sábado, 29 de abril de 2023

Argentina: Albino Gómez, el desarrollista que le cantó al Che Guevara

 Albino Gómez ingresó ya al elegíaco parnaso guevariano, por la puerta grande y no de contrabando como Poncio Pilatos entró al Credo.

Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina.

Escribí en otra oportunidad que tal vez uno de los sentidos de ser de la por dos veces fundada en el siglo XVI, Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Aire, bien pudiera encontrarse en el nacimiento en la Reina del Plata del tango, de Albino Gómez. Todo un porteño de ley ciertamente, que de no haber existido, su figura debería inventarse para enriquecer la mitología ciudadana. Sea por algún misterioso designio o debido a la explicable causa que su último y final domicilio lo constituyó en el borgeano barrio de Retiro, este poeta trotamundos, novelista, traductor, periodista, diplomático, político y sacerdote de la amistad falleció en Buenos Aires el 27 de marzo de 2023 a los 95 años de edad. 
 
En sus novelas -en mucho autobiográficas- y más aún en sus libros en prosa misceláneos, titulados varios con fragmentos tanguísticos como en el caso de “Caminito amigo” dado a conocer en 2019, gustaba  documentar junto a momentos felices de su existencia, otros en los que fue víctima de arbitrariedades a manos de autoridades nacionales reaccionarias y macartistas. Lo hizo sin amargura y ni siquiera tristeza sino en cambio evocándolos con “animus iocandi gratiae” cuando no con ironía. Así quien llamaba en la intimidad “latería” a las condecoraciones que le otorgaron los gobiernos de los países en los que fue Ministro Plenipotenciario o Embajador –en Suecia, Egipto, Kenia-, en la antedicha compilación, por ejemplo,  no dejó de satirizar con el rótulo de “comunista” que le achacaron y  le significó el alejamiento del Servicio Exterior de la Nación hasta su reposición por el presidente  Raúl Alfonsín en 1984.  
 
Sucedió que en 1975, el presunto miembro de la logia masónica Propaganda 2, Juan Alberto Vignes, derechoso canciller, durante el asimismo derechizado gobierno de Isabel Martínez de Perón –“¿y el socialismo nacional?”, se preguntaba por entonces el intelectual peronista  Salvador Ferla-, atento a las comidillas de los agregados militares de la representación argentina en Chile, donde Albino Gómez se desempeñaba como Agregado Cultural en 1973, decidió trasladarlo castigado a la Managua de Anastasio Somoza, destino al que el afectado se negó a ir interrumpiendo así su carrera diplomática. Es que los uniformados murmurantes, devotos de la Seguridad Nacional en la que adoctrinaba la Escuela de las Américas de Panamá, repudiaban su accionar a favor de los perseguidos por el golpe septembrino de Pinochet, a varios de los cuales logró asilar en nuestra embajada en Santiago en honrosa conducta, por cierto fundada en los principios del Derecho Internacional Humanitario a los que su bonhomía incorporaba la dosis de particular conmiseración en la adversidad y de solidaridad sin medir riesgos.    
 
También en una anterior obra, su antología poética: “Sólo se trató de vivir y amar” (2014), trascribió jocoso a modo de epílogo la resolución de otro olvidable Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, esta vez de la dictadura cursillista de Onganía. Ese funcionario en obsecuente reverencia al embajador de los Estados Unidos de Norteamérica, el señor Cabot Lodge, a pedido de éste lo sancionó en mayo de 1970 con treinta días de suspensión  en sus funciones como Secretario de Embajada de Primera Clase y Cónsul de Primera. El virreinal representante en la República Argentina del líder del “mundo libre” y pretendido defensor universal de la libertad de prensa, había considerado ofensivo para su país el libro de poemas que Albino compuso en Washington D.C. agobiado por el individualismo yanqui. El libro era “La mufa”, que significa “enfado” y “malhumor” en lunfardo rioplatense. Sugiere la “enumeración del cansancio del hombre frente a las frustraciones concientes”, y marca “una muestra de audacia, ingenuidad y fe en la supervivencia humana”, en juicio a poco de publicarse vertido por el escritor Vicente Trípoli. 
 
Claro está: su “Elegía a los Estados Unidos de América” lleva por subtítulo: “Donde no hubo piedad ni para Martin Luther King” y a continuación pueden leerse versos como los siguientes, actuales pese a ser compuestos en plena Guerra Fría, varias décadas antes de la presente crisis del orden mundial unipolar y cuando era inimaginable la conformación de los BRICS como factor de poder político y económico: “Vengan a ver señores, / el espectáculo más grande/ del siglo./ Vengan a ver señores/ en vivo/delante de sus propios ojos/ para su propia/ personal e intransferible/ experiencia/ el espectáculo más grande/ del Mundo/ usted que leyó la Historia/ y tiene nostalgias/ de imperios acabados/ vea cómo se derrumba/ el último del siglo/ delante suyo.”
 
Pero hay algo más: su trato personal con Ernesto “Che” Guevara” al que le dedicó un extenso poema admirativo, sin ditirambos  ni disimulo de sus mutuas diferencias políticas.  Aunque cabe previamente aclarar que Albino Gómez, de lejana frecuentación a figuras del nacionalismo conservador y clerical en sus años de estudiante de Derecho, adscribió después al desarrollismo que lideró en la Argentina el ex Presidente Arturo Frondizi y del que Rogelio Frigerio fue el más potente ideólogo. No era pues un hombre de izquierda o de izquierdas, más allá que el contradictorio movimiento político al que perteneció hoy asociado al neoliberalismo macrista, despertó en su nacimiento a mediados de los cincuenta del pasado siglo, simpatías progresistas motivadas en ciertos principios de su plataforma electoral; aunque en el poder no trepidaron las autoridades de ese signo en reprimir huelgas, declarar el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), anular elecciones con triunfadores del disgusto oligárquico y suscribir contratos petroleros lesivos para la soberanía nacional. Sin embargo el hoy llamado Movimiento de Integración y Desarrollo había sido nutrido en su origen por hombres prominentes del socialismo como Dardo Cúneo o Marcos Merchensky e incluso del Partido Comunista como Eduardo Calamaro. Albino no provenía de esos espacios ni del reformismo universitario, aunque fue hasta el final de sus días lo suficientemente lúcido para reconocer que la crítica de Marx al capitalismo no ha perdido vigencia, manifestar que de haber vivido en España en 1936 hubiera defendido a la Segunda República  y que los Derechos Humanos no son negociables, conciencia que le hizo proclamar a los cuatro vientos en la Sudáfrica del “apartheid”, uno de sus destinos diplomáticos: “A Grecia llegué/ dos mil años después/ de lo debido/ y a Sudáfrica/ dos mil años antes/ de lo oportuno.”       
 
Para comprender mejor la razón de su homenaje al Che,  en las antípodas del tilingo esnobismo pequeño burgués de la esfinge del revolucionario en las remeras y el ánimo consumista a flor de piel, no está demás abrevar en otro de sus muchos libros, el ensayo: “Arturo Frondizi el último estadista” (2004). Y detenerse  en el relato que da cuenta cómo en la mañana del 18 de agosto de 1961, cuando se encontraba en la residencia presidencial de Olivos, cumpliendo sus funciones como asesor, el doctor Frondizi lo enteró que estaba por llegar de Punta del Este el Ministro de Industria de Cuba, al que media hora después recibió y condujo al despacho del Primer Magistrado. Lo vinculaba con el “Che” un lejano conocimientomás social que político y la participación de ambos en manifestaciones estudiantiles antiperonistas en la década anterior, “gorilismo” que pronto uno y otro exorcizaron.  Sería extenso transcribir sus consideraciones sobre ciertos detalles del encuentro y los lúcidos análisis que le sugirió en su hora la entrevista Frondizi-Guevara, la que precipitó el derrocamiento del primero a los pocos meses. Sólo como anécdota anotaremos que el treintañero Comandante le manifestó de entrada al intelectual de fuste que era Frondizi: “Doctor, usted sabe más de marxismo que yo”.   
 
El Albino de cuerpo entero que celebró en otra composición  al periodista y escritor español radicado en la Argentina,  Ramón Prieto, antiguo miliciano en la Guerra Civil Española y en 1925 integrante de la Columna Prestes en Brasil, volcó su nostalgia, incluso generacional, del “Muchacho Ché” -así acentuando su nombre de guerra- en versos como estos: “Qué lástima grande/ no haberte conocido antes/ o cuando te fuiste al menos/ dejándonos atrás/ con nuestros sueños dulces/ y nuestras polémicas de humos./ Nos quedábamos solos en las mesas/ sin saberlo/ llenos de juventud/ con la fuerza frustrada/ y una victoriosa vanidad./ (…) Seguramente el asma te había matado/ que era lo mejor/ para olvidarnos de nosotros mismos./ Después fue el oprobio/ de saberte vivo/ amanecido/ como un insulto resurrecto./ Guerrero en las batallas de la Isla/ en las selvas/ y en las sierras/ victorioso./ Ernesto “Che” Guevara/ Comandante./ Luego quisimos explicarnos a nosotros mismos/ quisimos explicarte./ Nos vimos brevemente en Buenos Aires./ Pensábamos distinto/ queríamos igual.”
                                  
Sirvan de muestra las trascriptas estrofas compuestas en metro libre,  para concluir que Albino Gómez ingresó ya al elegíaco parnaso guevariano, por la puerta grande y no de contrabando como Poncio Pilatos entró al Credo. Sabemos, por haber tenido el privilegio de su amistad, que no lo incomodaría ser ubicado allí junto a otro compatriota que bien valoraba: Alberto Szpunberg, autor del poemario “El Che Amor”.         

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