sábado, 29 de abril de 2023

Costa Rica: miedo a perder el país

Costa Rica ha descendido paulatinamente de esa nube en la que se sentía inmune a los males que han asolado a la región durante años. Hay quienes catalogan ese descenso como una “centroamericanización” del país. Ya han aparecido las voces que claman por un Bukele con mano de hierro que ponga orden en “el relajo” que nadie parece poder arreglar.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

El Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR), realizó uno de sus estudios de opinión periódicos que miden el pulso de la condición socio política del país. La seriedad que exhibe lo ha posicionado en un lugar de privilegio entre las diversas entidades que realizan labores similares, y es factible hacer deducciones y análisis a partir de los resultados que ofrecen.
 
En el último estudio realizado en este mes de abril, por primera vez en la historia del país los costarricenses consultados (el 84%) manifestaron que su principal preocupación es “a perder el país”: ““Las personas se sienten de esta comunidad política, y ese temor está relacionado con que se rompa esa comunidad, esa unidad. Tiene que ver también con democracia, pero no solo eso, sino como sociedad; que nos expongamos a una pérdida importante o golpe importante a la sociedad”, explicó el investigador del CIEP, Ronald Alfaro en la conferencia de prensa en la que dieron a conocer los resultados.
 
Efectivamente, Costa Rica ha venido experimentando paulatina, pero sistemáticamente desde la década de 1980, un deterioro de las condiciones económicas, políticas y sociales que la caracterizaron durante buena parte de su historia republicana. Ese deterioro ha conocido un impulso mayor en los últimos cinco años, pero debe tenerse claro que no se trata más que de la aceleración de un proceso que tiene más de treinta años.
 
Ese deterioro se expresa en la creciente desigualdad, que ha alcanzado niveles nunca antes vistos, y que sitúan al país entre los diez más desiguales del planeta. Esa brecha lleva a que en un mismo territorio existan, prácticamente, dos países: el de aquellos que han logrado incorporarse a los enclaves del modelo exportador anclado en zonas francas, y el de quienes no tuvieron las oportunidades de formarse para funcionar como fuerza de trabajo calificada y sobreviven con trabajos mal pagados o incorporándose a las huestes del crimen organizado y el narcotráfico.
 
El 84% de los costarricenses que temen perder su país están espantados de la ola de violencia que los azota desde enero de este año. No hay día sin ajusticiamientos realizados por sicarios que actúan impunemente en sitios públicos en los que muchas veces alcanzan a víctimas inocentes. Se trata de una guerra entre grupos del crimen organizado que se disputan espacios para hacer circular y comerciar la droga, a la que jóvenes sin horizonte de ascenso social se incorporan, sin que ello signifique necesariamente anhelos de enriquecimiento, sino solamente de sobrevivencia en un medio social precarizado.
 
Asimismo, el gobierno de la República usa una retórica despectiva hacia las instituciones públicas que han sido soporte fundamental de ese país que los costarricenses temen perder: la Caja del Seguro Social, el Instituto Costarricense de Electricidad, el Instituto Nacional de Seguros, la banca estatal y las universidades públicas, que son vistas con una inédita hostilidad. 
 
Su afán es el de llevar hasta las últimas consecuencias el modelo de desarrollo que, precisamente, es el causante de esa situación de deterioro y desasosiego. Hay una especie de ceguera, estupidez o inescrupulosidad impulsada por un equipo de gobierno mediocre, que no duda en echar mano de tácticas y estrategias como la utilización de troles, que impulsan campañas de mentiras y difamación en redes sociales; falsear datos; contradecirse cambiando de opinión de acuerdo a las circunstancias o utilizar un lenguaje provocativo de tono autoritario.
 
Los costarricenses se dan cuenta que un equipo con estas características no podrá solucionar los problemas del país: el 60% de los encuestados por el CIEP desconfía de su capacidad para afrontar la crítica situación que se vive. 
 
Costa Rica ha descendido paulatinamente de esa nube en la que se sentía inmune a los males que han asolado a la región durante años. Hay quienes catalogan ese descenso como una “centroamericanización” del país. Ya han aparecido las voces que claman por un Bukele con mano de hierro que ponga orden en “el relajo” que nadie parece poder arreglar. No se dan cuenta que la fórmula de la posible solución a los problemas que los aquejan ya la supieron aplicar en otro momento de su historia y les dio buenos resultados. Fue cuando apostaron por un Estado de Bienestar fuerte que, sin embargo, se les ha deteriorado por la voracidad de unos pocos y la desidia de muchos.

 

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