sábado, 17 de julio de 2021

Cuba y el ojo del huracán

 Cualquiera con un poco de humanidad debe exigir que cese el bloqueo contra Cuba, que la dejen transitar por el camino que ella escoja, sin intromisiones ni fariseos golpes de pecho de quienes le ponen la zancadilla y tiran la piedra sin ni siquiera tener la vergüenza de esconder la mano.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica


Cuba está en el centro de la atención mundial. Lo ha estado desde hace 62 años, cuando la revolución comandada por Fidel Castro derrocó a Fulgencio Batista e inició un proceso de transformaciones y alineamientos inéditos en América Latina. Desde entonces, la historia de nuestro continente quedó marcada con un antes y un después de la Revolución Cubana. Las décadas de los 60 y 70 tuvieron claramente uno de sus ejes políticos girando alrededor de La Habana, teniéndola como punto de referencia de lo que se quería o no se quería para nuestros países.

 

Los Estados Unidos no podían permanecer indiferentes antes lo que sucedía en sus narices. Si la idea de patio trasero refiere en general a América Latina, el Caribe lo es por antonomasia, y Cuba es el vórtice en el que converge. Su virulenta reacción ha sido, primero, tratar de invadirla y, luego, cercarla de por vida. Sin eufemismos, ningún país del mundo habría resistido ni quince días lo que esta isla ha resistido.

 

Hay más de un factor que explica esta situación, pero quiero relevar dos que me parecen muy importantes: que es una revolución auténtica, es decir, que en verdad “viró” (usando el término cubano) la sociedad y la enrumbó en dirección a los intereses populares, y que contó con un liderazgo excepcional en la figura de Fidel Castro.

 

En América Latina fue, durante todo este tiempo, la excepción. La mantuvieron fuera de la OEA, de las estadísticas de los organismos internacionales, de las cumbres continentales, del cable que lleva el Internet y, durante mucho tiempo, hasta de las rutas aéreas que se multiplicaban con los años. Hasta que se produjo la revolución sandinista en Nicaragua, pero que se desvaneció diez años después, y luego cuando aparecieron Chávez, Kirschner, Lula, Evo, Correa y Lugo en el panorama político.

 

Los gobiernos y las personalidades de izquierda o progresistas (como se le llama hoy a las posiciones cercanas a la socialdemocracia de antaño) han ido y venido en una época que ya no se encuentras signada por la bipolaridad de la Guerra Fría, y a la que la isla también ha intentado acoplarse impulsando una serie de reformas que buscan actualizar su modelo a los nuevos tiempos, teniendo ahora como referentes a otros países que también pretenden salirse de los cánones del capitalismo, pero que no se han quedado en la ortodoxia de aquello años, como son Vietnam y la China Popular.

 

En esas están, pero el panorama actual es muy complicado. En primer lugar, las reformas no marchan con la celeridad que la mayoría quisiera, y muchos atribuyen la lentitud a trabas burocráticas. Los mismos dirigentes del partido y del gobierno insisten en la necesidad de impulsarlas con más celeridad, pero marchan con lentitud exasperante. Por otra parte, ha habido un recambio de la dirigencia histórica del proceso, algo a los que muchos vaticinaron que no sobreviviría, teniendo en cuanta el peso de la generación histórica de dirigentes, especialmente de Fidel Castro. Ese derrumbe ha venido siendo anunciado desde hace más de quince años, cuando Fidel se retiró de los cargos públicos que ocupaba, y se inició la larga transición en la que también participó el segundo al frente, Raúl Castro, que acaba de concluir su retiro. El no tener a las figuras históricas prefigura, para los enemigos del proceso, un momento propicio para atizar contradicciones que, como cualquier procesos social y político, hay en Cuba.

 

A lo anterior hay que sumarle la pandemia, que no solo a Cuba sino a todo el mundo lo ha sumido en un verdadero período especial. Pero en Cuba, esto es más especial que en otras partes. Los principales rubros que proporcionan las divisas necesarias para que el país funcione se han paralizado totalmente, especialmente el turismo, y Cuba ha tenido que hacer milagros para poder subsistir. Y todo esto bajo el signo del bloqueo norteamericano, que prácticamente de forma unánime condena la humanidad expresada en la ONU; y de la aparición de las redes sociales que, para nadie, en ningún lugar del mundo, es un secreto que son utilizadas de forma aviesa para direccionar el accionar de movimientos sociales que, en Cuba, como en otros países que los Estados Unidos considera sus enemigos, son exacerbados por organizaciones financiadas por ellos mismos. 

 

Se ha configurado la tormenta perfecta, y no hay visos de mejora en el futuro próximo. Debe haber ejemplos similares al cubano en la historia mundial, pero a nosotros nos recuerda el de Numancia, cercada por las legiones romanas en la Hispania invadida por el imperio, que concluyó hasta que todos sus habitantes se inmolaron antes de entregarse. Lo primero que debería ocurrir ahora, inmediatamente, es el levantamiento de ese bloqueo. No hay nada más inhumano, cruel y estúpido que ese gigante millonario con la bota puesta sobre un pueblo que, como todos nosotros, está en desventaja, pero que a diferencia de muchos de nuestros países trata de hacer valer su soberanía para construir lo que ellos consideran que es lo que les conviene. 

 

Es nuestra opinión que cualquiera con un poco de humanidad debe exigir que cese el bloqueo contra Cuba, que la dejen transitar por el camino que ella escoja, sin intromisiones ni fariseos golpes de pecho de quienes le ponen la zancadilla y tiran la piedra sin ni siquiera tener la vergüenza de esconder la mano.

 

Eso es lo que deseamos para Cuba en estos días: que se levante el bloqueo y que se deje a los cubanos que arreglen ellos mismos sus problemas en paz. 

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