Este domingo el pueblo panameño votó en elecciones generales por un nuevo presidente. Cada cinco años todo el sistema político de Panamá se renueva por lo que también las y los ciudadanos votaron a los 20 diputados al Parlamento Centroamericano, 71 diputados ante la Asamblea Nacional, 81 alcaldes de distrito, 701 representantes de corregimiento y 11 concejales.
En este proceso electoral pareciera que lo único que transcurrió con normalidad fue la jornada electoral. Con una participación del 77,58% la jornada cívica finalizó de manera ordenada con resultados oficiales a primeras horas de la noche y con el reconocimiento de los mismos por todas las fuerzas políticas.
Con el 34,35% de los votos el abogado y diplomático José Raúl Mulino será el mandatario del próximo quinquenio. Su mensaje de recuperar la bonanza al país que vive una creciente desigualdad social hizo mella en un importante sector del electorado. Habiendo sido ministro de Gobierno y Justicia y de Seguridad Pública durante el mandato de Ricardo Martinelli, Mulino fue ungido como el sustituto del exmandatario cuando el Tribunal Electoral inhabilitó al expresidente por estar condenado por lavado de dinero. Así fue que sin mediar proceso partidario interno de designación, la autoridad electoral oficializó la candidatura de Mulino por el Partido Realizando Metas (RM, siglas de Ricardo Martinelli).
Por el contrario a la jornada de este domingo, el contexto pre electoral fue mucho más engorroso.
El nuevo presidente contó con la inmensa colaboración del Tribunal Electoral y de la Corte Suprema de Justicia que lo posicionaron en la agenda pública al debatir si su candidatura era constitucional o no. El día 3 de mayo, a solo dos días de las elecciones más inciertas que la democracia panameña haya atravesado, teniendo en vilo a la ciudadanía y condicionando las estrategias de campaña del resto de las candidaturas, la Corte Suprema de Justicia de Panamá declaró la constitucionalidad.
En una clara muestra de la opción por la inacción, el Tribunal Electoral no sancionó ninguna de las maniobras que el expresidente Martinelli ejerció desde la embajada de Nicaragua donde detenta un inverosímil asilo político. Luego de que la decisión de la autoridad electoral condicionara la participación de Mulino a la no injerencia de Martinelli en la contienda electoral, el exmandatario convirtió la sede diplomática en un búnker y participó vía zoom del acto de cierre de campaña.
En segundo lugar, con un discurso de ruptura con el sistema político se posicionó Ricardo Lombanda (25,04% de los votos). Luego que en 2019 sorprendiera en las urnas siendo un candidato independiente, en esta elección se postuló con el partido político Movimiento Otro Camino (Moca) y se propuso como “lo nuevo” logrando afección en muchos jóvenes. En Panamá el 40% de los electores tiene menos de 40 años.
En tercer lugar quedó Martin Torrijos, quien ya alejado del Partido Revolucionario Democrático que lo llevó al poder en 2004, apoyado por el Partido Popular y con un discurso enfocado en la recuperación económica y en la búsqueda de la Unidad Nacional, logró adhesión de muchos militantes del partido fundado por su padre Omar Torrijos que quedaron desencantados con la gestión del presidente Laurentino Cortizo y con el proceso de las elecciones primarias partidarias.
Muy por debajo se posicionaron los partidos políticos que dominaron el sistema político los últimos 35 años: Partido Panameñista, Centro Democrático y el oficialista Partido Revolucionario Democrático, algo que sin dudas marcará la reconfiguración del sistema de partidos los próximos años.
El deterioro de los partidos tradicionales puede explicarse por la actual coyuntura sociopolítica de Panamá. En la década de los noventa, el predominio de dos partidos principales, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y el Partido Panameñista, dio paso a la emergencia de "terceras fuerzas", como Cambio Democrático, que desafiaron este bipartidismo.
El primer desvío se produjo con el ascenso de Cambio Democrático, llevando al empresario Ricardo Martinelli a la presidencia entre 2009 y 2014, cambiando el equilibrio de poder político. Luego, la introducción de la libre postulación presidencial permitió que candidatos independientes ganaran relevancia, reflejando el descontento generalizado con la clase política tradicional. Factores como la corrupción, la crisis económica y el uso creciente de redes sociales en las campañas electorales han exacerbado estas tensiones.
La pandemia de Covid-19 ha agravado la situación económica y social, aumentando la percepción de corrupción y disminuyendo la aprobación del gobierno. Las protestas de la Alianza Nacional por los Derechos del Pueblo Organizado y otros grupos en 2022 y 2023 reflejaron el malestar generalizado y la demanda de cambios estructurales. Las masivas movilizaciones durante el 2023 contra la minería y la declaración de inconstitucionalidad por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Ley que habilitaba las operaciones de la minera Quantum Minerals fueron un síntoma del cambio de rumbo que reclamaba la ciudadanía.
Todo esto sumado a la crisis migratoria, que sin dudas será un tema que tendrá que enfrentar el nuevo presidente, tras el masivo flujo de desplazamiento poblacional a través de la selva del Darién, única ruta terrestre para llegar a Estados Unidos desde Sudamérica.
Se suma también la crisis hídrica histórica por la que se ha tenido que limitar el número de buques que cruzan cada día, ya que el canal de Panamá sufre una baja del nivel del agua que podría ocasionar una pérdida estimada de 500 y 700 millones de dólares al país, y por último la crisis institucional.
En definitiva el inhabilitado expresidente impuso su popularidad en las urnas y llevó a su delfín a la presidencia, conectando con una ciudadanía que prefiere recordar la estabilidad económica de su gobierno por encima de los demostrados delitos de guante blanco. Un gobierno que, aunque favorecido por el poder judicial para contender, fue refrendado por el voto popular.
Los análisis éticos en materia de preferencias electorales parecieran estar fuera de la agenda cuando las urgencias económicas apremian. Ahora le tocará al nuevo presidente demostrar que es él quien ejerce el poder, satisfacer las altas expectativas ciudadanas antes que la frustración le toque las puertas del Palacio de las Garzas.
Dolores Gandulfo es Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL). Miembro del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina, de la Asociación Argentina de Estudios Internacionales (AERIA) y de la Red de Politólogas.
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