sábado, 29 de junio de 2013

De Assange a Snowden: el imperio y su huella

Ecuador ha tenido la grandeza de no haber dicho, en el difícil caso de Jualian Assange, “aparten de mí este cáliz”. Pero si no hay decisión clara y mayoritaria de acompañarlo en circunstancias tan difíciles como la que se plantea ahora con el agente de la CIA Edward Snowden, la carga solitaria de esta pesada mochila se haría difícil de sostener.

Roberto Follari / El Telégrafo (Ecuador)

En medio de su cacería del agente Edward Snowden, EE.UU amenazó a Rusia, China y Ecuador.
Como si el cumpleaños del encierro obligado de Julian Assange fuera poco, la (i)legalidad internacional pende ahora sobre la figura de Edward Snowden. El extécnico de la CIA reveló en cuánto todos vivimos en condición de vigilancia permanente en el mundo, a partir de la autopostulación de EE.UU. como gendarme global, con derecho a toda clase de atropellos a la privacidad y las garantías individuales. La venganza del imperio, en la peor tradición de los filmes de Hollywood en los cuales el norte tiene siempre razón, se ciñe ominosa sobre el joven técnico que estuviera hasta hace unos días recluido en China.

Snowden, mientras escribíamos este texto, se estaba moviendo en la clandestinidad, intentando ser aceptado por la diplomacia ecuatoriana como refugiado político. Por cierto, la actitud del Gobierno del Ecuador ha sido ejemplar en el caso Assange, sosteniendo la legalidad internacional y la exigencia de que se respeten la vida y libertad del australiano, así como la entrega del salvoconducto que Inglaterra sigue negando. Y es de esperar que exista intención de responder positivamente también el pedido de Snowden, en atención al derecho que  le cabe como perseguido político que ha pedido explícitamente asilo.

Al margen de la decisión que compete al Gobierno ecuatoriano tomar, es notorio que desde EE.UU. ven con enorme rechazo situaciones como la de Assange, a la cual se suma ahora la de Snowden. Y es evidente que la decisión soberana y valiente que Ecuador ha tenido con Assange implica descontento muy abierto para la diplomacia y el espionaje que se ejercen (siempre entremezclados entre sí) desde el coloso del norte. Si Ecuador decide brindar asilo a Snowden -y ojalá quiera y pueda hacerlo a partir de la convicción democrática que anima a su Gobierno- sin dudas que las iras norteñas aumentarán sensiblemente.

Al respecto, se hace imprescindible una intervención y apoyo regionales, dados -por ej.- por vía de Unasur. No puede dejarse solo al Ecuador ante situaciones tan tensas y decisorias desde el punto de vista de la geopolítica mundial.  Ecuador ha tenido la grandeza de no haber dicho, en el difícil caso de Assange, “aparten de mí este cáliz”. Pero si no hay decisión clara y mayoritaria de acompañarlo en circunstancias tan difíciles como la que se plantea ahora con Snowden, la carga solitaria de esta pesada mochila se haría difícil de sostener.

Apostemos a la solidaridad regional, entonces, la cual tantas veces se ha manifestado activamente en situaciones difíciles, tanto para Ecuador como para otros países de la zona, cuando ha sido amenazada su condición democrática (desde el 30-S a los ataques a Evo Morales desde la denominada “Media Luna”). Es imprescindible aunar fuerzas y concentrar voluntades frente a la prepotencia repetida que nos asola desde el capitalismo avanzado.

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