sábado, 1 de junio de 2013

Ecuador: El valor de las utopías

Los logros alcanzados por la Revolución Ciudadana y la presencia de Gabriela Rivadeneira y otras mujeres de gran mérito a la cabeza de este proceso, muestran la capacidad movilizadora y transformadora de las utopías en la búsqueda de un mundo mejor y más equitativo.

Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo

Gabriela Rivadeneira (centro), presidenta
de la Asamblea Nacional de Ecuador.
Gabriela Rivadeneira, la joven e inteligente presidenta de la Asamblea Nacional, ha puesto nuevamente en el ámbito del debate político el tema de la utopía. Lo ha hecho con esa fuerza apasionada con que los jóvenes de hoy exponen y defienden sus sueños de futuro, para un país que está en trance de abandonar un pasado sombrío y que hoy aparece teñido con el verde color de la esperanza.

Precisamente por venir de la juventud, esa invocación a la utopía adquiere un valor trascendental, porque significa que las mentes jóvenes han hecho suyos los viejos sueños de justicia social, trabajo compartido y paz que yacen en el fondo del espíritu humano y que tuvieron en la obra de Tomás Moro una de sus más acabadas expresiones.

Moro, un humanista inglés de fines del siglo XV y comienzos del XVI, se angustió ante el panorama de guerra, miseria y brutal explotación de los trabajadores que se veía por toda Europa, plagada de soldados mercenarios, campesinos hambrientos, ladrones, vagabundos, ancianos y enfermos abandonados.

Fue así que se puso a soñar con un mundo distinto e imaginó la existencia de una especie de isla o península aislada, en la que una multitud de hombres buenos y generosos habían construido una nueva sociedad sin ricos ni pobres, basada en la paz, la tolerancia, el esfuerzo común y el reparto equitativo de los bienes del trabajo humano.

Mas el inicio del tercer mandato de Rafael Correa ha sido también ocasión propicia para el rescate de otras utopías, de similar trascendencia. Una de ellas, el antiguo y siempre nuevo sueño de la unidad latinoamericana. Un sueño que en Bolívar adquirió valor profético, cuando escribió en su Carta de Jamaica: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados”.

Otra utopía rescatada por los líderes de la Revolución Ciudadana ha sido el sueño de modernidad nacional que impulsó Eloy Alfaro. Una modernidad que apuntaba a la superación de la pobreza y la delincuencia mediante la creación de nuevas fuentes de trabajo y especialmente a través de una industrialización protegida.

En fin, parte de ese sueño alfarista era la integración de las mujeres a la construcción de la nueva sociedad. Decía don Eloy que “nada hay tan doloroso como la condición de la mujer en nuestra patria” y por eso se propuso “abrirle nuevos horizontes, hacerla partícipe de las manifestaciones del trabajo compatible con su sexo, llamarla a colaborar en los concursos de las ciencias y las artes; ampliarle, en una palabra, su campo de acción, mejorando su porvenir”.

Ahora, los logros alcanzados por la Revolución Ciudadana y la presencia de Gabriela y otras mujeres de gran mérito a la cabeza de este proceso, muestran la capacidad movilizadora y transformadora de las utopías en la búsqueda de un mundo mejor y más equitativo.

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