día todo el mundo es un trabajador que se autoexplota en su propia empresa. Ahora todos somos amos y esclavos al mismo tiempo. Incluso la lucha de clases se ha transformado en una lucha de clases interior contra uno mismo”, argumenta el filósofo surcoreano. “La nueva forma de subjetividad descrita por Han está condicionada por la nueva fase del capitalismo global, que sigue siendo un sistema de clases con crecientes desigualdades: la lucha y los antagonismos de ninguna manera son reducibles a la ‘lucha contra uno mismo intrapersonal’. Todavía hay millones de trabajadores manuales en los países del Tercer Mundo, y hay grandes diferencias entre distintos tipos de trabajadores inmateriales. Un abismo separa al alto directivo que posee o dirige una empresa del trabajador precario que pasa todos los días solo en casa con su ordenador personal: sin duda no son amo y esclavo en el mismo sentido”, precisa Zizek.

En tiempos de epidemia, termina aconsejando, se necesita un Estado fuerte. Las medidas a largo plazo, como las cuarentenas, tienen que llevarse a cabo con una disciplina militar.

Más sencillo y de alpargatas, el destacado político y médico sanitarista, Jorge Rachid, rescatando al primer ministro de salud de la Nación, Dr. Ramón Carrillo, insiste en que en estos momentos el Estado debe actuar como ordenador social desplazando al mercado, debe encontrarse una vacuna universal como fue la descubierta por Sabin para la parálisis infantil, no atada a los tironeos del mercado y, el mejor plan de salud es, primero: agua corriente y cloacas; segundo, los virus y las bacterias son pobres frente a la pobreza, la miseria y la exclusión y tercero, los avances de la ciencia sino están al servicio del pueblo, no sirven.[6]

El momento y la atmosfera creada han ido complejizando la situación al punto de ocupar y preocupar a muchos, conforme las diversas tareas que cumple cada uno. La escritora Claudia Piñeiro, comentaba en el programa Los siete locos[7], que la serie que está escribiendo para Netflix debe hacer alusión en los capítulos siguientes a la pandemia como ingrediente obligado dada su universal simultaneidad.

Los canales de tv incorporaron el mensaje “Quédate en casa” y armaron su programación en torno a la demanda permanente que exige la pandemia. La tv pública argentina adecuó horarios y contenidos conjuntamente con el Ministerio de Educación de la Nación para impartir clases para los distintos ciclos de la escuela primaria y secundaria.

La reclusión obligada también llevó a recorrer cada rincón de la casa y a optimizar balcones y jardines con plantas y, en la oportunidad con hierbas aromáticas y verduras. En el afán de utilizar el tiempo cocinando y comer sano, se extendieron estas prácticas antes descuidadas por, justamente, ausencia de tiempo. Hay un elogio a la ralentización, a la lentitud, dado la brutal ruptura de la inercia anterior.

La paralización del mundo, la inmovilidad de los aeropuertos, de los puertos, de los trenes, subterráneos y ómnibus de media y larga distancia, afectaron a millones de trabajadores, miles de empresas y todo el abanico de proveedores involucrado en el transporte de bienes y personas. 

Es conocida la crisis de las empresas de aviación, siendo Lufthansa salvada por el gobierno de Merkel y Latam que entró en convocatoria de acreedores. 

Muchos confiesan despertar después de creer haber dormido horas y apenas son minutos. Los niños y adultos mayores sufren el encierro de una manera atroz; los infantes se quedan pegados a las ventanas de sus edificios mirando la nada y los viejos ensayan una demencia senil. Las autoridades, aconsejadas por especialistas en salud mental han elaborado protocolos específicos para personas que sufren esas patologías para poder concurrir a espacios verdes o simplemente caminar por la calle sintiéndose acompañados.

La gente en edad de riesgo comenta su prevención de volver a salir y su desconfianza frente a extraños que llegan a la puerta de sus casas. Tampoco aceptarían concurrir a un restaurante aunque la distancia social sea la indicada.

Los espectáculos deportivos y musicales aún están lejos de ser habilitados y, todo aquello que convoque multitudes de difícil vigilancia tardará mucho tiempo en realizarse. El verano europeo y las playas también muestran prevención y, si bien, siempre hay gente que atraviese el espacio sin darse cuenta de la gravedad del momento, la conducta colectiva actúa como silenciosa censura.

Las fábricas habilitadas al momento demuestran un riguroso protocolo bajado desde sus plantas en los países centrales y consensuado con las organizaciones obreras locales, siempre supervisado por los diferentes niveles de gobierno.

Sin embargo, el complejo automotriz en su conjunto, deberá plantearse qué y cómo deberá continuar producir unidades basadas en combustibles fósiles dadas su elevada contaminación e incidencia directa en el cambio climático. Expresión emblemática del capitalismo del siglo XX, reproducida en todo el planeta y lo lleva inexorablemente a su extinción.

Por el momento de pánico hay una disciplina de cuartel instalada en la sociedad como prevención ante una explosión de contagios. Hasta los barrios populares más díscolos se han sometido al aislamiento y a las barreras custodiadas las 24 horas del día.

El virus ha puesto blanco sobre negro. Mucha gente confiesa la vida sencilla que lleva, su bajo consumo y el consumismo superfluo al que ha estado sometida durante años. Vivir es simple y económico si se piensa un poco y no se deja llevar por el bombardeo mediático que persigue el mercadeo. Breve y bueno, dos veces bueno. Simple y fácil promocionan sus productos los cocineros por televisión, mientras los supermercados han agotado las partidas de harina en una población que mata el tiempo cocinando.

Repensar y pensar no está demás, siempre y cuando comprendamos como seres humanos la oportunidad que tenemos para hacer de este mundo, nuestra casa, un lugar más ameno, igualitario y solidario, capaz de volver a entusiasmarnos y ser felices.  


[1] Mónica Müller, Pandemia, virus y miedo, Edit. Paidos, Bs. As. 2010
[2]  Ver en: www.eldiplo.org
[3] https://www.argentina.gob.ar/el_futuro_despues_del_covid_19
[4] José Natanson, Pánico, Le monde diplomatique, mayo 2020
[5] Página12.com.ar
[6] C5N, Minuto Uno, entrevista de Gustavo Silvestre
[7] Tv Pública argentina, Los siete locos, con Cristina Mucci, programa emitido el 22 de mayo 2020 

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