Hoy por hoy, el concepto de Metabolismo Social es clave para visualizar una nueva civilización sustentable, poscapitalista y posindustrial.
Víctor M. Toledo / LA JORNADA
Todo lo descrito en la primera parte de este ensayo (La Jornada, 13/2/24) permaneció en estado latente por más de un siglo, hasta que en 1997 Marina Fisher-Kowalsky, economista austriaca, publicó el capítulo de un libro con un título extravagante: “Society’s Metabolism: on the Childhood and adolescence of a Rising Conceptual Star” (“El metabolismo societario: la infancia y adolescencia de un naciente concepto estrella). Su revisión, que sólo incluyó media página sobre Marx y Engels ignorando todo lo escrito por A. Schmidt, logró, sin embargo, atraer la atención de los economistas interesados por los temas ambientales, especialmente los dedicados a la ecología urbana e industrial.
Por los mismos años varios marxistas puros y duros (James O’Connor, André Gorz, Paul Burkett,) publicaron sendos libros sobre ecología y marxismo, aunque sólo la obra Marx’s Ecology (2000), de John Bellamy-Foster, incluyó un capítulo dedicado al concepto de metabolismo social (MS). Esas publicaciones originaron una bifurcación, dos corrientes que durante las últimas dos décadas se han dedicado a escribir profusamente sobre el tema desde visiones, enfoques y objetivos diferentes. La primera, que se ubica dentro de la economía ecológica, se ha dedicado a generar teoría pero también metodologías sobre los intercambios de energía y materiales que fluyen entre la sociedad y la naturaleza. La segunda, de carácter filosófico, histórico y epistemológico, se empeña en demostrar que la tremenda crisis ecológica contemporánea sólo puede ser comprendida desde las lentes exclusivas de Marx y el marxismo. La primera parte de la necesidad de elaborar instrumentos para los análisis cuantitativos, la segunda se afana por meter la realidad a la teoría en vez de construir la teoría a partir de la realidad. Ambas se ignoran mutuamente y ambas, como se puede constatar por el número de investigadores, publicaciones y citas, posee su propio “público o coro académico”.
Es dentro de la economía ecológica, que Manuel González de Molina y quien esto escribe, él historiador andaluz y yo ecólogo mexicano, ambos comprometidos en el estudio del campesinado, decidimos en 2000 escribir un libro sobre MS, a partir de una percepción común. La inmensa mayoría de las investigaciones estaban centradas en la cuantificación de los flujos de materia y energía, y no existía un modelo coherente entre los procesos biofísicos y sociales. Los análisis seguían manteniendo sólo “cajas negras”, y se ignoraban los mecanismos propiamente sociales de carácter inmaterial o intangible. En otras palabras, el MS se había convertido en mero enfoque cibernético cuantificador de los flujos de materiales y energía a diestra y siniestra.
La tarea nos tomó una década y en 2011 apareció Metabolismos, naturaleza e historia (Editorial Icaria). Años después dedidimos publicar una versión inglesa agegando todo lo que habíamos avanzado y entonces se publicó The Social Metabolism: a Socio-ecological Theory of Historical Change (2014), cuya segunda edición, revisada, actualizada y aumentada, comenzó a circular hace dos semanas (Springer). En estas tres obras desarrollamos teoría que aporta cinco novedades mayores, partiendo de las contribuciones de autores claves, como N. Georgescu-Roegen, I. Prigogine, L. Tyrtania, N. Luhmann, M. Giampietro, M. Fisher-Kowalski, E. Tello y J. Martínez-Alier. Nuestros libros: a) ofrecen un modelo básico del MS; b) distinguen entre las dimensiones materiales e inmateriales (simbólicas, culturales, legales, institucionales); c) reconocen la existencia de tres tipos de flujos (de materia, energía e información); d) integran la segunda ley de la termodinámica, pues independientemente de su grado de complejidad, todo sistema (físico, biológico o social) opera sin violar las leyes más generales de la materia, aunque exploramos en detalle cómo existen mecanismos virtuosos que logran convertir el caos en orden (estructuras disipitativas) asegurando la existencia de organismos vivos y sociedades, y e) desarrollan un abordaje espacio-temporal del MS al distinguir cuatro escalas (local, regional, nacional y global) y tres regímenes metabólicos (cinegético, agrario e industrial) existentes a lo largo de la historia.
A pesar de que nuestro libro de 2014 ha sido consultado unas 8 mil veces (Google Scholar y Research Gate), el número de citas permanece relativamente bajo (unas 450). Pensamos que las deformaciones provocadas por el “paperismo”, además de la explosiva multiplicación de artículos, libros y tesis (un análisis bibliométrico derivado del Google Scholar arrojó más de 10 mil publicaciones sobre MS en seis lenguas (ver: https://redibec. org/ojs/index.php/revibec/article/ view/99/17) explican lo anterior. Hoy por hoy, el concepto de MS es clave para visualizar una nueva civilización sustentable, poscapitalista y posindustrial. Mientras, seguiremos contribuyendo desde las trincheras del pensamiento complejo y crítico.
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