José Serra, el candidato opositor al PT en Brasil, propone reemplazar al Mercosur y a las demás alianzas periféricas (UNASUR, BRIC, etc.) por un conjunto de “tratados de libre comercio”. El repliegue político de Brasil significaría automáticamente un decisivo aumento de la influencia de los Estados Unidos en América Latina, daría vía libre a sus estrategias de desestabilización y conquista.
(Fotografía: José Serra, candidato del PSDB, tomada de www.midiaindependente.org)
Las declaraciones de José Serra hostiles al Mercosur pronunciadas ante empresarios de la Federação de Indústrias de Minas Gerais (FIEMG), deberían constituir una señal de alarma no sólo para Brasil, sino también para la mayor parte de los países de la región. Como señalaba recientemente un periódico de Buenos Aires, ese exabrupto está en abierta contradicción con el hecho de que cerca del 90% de las exportaciones industriales de Brasil son compradas por los países del Mercosur y otros de América Latina (1).
Las declaraciones del candidato derechista aparecen como una invitación al suicidio del sistema industrial brasileño que quedaría expuesto a la feroz competencia en América Latina de países desesperados por aumentar sus ventas. Por ejemplo, China, que acaba de tener en marzo de este año su primer déficit comercial mensual desde hace más de un lustro y cuyas exportaciones (en su casi totalidad industriales) cayeron en 2009 cerca del 16% respecto a 2008. Pero también de gigantes económicos como Alemania y otras economías europeas de alto y mediano desarrollo o de los Estados Unidos, todos ellos acosados por la contracción del comercio internacional provocada por la crisis.
La propuesta de Serra de revisar los acuerdos del Mercosur (a los que considera “una farsa” y “un obstáculo”) apuntando, como el mismo lo proclama, a su “flexibilización” reduciendo al mínimo el proceso de integración económica, política y social hasta llegar incluso a su eliminación, ha sido recibida con gran alegría por los círculos más reaccionarios de América Latina y de los Estados Unidos: la publicación América Economía dio a la noticia una imagen de ruptura apocalíptica titulando “José Serra reafirma que no quiere que Brasil continúe en el Mercosur” (2).
Si Serra llega a la presidencia y aplica su promesa de liquidación del Mercosur, le estaría dando un golpe terrible a una de las mayores proezas económicas de Brasil: el boom de sus exportaciones, que pasaron de 58.200 millones de dólares en 2001 a 197.900 millones de dólares en 2008 (340% de aumento) (3). Como es sabido, las exportaciones brasileñas cayeron cerca de 22% en 2009 debido a la crisis internacional, pero la caída hubiera sido mucho mayor sin la existencia de la retaguardia latinoamericana, sin esos países vecinos ligados a Brasil por múltiples lazos económicos, políticos y culturales. Romper o aflojar esos lazos en un contexto internacional como el actual marcado por una crisis que se va agravando sería una locura, Brasil le estaría regalando una importante porción de los mercados regionales a competidores de todos los continentes.
Integraciones periféricas, deterioro de las viejas potencias centrales
La propuesta de Serra marcha a contramano de la tendencia global dominante hacia las integraciones periféricas que aparecen como respuestas a las crecientes dificultades de las economías de las potencias centrales (Estados Unidos, Unión Europea y Japón).
A comienzos de 2010 China firmó un acuerdo de integración comercial con los países del sudeste asiático agrupados en la ASEAN (4) abarcando mercados donde viven casi 1.900 millones de personas; pocos meses antes se había firmado un acuerdo similar entre la ASEAN e India. Si superponemos ambos acuerdos y sumamos sus poblaciones (China mas India más ASEAN) llegaríamos a unas 3.000 millones de personas, cerca del 45% de la población mundial. Ese proceso enlaza con la integración chino-rusa, uno de cuyos baluartes es la Organización de Cooperación de Shanghai, que además agrupa a las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y tiene como observadores en proceso de incorporación a India, Pakistán, Mongolia e Irán.
Este movimiento de integración eurasiática incluyendo a más de la mitad de la población mundial está cambiando no solo la estructura del comercio internacional sino también sus relaciones políticas y militares, es el corazón de la despolarización mundial, del fin de la unipolaridad gobernada por el Imperio norteamericano.
La otra tendencia integradora importante es la de América Latina que, partiendo del Mercosur, se fue extendiendo a través de diversas iniciativas llegando a la UNASUR (390 millones de habitantes y un Producto Bruto regional cercano a los 3,9 millones de millones de dólares) y a la recientemente creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELC). El vínculo entre esos dos fenómenos regionales es el BRIC, convergencia entre Brasil, Rusia, India y China donde Brasil es precisamente el eslabón que los articula estratégicamente.
Esta nueva realidad va mucho más allá del nivel comercial o incluso económico, expresa el ascenso de un inmenso espacio de poder periférico cuyos países líderes han podido resistir mucho mejor el impacto de la crisis que las grandes potencias capitalistas. Mientras los Estados Unidos van llegando a un nivel insostenible de deuda publica (cercana al 100 % del producto Bruto Interno) y la Unión Europea aparece muy golpeada por la crisis griega, detonador de un desastre regional mucho mayor, América Latina se ha venido desendeudando: en el año 2003 su deuda externa pública representaba cerca del 60 % del Producto Bruto regional y para 2008 había caído al 30%. Ello lo consiguió creciendo y exportando, con varias de sus economías claves apartándose de la ortodoxia neoliberal y de la hegemonía de los Estados Unidos.
En síntesis: la periferia se está integrando, sus naciones comercian cada vez más entre si, mientras los países ricos (el área imperialista del mundo) aparecen atrapados por la crisis con sus mercados internos estancados o contrayéndose.
Sin embargo, el ascenso de la periferia no es inexorable, dependerá de la forma en que responda a una crisis sistémica global que se profundiza, dependerá de su capacidad para superar las barreras, las trampas de un sistema capitalista mundial regido por potencias decadentes y hegemonizado por el parasitismo financiero y sobre todo en el largo plazo de su capacidad para liberarse de esa pesada telaraña civilizacional (burguesa de raíz occidental) que la condenó al subdesarrollo.
Las derechas locas
Lo que Serra propone es un camino perverso: salir del proceso integrador periférico y someterse completamente a las turbulencias del mercado internacional sin ningún tipo de escudo protector regional o periférico transregional. De ese modo Brasil pasaría a formar parte de la estrategia de recomposición geopolítica imperial de los Estados Unidos, uno de cuyos capítulos decisivos es la desestructuración de las integraciones periféricas tanto la de Eurasia como la de América Latina.
Serra propone reemplazar al Mercosur y a las demás alianzas periféricas (UNASUR, BRIC, etc.) por un conjunto de “tratados de libre comercio” . El repliegue político de Brasil significaría automáticamente un decisivo aumento de la influencia de los Estados Unidos en América Latina, daría vía libre a sus estrategias de desestabilización y conquista. El contexto regional de estabilidad logrado en la década pasada se deterioraría rápidamente. Un solo caso ejemplifica bien este peligro: Bolivia estuvo hace poco tiempo a punto de entrar en guerra civil debido a la convergencia golpista de su derecha neofascista y del aparato de inteligencia del gobierno de Bush. El golpe cívico-militar que habría desatado esa catástrofe fue en buena medida evitado gracias a la intervención política de los países del Mercosur, que dieron un apoyo decisivo al gobierno constitucional de Evo Morales. El derrumbe de la democracia en ese país seguramente habría alentado tentativas similares en otras naciones como Paraguay, Ecuador e incluso Argentina, convirtiendo a una parte importante del entorno geográfico de Brasil de un área caótica, plagada de frentes reaccionarios que finalmente habrían afectado su estabilidad democrática y su dinámica productiva.
En el esquema-Serra sin la red protectora de aproximaciones y acuerdos políticos, económicos y culturales, Brasil tendría un solo camino para proseguir su desarrollo comercial en un mundo cada vez más difícil: el de la competencia salvaje respaldada por salarios e impuestos reducidos, es decir, apoyada sobre la miseria creciente del grueso de su población (empezando por los asalariados y siguiendo por las clases medias) y el achicamiento del Estado e inevitablemente sobre la expansión de las estructuras represivas destinadas a mantener el orden social y político; en suma, el deterioro acelerado de las libertades democráticas. Como vemos, el proceso empieza con un discurso “comercial” y culmina necesariamente con un modelo político claramente autoritario.
De ese modo Serra pasa a formar parte del abanico de políticos latinoamericanos de raíz neoliberal, nostálgicos de las viejas relaciones neocoloniales con el Imperio. Estos dirigentes superados por las tendencias integradoras y autonomizantes hoy dominantes en la periferia están lanzados a una reconquista desesperada de los gobiernos.
El tiempo les juega en contra, la realidad se les va escapando, el amo imperial al que quieren servir está enredado en sus propios y muy graves problemas lo que lo hace cada vez más irracional. Aumento de la irracionalidad en los sistemas de poder del centro decadente del mundo y también en sus sirvientes periféricos.
Las derechas locas, degradadas, plagadas de brotes fascistas están ahora de moda en América Latina, en cierto sentido expresan el pasado (neoliberal) aunque sobre todo constituyen la promesa de un futuro siniestro.
¿Que otra cosa es la derecha boliviana que aspira a imponer un régimen de apartheid? Pensemos en la caótica derecha argentina, cuyo único programa es el retorno a los planes de ajuste y la represión de los movimientos sociales, en la derecha golpista paraguaya y sus delirios dictatoriales, en la derecha venezolana que ya ensayó un golpe de estado fascista e inviable y que está dispuesta a repetir la hazaña.
Sus proyectos de orden elitista autoritario forman parte de la decadencia cultural de los círculos de poder que manejaron al mundo en la era neoliberal, la de la hipertrofia del parasitismo financiero, de la depredación desenfrenada de recursos naturales y humanos. Esos sectores están ahora sumergidos en una crisis sistémica que lo va desorganizando, caotizando, no solo en el nivel de sus estructuras económicas sino también en el plano psicológico, lo que los hace cada día más peligrosos, imprevisibles.
NOTAS
(1) “Jornal argentino questiona posição de Serra sobre Mercosul”, Carta Maior, 22/04/2010.
(2) “José Serra reafirma que no quiere que Brasil continúe en el Mercosur”, América Economía, 21/04/2010.
(3) IPEA, Brasil en desenvolvimento, Volume I, 2009.
(4) Miembros de la ASEAN; Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Laos, Birmania y Camboya.
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