sábado, 15 de junio de 2013

Las elecciones en el Cono Sur

En varios países del Cono Sur se realizarán –en un lapso relativamente breve– elecciones muy importantes. Sobre todas ellas pesa la sombra de la muerte dramática de Hugo Chávez y la incertidumbre respecto al curso posterior del proceso bolivariano, que crea la difícil situación económica en que se encuentra el gobierno de Nicolás Maduro, socio de todos esos países en el Mercosur y la UNASUR.

Guillermo Almeyra  / LA JORNADA

Michelle Bachelet intentará desplazar
a la derecha del poder en Chile.
Si tuviésemos que resumir al máximo el análisis, se podría decir que en Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina los futuros gobiernos estarán en una situación más difícil que en el pasado y entrarán en un periodo de turbulencias, y que sólo Chile estará mejor, ya que es casi segura la derrota de la derecha en la sucesión del gobierno desastroso y conflictivo de Sebastián Piñera.

En primer lugar, los que por profesión o masoquismo intelectual se dedican a echar incienso a los gobiernos “progresistas”, sólo ven cuando hay que encontrar excusa a una mala noticia nacional, debe ser considerado, en cambio, como un factor fundamental para el análisis de las perspectivas. Me refiero al curso probable de la economía mundial, del cual ellos prescinden en sus proyecciones como si sus respectivos países estuviesen situados en Marte y no en este atribulado planeta en crisis económica política, social y ecológica.

Ahora bien, la levísima recuperación de la economía estadunidense tiene bases muy frágiles, y el único sector al que realmente le va bien es el financiero, precisamente el causante de la crisis. Por su parte, las economías china y la de India, cada vez más importantes para Venezuela, Brasil y Argentina, tienen ahora un crecimiento inferior al de hace unos años (China crece cerca de 6 por ciento, contra el 8 considerado mínimo para evitar graves conflictos sociales, y muy lejos del 10 de hace un lustro). Por consiguiente, las cuantiosas inversiones, sobre todo chinas, y las compras masivas de bienes primarios, si bien no pueden disminuir demasiado, dado el tamaño que han logrado esas economías, de todos modos podrían estancarse o incluso disminuir. La recesión europea, al mismo tiempo, perdurará y se agravará en el periodo próximo y Estados Unidos está sustituyendo el petróleo que importa con el que extrae de los exquistos bituminosos, lo que disminuye, tendencialmente, su dependencia de Venezuela (y también tendencialmente hace temer por los excedentes venezolanos de la venta de petróleo que han servido para sostener el Alba, Petrocaribe y los planes en Unasur). En cuanto a Caracas, estamos en la hora del ahorro y del reordenamiento de una economía que gasta más de lo que obtiene vendiendo su petróleo, tiene deudas que hay que pagar y deberá recurrir a la racionalización económica, si no al racionamiento de muchos productos de consumo esencial que deben ser pagados en divisas cada vez más escasas.

En segundo lugar, la “luna de miel” de gobiernos como el argentino o el boliviano con las mayorías dejó el paso a un “casamiento de interés”, o sea, al apoyo a gobernantes que empiezan a aparecer no como salvadores, sino como los menos peores. No hay duda de que el kirchnerismo ganará las elecciones parlamentarias de octubre próximo y muy probablemente mantendrá su mayoría en ambas cámaras, pero 54 por ciento de los votos que obtuvo Cristina Fernández posiblemente se reducirá a 35 o 40 por ciento, lo que convertirá al kirchnerismo en la primera minoría, agravando sus tensiones internas, con vistas a las presidenciales de 2015.

Igualmente, la sucesión de José Pepe Mujica –casi seguramente por un segundo mandato de Tabaré Vázquez– marcará una oscilación hacia la derecha en el Frente Amplio y en el país, y agravará la posibilidad de nuevos conflictos con Argentina y de acercamientos a Estados Unidos.

En Bolivia, por su parte, Evo Morales sin duda reafirmará su mayoría con el apoyo de los campesinos, pero en las ciudades –con el Movimiento Sin Miedo y la Central Obrera Boliviana y su partido de los trabajadores– tendrá una oposición de izquierda, y ya no una de derecha, porque la misma está hecha trizas. Los conflictos sociales y ecológicos estarán a la orden del día y Bolivia agravará su dependencia de los mercados brasileño y argentino, y de la exportación de gas y minerales para la industria ajena.

En Chile, en cambio, la candidatura de Michelle Bachelet, que cuenta con el apoyo del Partido Comunista, probablemente, si la futura presidenta cumple sus promesas sobre la educación estatal, gratuita y laica, canalizará hacia el aparato estatal parte de la protesta social urbana y rural, lo cual dará relativa paz y oxígeno político al gobierno reformista y tibio de Bachelet, pero habrá que ver qué cambios se producen en la política exterior de Chile y si el país se acercará al Mercosur y reforzará la Unasur o mantendrá su alianza privilegiada del Pacífico con Perú, Colombia, México (y Estados Unidos). La piedra de toque será próximamente la posición chilena ante el conflicto marítimo con Perú y ante la reivindicación boliviana de su salida al mar.

En todos los partidos y grupos que apoyan a los gobiernos del Cono Sur se están tejiendo y retejiendo a toda máquina alianzas externas e internas, pues también estarán en juego gubernaturas, diputaciones, bancas de senador y alcaldías, o sea, poderes locales.

En todas partes las oposiciones, como en Argentina, son muy heterogéneas y están muy desunidas como para presentar en las urnas una alternativa creíble. Por ese motivo recurrirán cada vez más brutalmente a su poder de facto, a los medios de información, que funcionan como partidos de opinión, y a las palancas económicas que dominan en el campo financiero o de la exportación. En resumen: dada la falta de una alternativa de izquierda, la lucha en el establishment será aún más dura en este periodo de “vacas flacas”.

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