sábado, 3 de julio de 2021

Con la mochila al hombro. Cartas desde la cárcel de Matamoros de la más alta seguridad (XXIX)

 Con Nuestra América se une al clamor nacional e internacional por un proceso debido al Comandante César Montes, por el respeto a sus derechos humanos y constitucionales y por su seguridad sanitaria; por eso, semanalmente compartiremos páginas de su diario “Con la mochila al hombro. Cartas desde la cárcel”.

César Montes prosigue su relato acerca de las penurias de los presos en la cárcel de Matamoros. Expresa su convicción que la reclusión podrá minar paulatinamente su cuerpo  pero nunca su espíritu.

 

23 de junio de 2021

 

Día de encomienda (así se llama a la comida casera), algunos la reciben en copiosa cantidad. La mía es modesta. A veces llega el pollo descompuesto porque lo hacen esperar desde la mañana hasta la tarde en la entrada del penal (a casi un kilómetro) de nuestro módulo, sin refrigeración y debido a que no pago el extra “para las aguas”, que los guardias penitenciarios reciben de otros detenidos que se dejan “exprimir”. Es cuestión de un sistema hecho a la medida para que se “expriman” unos a otros porque los salarios de los guardias son bajísimos y porque desde que los reclutan los educan en que el camino fácil es el de la corrupción. Cómo no me dejo, ni comparto lo que ellos les parece “natural”, soy el cuerpo extraño.

 

La ética, la moral revolucionaria no encaja en estos moldes. Definitivamente no soy para esta situación. Para alguien como yo que siempre estuve en espacios abiertos, el encierro es doblemente duro e inaceptable. Esto me produce insomnio, son las 3:00 am y hace dos horas que no puedo dormir. Bajé del segundo piso donde está mi litera con cuidado de no poner los pies en los que duermen en el suelo (un abogado, un pescador, un ex militar, un condenado y otro que dice ser ex-policía).

 

Vengo a escribir a la estrechez de una mesa atiborrada de bolsas, cajas plásticas y algunos alimentos. En la esquina junto a cesto rebosante de basura, frente a los sanitarios, en uno de los cuales un enfermo de diarrea lleva tres incursiones y desde ahí me suplica “¿tienes algo para el estómago?”. Exprimo tres limones criollos y se los doy con cuidado paternal, encuentro dos Alka AD (antidiarreico), se los toma con el agua de los limones, agradece y vuelve a su litera; “gracias viejo”.

 

Se desaparece en la bartolina con quince reos con capacidad para ocho. Y me dieron las 5 am del día 24 escribiendo, noble actividad.

 

24 de junio de 2021

 

Con la literatura liberadora amanezco otro día en prisión.

 

Amanecí sin dormir desde la 1 a las 3 am, atendí a un preso que se estaba deshidratando por infección intestinal. Aquí es prohibido enfermarse. Nadie ve por uno. El médico viene dos veces por semana y a lo sumo dos horas por visita para cincuenta presos. Al que atendí es uno de los ya condenados a muchos años, endurecido por los golpes de la vida, dados y recibidos. Tiene la cicatriz de un balazo que pasó a milímetros de su corazón, varias otras cicatrices entre las que destacan, una que le quedó, para salvarlo de la perforación intestinal por bala. Sus cicatrices compiten con sus tatuajes en cantidad y ubicación. 

 

Es alguien que respeto. 

 

Tenemos relación cordial, aunque un poco lejana. Es de una inteligencia natural y está empeñado en buena conducta buscando rebaja en su condena. Lo aprecio, aunque otros le temen. Casi nadie sabe su nombre, sólo su apodo. Creo que le sirvió más mi atención paternal por su salud que la medicina que le conseguí. Lleva años en las granjas penales donde las muestras de afecto fraterno desaparecen desde que cruzan las puertas enrejadas y los golpean duramente para que paguen la talacha[1]

 

Necesitan menos violencia que sólo engendra violencia.

 

Ayer vinieron de migración, tomaron fotos a los que van extraditados, cuatro saldrán para USA en quince días máximo. Fue el comentario de todo el personal.  Los cánticos religiosos aumentaron y muchas lágrimas se derramaron. Extradición es como una maldición gitana. Alguien hizo bromas amargas: “boleto gratis con alimentación y alojamiento gratis durante varios años” pocos rieron.

 

El cielo se nubló y la lluvia tornó gris y fría la tarde.

 

Vino mi abogado y hablamos de estrategias y de libertad, de organización, de solidaridad, y campañas en favor de los presos políticos y el alto a las agresiones a mi persona. Hay toda una “coincidente” campaña para estrecharme los pocos espacios donde pongo mis frutas y las pocas cosas de higiene personal.  Apuntan a hostigarme tanto que me vea obligado a pedir traslado a otro centro penal más duro para mí o aislarme, supuestamente “para mi protección y seguridad personal”.

 

Amanecí desde la 1 am sin dormir, ya es 25 de junio y son las 5:15 y sigo sin sueño alguno. Vino otro privado de libertad y se quejó que tampoco dormía. Es alguien de la tercera edad también. Parece que el cuerpo se niega a estar encerrado y se manifiesta con un mal general: el insomnio. Es parte de la pena que estamos sufriendo sin haber sido condenados. Le doy aliento y fortalezco al detenido que no duerme dándole consejos para conciliar el sueño, aunque a mí mismo no me sirven ya.

 

Es cosa de tiempo. El desgaste se verá pronto.

 

 Acumulamos un día más en este encierro carcelario que nos va a debilitar el cuerpo día a día, noche a noche. El cuerpo, porque nuestra moral sigue y seguirá alta, inquebrantable.



[1] La talacha es la dura tarea de limpiar los baños y otras faenas. Los reclusos que tienen dinero pagan para no hacerla.

No hay comentarios: