sábado, 31 de julio de 2021

Argentina: Suponen que vuelven

 En 1994, el escritor, ensayista y docente Antonio Tabucci (Pisa, 1943-Lisboa, 2012) publica un maravilloso libro que, según confiesa, le demandó algo más de dos meses de trabajo intensivo. Durante ese periodo, dio a luz “Sostiene Pereira”, una novela histórica que se sitúa en Lisboa, en 1938, cuando el régimen salazarista desplegaba el terror sobre la población lusitana. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina



El protagonista, el doctor Pereira, autor de la página cultural del reciente diario Lisboa, apolítico y católico, un hombre maduro, viudo, obeso, con problemas cardíacos y sobre todo, obsesionado con la muerte, sufre una lenta transformación cuando conoce al joven filósofo italiano Monteiro Rossi, a su novia Marta y a otros personajes cercanos que le hacen ver la contradicción de su vida anodina, alejada de la cruda realidad circundante. Lentamente le hacen olvidar su pasión por el pasado y preocupar por el futuro, volver a sentir la esperanza y que el cambio de consciencia moral y compromiso político puede suceder en cualquier momento de la vida, incluso en los umbrales de la muerte. La estrategia literaria del relato es novedosa, está escrita como una denuncia expresa en el título, afirmando, fundamentando, sosteniendo el discurso de Pereira. El término sostiene es poderoso, certero como un puñal dispuesto a rajar el lienzo cruel de la dictadura de Oliveira Salazar. Sostiene actúa como un mantra, que se repite a cada paso de la novela, como si el cambio de consciencia debiera hacerse lentamente, madurando a cada instante.

 

Tabucci es un apasionado admirador de Fernando Pessoa, cuyo vínculo proviene de un viaje que realiza a París en 1960 y se encuentra con un libro del escritor portugués muerto en 1935 con apenas 47 años. Eso lo lleva a obsesionarse con su obra, estudiar lengua y literatura portuguesa, casarse con una lisboeta y comprar una casa en Lisboa. Algunos críticos dicen que Tabucci es un heterónimo de los muchos que creó Pessoa.

 

El libro es un éxito de ventas inmediato y es llevado al cine al año siguiente de su publicación, en 1995, con Marcello Mastroianni como protagonista, el último del celebrado actor italiano, con música de Ennio Moricone y la voz de Dulce Pontes cantando fados por esa Lisboa maravillosa de la que Tabucci dicía que es la más bella ciudad europea, donde muchos van a morir en ella de saudades y también a suicidarse, según un ensayo que hace posteriormente.

 

Desde este otro lado del charco, en Argentina más precisamente, se lleva a cabo la mayor transformación política, económica y social después de la dictadura. Es más, la profundiza con el apoyo del voto popular que Menem traiciona, desguazando al Estado, reduciéndolo a la mínima expresión. “Nada que es estatal debe quedar en manos del Estado”, se ilusionaba diciendo mi profesor de Derecho Administrativo José Roberto Dromi, autor de la Reforma del Estado y Emergencia Económica, estatutos que concesionan los servicios públicos a empresas privadas.

 

Al año siguiente, en 1995, asume la presidencia del mayor y más viejo club de fútbol argentino, Boca Juniors, el joven ingeniero de 36 años, Mauricio Macri, el mismo que se retrataba con el dictador Videla y sufrió un secuestro a comienzo de la década de los ochenta. De allí a la arena política era un paso y él, supongo, lo intuía. 

 

Pero antes, el 15 de marzo de 1993, por decisión del gobierno del Dr. Carlos Menem, dejan de circular los trenes del servicio de pasajeros del interior del país, medida que afecta al Ferrocarril General San Martín que vincula a la Ciudad de Buenos Aires (Estación Retiro) con Mendoza, San Juan y estaciones intermedias. Una gran cantidad de pueblos nacidos a la vera de las vías quedan aislados y abandonados, con un costo económico y social inestimable. Un verdadero “ferrocidio”, como lo denomina mi amigo y ex compañero ferroviario Juan Carlos Cena autor del libro del mismo título.

 

Esa tragedia material y humana, vivida y sufrida con profundo dolor me lleva a escribir la novela Supone que estorba que todavía sigue en mis archivos a la espera de ser editada.  Allí, tomando prestada la excelente estrategia literaria de Antonio Tabucci, el protagonista – un despojo humano, de los miles de ferroviarios que quedaron en la calle, algunos alcoholizados, muchos suicidas y una mayoría que vivía recluida con vergüenza ¿su? fracaso –, desde un punto diametralmente distinto, supondrá todo lo que exponga. Seguro de no saber si realmente, eso que cuenta le ha sucedido o es ajeno a ello; cosa que le hará dudar si ha sido espectador de la vida del Ferrocarril en Mendoza desde su llegada hasta su extinción e, inclusive, si trabajó efectivamente en esa empresa como manifiesta en muchas oportunidades. Del mismo modo sucede con el resto de las cuestiones que desarrolla, frente a la única persona que lo escucha, el enfermero del hospital donde fue a parar. De esa manera ambigua, licúa y desvía todas las responsabilidades que le pudieran caber, debido que él, siempre supone…

 

En las presentaciones de su libro Primer tiempo, el ex presidente sostiene que el segundo tiempo ya ha comenzado, sin embargo, a juzgar por las broncas en las presentaciones de listas este fin de semana, sus acólitos, sostienen su pérdida de liderazgo, suponiendo que existen varios delfines para reemplazarlo aunque no lo digan ni desdigan. Pero… en la ilusión de ese segundo tiempo ya comenzado, mientras espera y supone que no irá a prisión por los procesos ya iniciados, sostiene que de su mano Argentina ingresara al mundo, a ese mundo de ex presidentes nucleados en IDEA (Iniciativa Democrática, de España y las Américas) que le apoyan y defienden de “sus adversarios de la izquierda antidemocrática (que) lo han marcado como objetivo”, como expresan en una carta firmada por: Óscar Arias, Costa Rica; José María Aznar, España; Nicolás Ardito Barletta, Panamá; Felipe Calderón, México; Rafael Ángel Calderón, Costa Rica; Alfredo Cristiani, El Salvador; Vicente Fox, México; Federico Franco, Paraguay; Eduardo Frei, Chile; Lucio Gutiérrez, Ecuador; Osvaldo Hurtado, Ecuador; Jamil Mahuad, Ecuador; Mireya Moscoso, Panamá; Andrés Pastrana, Colombia; Jorge Tuto Quiroga, Bolivia; Miguel Ángel Rodríguez, Panamá; Álvaro Uribe, Colombia; y Juan Carlos Wasmosy, Paraguay. 

 

Supone que la mayoría de los argentinos ignorarán sus devastadoras políticas en todas las áreas. Que su nefasto paso por el gobierno reavivó la nefasta atmósfera de los noventa, rémora del nauseabundo olor mortuorio de la dictadura que, como al viejo periodista Pereira, muchos, aunque lo apoyaron en la ilusión de “cambio” como en el menemismo con “el salariazo y la revolución productiva”  ya lo tienen bien calado y sostienen que al verlo como domador de reposeras, nunca más debe volver. (Nunca más que el Frente de Todos entiende que debe consolidar las políticas actuales con una estructura jurídica sólida que trascienda a los gobiernos de turnos, como es la Asignación Universal por Hijo, AUH).

 

Sostiene, (el ingeniero, presidente de la Fundación FIFA) en los reportajes que le han realizado, que la deuda contraída con el FMI, fue consecuencia de los gobiernos anteriores (no para desviar el préstamo a través de la bicicleta financiera propiciada por sus amigos) y que el préstamo era inobjetable (igual que pagarle a los fondos buitres) por lo que no le dio participación al Congreso de la Nación. 

 

Sostiene – desde su sólida formación demostrada – que la presente gestión lleva un rumbo equivocado; no ha sabido resolver el problema de la pandemia ni la reactivar la economía. Supone – según expresó el presidente en la primer comunicación que tuvo cuando comenzó la pandemia; mientras Alberto Fernández priorizaba la salud de la población por sobre la economía, para él la principal preocupación era económica, la actividad más castigada durante su gobierno.

 

Esa caterva de dirigentes, rabiosos opositores, parapetados tras distintos partidos y alianzas ocasionales, en donde algún famoso improvisado y tentado por la arena política, supone que se va instalar en la mente de los votantes a través de una ¿inteligente? campaña proselitista. Suponen que los sostienen un piso de votantes del 30% - esos que se ilusionan con una Argentina de 20 millones de habitantes, mientras sobran 25 millones del total actual -, más otros seducidos por los medios hegemónicos. 

 

De allí que, suponen que vuelven…

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