Recuerdo cuando en
Viena en el año 2006, en el marco de la Cumbre Unión Europea-América Latina, el
presidente Chávez se reunió con ella por primera vez; al preguntarle si tras la
reunión emergía alguna instrucción para el gobierno, el Comandante solo dijo:
“Ella es la hija de mi General Bachelet”. Solo eso es. No le da para nada
más.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Prudente silencio hice ante el
anuncio de la visita a Venezuela de Michelle Bachelet en su condición de Alta
Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos. A pesar que tuve el
natural impulso de escribir sobre el tema dado los antecedentes políticos de la
funcionaria internacional, me abstuve por respeto a muchos amigos en el país y el
exterior que forjaron expectativas a partir de la supuesta honorabilidad y
respetabilidad de la susodicha, lo cual auguraba neutralidad e imparcialidad en
el informe que habría de elaborar.
Es menester decir que como hijo
de un hombre que fue preso y torturado en democracia en Venezuela y en
dictadura en Chile, que además tengo decenas de amigos y amigas que pasaron por
la prisión, la tortura y la desaparición forzada en varios países de la región,
repudio y rechazo la práctica de violación de los derechos humanos venga de
donde venga, y la Alta Comisionada que es la autoridad superior en esta materia
en el mundo debería también observar esta compostura en el cumplimiento de sus
responsabilidades.
De esta manera, no me voy a
referir al informe que hizo, el cual ni siquiera voy a leer, pero, como le dije
a todos los que quisieron escucharlo, ese informe estaba hecho antes que
Bachelet llegara a Caracas, agregando el hecho que –dada la trayectoria de la
mencionada funcionaria- muy probablemente el mismo había sido elaborado en
Washington. Hoy, eso ha quedado demostrado cuando el gobierno de Venezuela ha
dicho que el 82% de los datos del informe provienen de fuera del país. Tengo
serias dudas que ese trabajo haya podido hacerse después del viaje de la Comisionada
a Caracas. No, ya estaba elaborado.
Es decir, no se trata de si el
informe dice o no dice la verdad, sino de cuánta veracidad pueda tener un
reporte de una oficina que tiene una pésima reputación y de una funcionaria que
carece de credibilidad en materia de derechos humanos dadas las continuas
violaciones de los mismos mientras fue presidenta de Chile, sobre todo en la
brutal represión al pueblo mapuche.
Otros, argumentaban que nada
podría ser peor en materia de lealtades imperiales que las del antecesor de
Bachelet en tal responsabilidad, el príncipe jordano Zeid Ra´ad al Hussein de
conocida subordinación a Washington donde hizo una larga pasantía como
embajador de Jordania primero y representante de su país en la ONU
posteriormente.
Pero, como dice un sabio dicho
popular en Venezuela “deseos no empreñan”, me impresionó la inocencia de tantas
personas que todavía tienen a Bachelet como un adalid de los derechos humanos
cuando su impronta muestra todo lo contrario. Parece increíble que alguien
pueda pensar que Bachelet pueda ser imparcial respecto de Venezuela cuando ella
fue activa y entusiasta fundadora del grupo de Lima, un anexo de la OEA creado
para propiciar el derrocamiento del gobierno venezolano. En el colmo de la
desfachatez, en algún momento, cuando se le inquirió sobre tal asunto, echó
toda la culpa de sus actuaciones en esta materia a su canciller Heraldo Muñoz,
a quien según dijo “no puedo controlar”.
Fiel a esa forma de actuar y
pensar, una vez más Bachelet le ha hecho asumir la responsabilidad sobre el
actuar de su oficina a los funcionarios colocados en sus puestos “por mi
antecesor” a los que supuestamente tampoco puede controlarBachelet, es de esos
extraños personajes que en política podrían caracterizarse de “extremo centro”,
es decir no opinar, no comprometerse, dejar hacer, echar la culpa a otros y no
asumir responsabilidades, al parecer características afines a la política
chilena si nos atenemos a que dos veces fue elegida presidenta de la nación
austral, pero tal identidad en ella no es natural, es asumida concientemente
por instrucciones superiores que estudiaron su perfil y entendieron que era esa
la forma más adecuada para colocarla en
las más altas instancias de gobierno.
En junio de 2014 cuando Zeid
Ra´ad al Hussein fue elegido para el cargo, los abogados especialistas en
derechos humanos Javier El-Hage y Roberto González escribieron un artículo en
el periódico madrileño El País en el que al describir esa responsabilidad
dentro de la estructura de la ONU decían que: “…hasta ahora las acciones del
alto comisionado han sido en el mejor de los casos tímidas, por lo general
carentes de norte democrático y a veces incluso reñidas con los ideales que
persigue. Esto se debe a que la OACDH sufre, aunque en menor medida, del mismo
problema estructural que padecen otros órganos de la ONU como el Consejo de
Seguridad y el Consejo de Derechos Humanos, cuyos pronunciamientos y acciones
concretas están altamente influenciados por dictaduras con poder de veto y
membrecía mayoritaria”. Si nos atenemos al historial de los dos últimos altos
comisionados, estas opiniones resultan ampliamente atinadas.
En el caso de Michelle
Bachelet, después de ser una insignificante militante política en el partido
socialista de Chile -según un artículo publicado en el desaparecido periódico
santiaguino La Nación, el 16 de enero de 2006- se marchó a Estados Unidos a
cursar “…un diplomado sobre estrategia militar en la Academia Nacional de
Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE) —al que asistieron doce alumnos: seis
oficiales de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad, y seis civiles donde
-por su buen rendimiento—obtuvo el primer lugar de la promoción, y gracias al
patrocinio de la Beca Presidente de la República continuó en 1997 un curso
superior sobre defensa continental en el Colegio Interamericano de Defensa,
ubicado en Washington D. C., Estados Unidos. A su regreso en 1998, Bachelet
trabajó un año como asesora del Ministerio de Defensa Nacional” Curiosamente, a
partir de ese momento inició su fulgurante despegue político que la llevó -en
tan solo 8 años- a ser elegida presidenta de Chile. Todo indica que
difícilmente ha podido desprenderse de la tutoría que el Pentágono ha ejercido
en ella.
Según la organización Mapuche
Meli Wixan Mapu, en octubre de 2018 había en Chile 20 presos políticos mapuche
injustamente condenados por la Ley Anti Terrorista aprobada en ese país el 16
de mayo de 1984 cuando no había parlamento durante la dictadura de Pinochet.
Bachelet no hizo nada por eliminarla en sus dos gobiernos, al contrario
profundizó la represión contra el pueblo mapuche durante sus dos gestiones.
Hay que decir que desde 2001
durante los gobiernos de la pos dictadura, en la mayoría de los cuales
participaba el partido de Michelle Bachelet, fueron asesinados 19 mapuche, de
ellos dos, Johnny Cariqueo Yáñez en 2008 y Jaime Facundo Mendoza Collío en 2009
fueron exterminados durante el primer gobierno de Bachelet y dos más, José Mauricio Quintriqueo Huaiquimil
en 2014 y Víctor Manuel Mendoza Collío en 2014 lo fueron en el segundo gobierno
de la ahora funcionaria internacional, sin que
ella hiciera absolutamente nada por aclarar los homicidios.
Estos hechos hacen que Michelle
Bachelet sea considerada como una feroz represora por parte del pueblo mapuche.
Desde su llegada al gobierno en 2006 ordenó la represión a comuneros y
comuneras mapuche de la localidad de Quepe de la Comuna de Freire en la región
de la Araucanía, que protestaban por la instalación de un aeropuerto en
ancestrales territorios mapuche usurpados por la fuerza a sus legítimos
propietarios. En agosto de ese año fue asesinado Juan Lorenzo Collihuin Catril,
de 71 años, su asesino un sargento de Carabineros fue absuelto del caso por la
Fiscalía Militar.
El 30 de octubre de 2007,
Patricio Queipul Millanao de solo 13 años de edad, fue herido en el tórax por 6
disparos hechos por Carabineros con sus escopetas antimotines. El 3 de enero de
2008 fue asesinado por la espalda Matías Catrileo Quezada, de 22 años, por el
cabo 2° de Carabineros, Walter Ramírez, sin que las autoridades realizaran
investigación alguna para hacer justicia. El día 30 de ese mes de enero,
Patricia Troncoso quien se encontraba en huelga de hambre por 112 días tras ser
condenada junto a otros comuneros mapuche a 10 años y 1 día bajo la ley anti
terrorista de Pinochet que sigue imperando en Chile, concluyó su ayuno. La
noticia habría pasado inadvertida sino
hubiera sido porque acompañada por la madre de Matías Catrileo, le escribió una
carta a Bachelet en la que le decía: “Yo quiero preguntarle(...) Usted que fue
prisionera política, que fue torturada, siente hoy el placer de torturarnos a
nosotros. ¿Qué siente usted señora presidenta? (...) ¡Qué lástima que usted se
haya olvidado de todo lo que significa la prisión política y la muerte de tantos
seres! Usted, con la actitud soberbia de su gobierno, de sus representantes,
hoy en día nos torturan condenándonos a una muerte silenciosa”.
En otro ámbito, durante la
realización en agosto de 2007 en protestas convocadas por organizaciones
sindicales descontentas con la política neoliberal de Bachelet, la represión
ordenada por ésta dejó unos 50 heridos y 372 detenidos, Los actos estuvieron
acompañados de incidentes debido a la fuerte acción de la policía. El
presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Arturo Martínez llamó
al Gobierno a analizar la violencia, a su juicio "inusitada", con que
actuó la policía. La jornada comenzó cuando miles de manifestantes que salieron
pacíficamente a las calles fueron reprimidos con fuerza por carabineros, que
detuvo en pocas horas a un centenar de personas.
Continuando con su política de
represión al movimiento popular, durante los primeros meses del año 2008 en las
ciudades más importantes del país, los estudiantes secundarios y universitarios
desarrollaron movilizaciones exigiendo la derogación definitiva del marco legal
de educación creado por la dictadura. La respuesta del gobierno de Bachelet
fue ponerse de acuerdo con los partidos
pinochetistas para aprobar una nueva ley que en los sustancial dejaba todo
igual, toda vez que no modificaba su carácter neoliberal y perpetuaba el
beneficio de los que lucran con la educación en Chile Para ello, Bachelet jugó el papel de
articuladora entre las partidos de derecha que estaban dentro y fuera del
gobierno: Democracia Cristiana y los pinochetistas Renovación Nacional (RN) y
Unión Democrática Independiente (UDI) en la oposición, así como con la
desprestigiada y mafiosa iglesia católica, el Opus Dei y otros actores que se
han enriquecido con la educación en el país. Mientras tanto, la presidenta
ordenó reprimir con dureza las movilizaciones estudiantiles a fin de ablandar a
los líderes, para cooptarlos y desarticular el movimiento, lo cual fue de
alguna manera logrado. En el camino, las fuerzas represivas bacheletistas
agredieron brutalmente a un periodista que reportaba los hechos.
Vale la pena recordar también
que a finales de diciembre de 2010, un cable de Wikileaks hizo público que un
documento obtenido de la embajada de Estados Unidos en Chile fechado el 7 de
febrero de 2008, hizo patente que la entonces ex presidenta Bachelet había
pedido apoyo de inteligencia a Estados Unidos para dar seguimiento a la
“radicalización” del conflicto mapuche y sus posibles contactos con “otros
grupos terroristas extranjeros”. Con ello, Bachelet mostraba ya no solo su
talante represivo, también permitió constatar su verdadera identificación
nacional al estar dispuesta a ceder la soberanía de Chile autorizando al
gobierno de una potencia extranjera a inmiscuirse en los asuntos internos del
país, a fin de reprimir al pueblo lucha por sus legítimas demandas.
En fechas más cercanas, ya
durante su segundo gobierno la organización pro estadounidense Amnistía
Internacional, ante la desfachatez por el desconocimiento del Estado chileno de
los derechos humanos se vio obligada a recomendar al Estado de Chile una serie
de políticas en favor del respeto de los derechos humanos. Precisamente,
hicieron mención a la aplicación de la Ley Antiterrorista. En este sentido, la
Secretaría General de esa organización Irene Khan, afirmó en 2008 que: “Los
pueblos indígenas son muy discriminados y marginados en Chile, y se ven a sí
mismos como víctimas de una estrategia económica que está destruyendo su vida y
su sustento”. A este respecto, Hernando
Silva, coordinador jurídico del Observatorio Ciudadano, al referirse a la
aplicación de esta ley en los gobiernos de la pos dictadura dijo que : “La
criminalización de la protesta social indígena, que ha sido un fenómeno que
surgió principalmente durante el gobierno de Ricardo Lagos, fue una tónica que
se repitió durante el gobierno de Michelle Bachelet, por cuanto se utilizaron
figuras penales excepcionales para desvirtuar los procesos de reivindicación de
derechos de las comunidades mapuche“.
El tiempo transcurrió y el
olvido se hizo eco del pueblo chileno que re eligió a Bachelet en 2014 para un
nuevo período presidencial de cuatro años. Uno de sus planes emblemáticos fue
una vez más la represión del pueblo mapuche. Para esto diseñó la denominada
“Operación Huracán” que configuró acciones nunca antes vistas, ni siquiera en
tiempos de la dictadura. La disposición de montajes de operaciones de falsa
bandera al más puro estilo del gobierno colombiano de Álvaro Uribe que condujo
a acusaciones de líderes mapuche para justificar la más brutal represión contra
ellos, fue el sello más importante de este segundo gobierno de Bachelet. El
funcionario que dirigió las operaciones, alto dirigente del partido socialista
de Chile realizó reuniones con
autoridades judiciales, policiales, con fiscales y abogados para construir una
trama a objeto de criminalizar a los líderes mapuche. En lo más alto de la
cúpula de este criminal entramado se encontraba el ministro del interior y la
propia presidenta Bachelet, tal como lo denunció Rodrigo Román, abogado de la
Defensoría Popular en declaraciones a la Radio de la Universidad de Chile.
Román afirmó que sin embargo Bachelet no había sido afectada porque estaba
protegida por “los ricos, los poderosos y los medios”, recordando además que
“una de las ofertas de campaña de Bachelet para llegar al ejecutivo fue la no
aplicación de la Ley Antiterrorista”, pero
“ lejos de no aplicarla, ha invertido cuantiosos recursos para condenar
a los peñis [hermanos en mapudungun, la lengua mapuche] sobre conductas terroristas”.
Continuando con su estela de
represión, en septiembre de 2016, la lideresa mapuche Juana Calfunao fue
condenada a 5 años de cárcel por negarse a aceptar la construcción de un camino
que pasaba por su propiedad. Desde hace más de 20 años la comunidad Juan
Paillalef a la que pertenece la lonko [jefe/a de una comunidad mapuche]
mantiene un conflicto con el Estado debido a que se opone a la ruta trazada
para tal vía que “dividiría a su comunidad y destruiría espacios sagrados donde
se realizan ceremonias y rogativas, y además, su construcción no ha sido
consultada de forma previa, libre e informada como lo determina el Convenio 169
de la OIT” según un reporte del portal digital chileno eldesconcierto.cl. En
marzo de 2011, Calfunao encaró a la ex presidenta Michelle Bachelet en el
Parlamento Europeo en Bruselas por la aplicación de la Ley Antiterrorista.
Bachelet siempre guardó
silencio como presidenta y lo sigue haciendo en su nueva función de proteger a
los amigos de Estados Unidos desde la ONU mientras utiliza su cargo para atacar
a los que lo adversan, actuando de la manera servil y rastrera que la
caracteriza. Incluso, inmersa en una patología conocida como Síndrome de
Estocolmo, se ha encargado de proteger a los militares incursos en la violación
de derechos humano durante la dictadura no moviendo un dedo para que fueran
eliminados las cárceles cinco estrellas donde asesinos, violadores y
torturadores pasan su maravillosa existencia en condiciones materiales óptimas.
Es de suponer que esto también sea parte del acuerdo con el Pentágono, toda vez
que hasta Sebastián Piñera, sin haber cambiado mucho, ha tomado medidas en este
ámbito.
Así, en el desempeño de su más reciente responsabilidad, Bachelet guarda
absoluto silencio frente a las brutales violaciones de derechos humanos de las
monarquías árabes aliadas de Estados Unidos, no opina sobre los ataques de
Israel al pueblo palestino, no se inmuta ante el desastre humanitario que
Arabia Saudita está produciendo en su guerra contra Yemen, tampoco se ha
enterado que en Colombia todos los días asesinan activistas sociales, de
derechos humanos y desmovilizados de las FARC, ha asumido mudez absoluta ante
los crímenes del gobierno de Honduras, no se ha dado cuenta que todos los meses
la policía de Estados Unidos asesina a ciudadanos negros solo por esa
condición, ni ha hecho mención a la brutal represión y exterminio de migrantes
en Estados Unidos y ha emitido una débil voz en la imprescindible condena a la
ilegal detención de Lula.
Ella sabe que la sola evocación
de cualquiera de esas flagrantes violaciones a los derechos humanos le haría
perder su cargo, por eso prefiero asegurarlo aceptando entregar el informe que
Washington hizo sobre Venezuela.
Resulta curioso darse cuenta
que a diferencia de los otros tres presidentes de su alianza política que le
precedieron, los que entregaron el poder a otro miembro de esa coalición,
Bachelet en dos ocasiones traspasara el bastón de mando al pinochetismo en
nombre de Sebastián Piñera y que en ambos casos, Estados Unidos le consiguiera
un puesto en un organismo internacional para asegurarle una huida
económicamente provechosa. Uno inocentemente podría preguntarse ¿Para quién
trabaja?
Ella ha cumplido su parte y con
Venezuela lo ha hecho con creces, con el mismo ímpetu, dedicación y esfuerzo
con los que participó en la fundación del Grupo de Lima, creando condiciones
nuevamente para justificar una intervención militar en Venezuela. Debe saber
que si ello ocurriera, deberá ser acusada como una criminal de guerra, cómplice
del genocidio que sobrevendrá.
Quiero repetirlo, no me
interesa el informe que haya hecho Bachelet, no tiene ninguna validez, toda vez
que fue elaborado antes de su visita al país, además según dicen los que lo
leyeron, no incorporó ninguna de los datos que aportó el Estado venezolano, es
decir fue un juicio sin derecho a defensa.
No se trata del informe,
incluso si todo lo que ahí se dijera fuera verdad, el problema es si esa
oficina posee real autonomía e imparcialidad para hacerlo y si la persona que
lo conduce tiene la autoridad ética y moral para dirigirla. Evidentemente no.
En esa medida es que carece de valor el informe que ha hecho. La impronta de su
vida política anula la validez del informe.
Ella actuó como lo que es, una
persona sin opinión que funciona a favor de quien le paga, nunca ha tenido
criterio propio para nada, alejada de cualquier ética o compromiso con la
humanidad. Hasta cuando su hijo, funcionario en La Moneda bajo su mandato
presidencial, realizó actividades fraudulentas que la justicia está
investigando, dijo que no sabía nada. Nunca sabe nada, otros saben por ella,
otros piensan por ella.
Estimados lectores y lectoras,
cree usted que con semejantes antecedentes, una persona puede hacer un informe
de manera imparcial y objetivo sobre algo, sobre cualquier cosa, no sólo sobre
derechos humanos. Imposible, la deleznable naturaleza de las acciones que ha
realizado a lo largo de su vida política la retrata y la desnuda.
Recuerdo, cuando en Viena en el
año 2006, en el marco de la Cumbre Unión Europea-América Latina, el presidente
Chávez se reunió con ella por primera vez, al preguntarle si tras la reunión
emergía alguna instrucción para el gobierno, el Comandante solo dijo: “Ella es
la hija de mi General Bachelet”. Solo eso es. No le da para nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario