sábado, 10 de julio de 2021

Magnicidio en Haití

 El atentado que llevó al magnicidio del presidente Jovenel Moïse en Puerto Príncipe, hace evidente que están involucradas las fuerzas más retardatarias y conservadoras; lo que están intentando en el fondo es generar una desestabilización en diversos países latinoamericanos para generar el terror y el miedo.

Adalberto Santana / Para Con Nuestra América

Desde Ciudad de México


Comenzó a salir a la luz el involucramiento de “ex militares” colombianos en el magnicidio del presidente haitiano Jovenel  Moïse ocurrido el pasado 7 de julio de 2021 en Puerto Principe, Haití. Sin duda fue una operación secreta y ejecutada que en primera instancia logró el objetivo de eliminar al mandatario caribeño. Sin embargo, ahora comenzará a dilucidarse con la detención del comando ejecutor la planeación y el interés político de llevar a cabo dicho atentado.

 

En primera instancia se pone en evidencia la violación a la soberanía haitiana por parte de ese grupo paramilitar mayoritariamente de origen colombiano. Hasta donde se tiene conocimiento, el grupo de mercenarios se infiltró fuertemente armado desde tierras dominicanas. Por otro lado, también resalta la crisis que desde hace tiempo ha venido gestándose en la formación política y social haitiana. Si bien se conoce que Haití fue en la historia latinoamericana y caribeña la primera nación que logró en nuestra América la independencia y desde esa primera república se alentó gran parte de las independencias de las colonias españolas en América. Pero también otro elemento significativo es que en la antigua Quisqueya se abolió la esclavitud en 1804 y esto se vio como una gran amenaza al régimen colonial esclavista que se mantenía en el Nuevo Mundo por parte de los imperios de Francia, Inglaterra, España y los Estados Unidos.  Recordemos que el gran libertador, recibió durante su exilio refugio en Haití. Alexandre Pétion quien gobernó Haití, ofreció amplio respaldo en armas y recursos económicos a Simón Bolívar para luchar no únicamente por la independencia de otras colonias españolas en América, sino también para buscar la abolición de la esclavitud en los territorios coloniales que fueran liberados. De esa forma sabía Pétion que la independencia de las colonias americanas garantizaba la misma independencia haitiana que era acosada por las potencias coloniales europeas y por los mismos Estados Unidos. Finalmente en 1820 se logró consolidar a Haití, pero sin embargo, el  pueblo haitiano a lo largo del siglo XXI y XX sufrió lo más grandes embates de las políticas imperiales y las propias contradicciones internas que sus gobernantes impusieron. Recordemos que el régimen esclavista francés había hecho a Quisqueya la más rica economía azucarera de todo el continente americano.

 

Ya en el siglo XX, desde 1908 el imperialismo estadounidense impuso sus políticas de saqueo con sus empresas bananeras y azucareras  y con sus capitales financieros. Situación que fue más que evidente con la ocupación de marines  estadounidenses entre 1914 y 1934 en Haití. Con una inestabilidad política y económica y bajo la presión de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, llegó a la presidencia tras una elección  Françoise Duvalier (Papa Doc), en 1957. Pero a partir de 1964 hasta 1971, Duvalier se convirtió  en dictador al constituirse como presidente vitalicio. Tras su muerte le sucedió su hijo Jean-Claude Duvalier (Baby Doc). Régimen despótico sustentado en gran medida por la  política de Washington y localmente por los Tontons-Macoutes.Durante el régimen duvalierista se estima que más de 30 mil ciudadanos haitianos fueron asesinados, convirtiéndose en  víctimas de la dictadura. En tanto que  otros ciudadanos a falta de libertades y la represión tuvieron que salir al exilio. Finalmente en 1986 Baby Doc, fue derrocado. Sin embargo, durante la dictadura duvalierista fue un periodo en el cual Haití     -producto del saqueo  y la espoliación-, fue convirtiéndose en el país más pobre y vulnerable de toda nuestra América hasta nuestros días. Situación agravada por la pandemia cuando Haití es el único país americano que no ha recibido una sola vacuna. El gobierno del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se había comprometido en enviar 150 mil biológicos, pero al cerrarse las fronteras en Haití el envío fue suspendido. 

 

Con todo, la herencia del duvalierismo no ha podido ser revertida. Tras distintos gobiernos y golpes de Estado, Haití con un poco más de 11 millones de habitantes y con un promedio de esperanza de vida de 63,33 años según el Banco Mundial, sigue manteniendo un alto índice de pobreza. Más del 60 por ciento de su población se encuentra en esa situación y el sistema de salud es bastante vulnerable. Situación que se agravó con el terremoto del 12 de enero de 2010, fenómeno telúrico que agravó todavía más la frágil estructura económica y social del pueblo haitiano, donde fallecieron más de 310 mil personas. Esa crisis hizo crecer la migración irregular.  En la frontera norte de México, el mayor número de migrantes irregulares son de Honduras y Haití, que buscan entrar a la economía estadounidense como una forma de sobrevivencia ante el desastre económico que padecen esas naciones hermanas. Las remesas que envían los migrantes haitianos representan casi el 30% de su PIB.

 

A toda esta situación se suma hoy la inestabilidad política agravada por el magnicidio de su presidente. Las autoridades interinas en el país caribeño han declarado formalmente un estado de sitio. Haití presenta un escenario donde las bandas de la delincuencia organizada tienen un espacio en permanente disputa. La escena política del pueblo haitiano, es incierta. Sin embargo, en el siglo XXI la esperanza no puede perderse. Recordemos que los golpes de Estado se han hecho presentes en otros países de América Latina y el Caribe. En Venezuela en 2002 se fraguo un golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez (que rápidamente por la movilización popular fue revertido); en Honduras en 2009 se ejerció contra el presidente Manuel Zelaya; más tarde en 2012 se impulsó contra el mandatario paraguayo  Fernando Lugo;  en 2015 en Brasil se ejerció como un golpe blando contra la presidente Dilma Rousseff. En 2018 de igual manera se intento hacer un golpe de Estado contra el presidente Daniel Ortega en Nicaragua. El más reciente golpe de Estado fue el perpetrado contra el gobierno boliviano de Evo Morales en diciembre de 2019. Lo común a todos esos actos golpistas, es que ellos tuvieron el involucramiento y operación de las fuerzas derechistas y conservadoras locales y regionales, pero también se vieron respaldadas por los órganos de inteligencia de los EU. Tal es el caso de Bolivia donde ha salido a la luz el involucramiento que tuvo el gobierno derechista argentino de Mauricio Macri contra el presidente Morales. 

 

En la actual coyuntura no se puede descartar la intromisión de las fuerzas uribistas colombianas en el magnicidio contra el mandatario haitiano. Especialmente cuando el comando que atentó contra la vida del mandatario haitiano estaba compuesto por 26 paramilitares colombianos y 2 haitiano-estadounidenses. Recordemos la Operación Gedeón que se ejerció en mayo de 2019 en las costas de Venezuela (esa operación fue planificada por Jordan Goudreau, mercenario estadounidense ex boina verde junto con Clíver Alcalá Cordones ex militar venezolano). En ese operativo mercenario se involucraba a ex militares y ex policías disidentes venezolanos entrenados y armados en Colombia. Dichos mercenarios tuvieron la idea de derrocar al presidente Nicolás Maduro, principalmente con el aliento que brindó la Casa Blanca durante la administración de Donald Trump al ofrecer una jugosa recompensa de 15 millones de dólares. 

 

De ahí que el atentado que llevó al magnicidio del presidente Jovenel Moïse en Puerto Príncipe, hace evidente que están involucradas las fuerzas más retardatarias y conservadoras; lo que están intentando en el fondo es generar una desestabilización en diversos países latinoamericanos para generar el terror y el miedo, y con ello procurar que las fuerzas progresistas no sigan avanzando en su llegada al poder en los diversos países de la región. Hoy los mercenarios colombianos aparecen en diversos escenarios, ya sea como sicarios en  el narcotráfico mexicano o en el magnicidio en Haití. A la vez se busca generar un desanimo en las fuerzas populares para que se sientan incapaces de salir alternativamente de las crisis políticas, económicas y sociales  que genera el caos de las derechas latinoamericanas y caribeñas en la región. Ahora se recrudece la inestabilidad en Haití, teniendo sin duda determinada repercusión en el conjunto de la región. Sin embargo, recordemos que en el caso haitiano llegar a tocar el fondo de una crisis permanente podría, también generar un periodo de resiliencia. Con ello emergería una mayor resistencia popular y una nueva alternativa para salir de la crisis creada y  alentada por los sectores más primitivos y rupestres de la derecha continental. Pero también puede generarse el interés de los EU por volver a ocupar con sus marines el territorio haitiano, especialmente cuando sus tropas intervencionistas están saliendo de Afganistán y el aparato del complejo industrial militar requiere la creación de nuevos escenarios de guerra en un área estratégica para el imperialismo estadunidense como es el Caribe.

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