“Sabemos bien contra quienes nos enfrentamos, verdaderos monstruos que no dubitarán para tratar de aplastar al país (...) aceptamos esa responsabilidad”. Presidente Rafael Correa, 12 de diciembre del 2008.
Alberto Acosta / ALAI
(Imagen: retrato del expresidente ecuatoriano Eloy Alfaro).
Desde los inicios de la República las renegociaciones de la deuda externa han constituido una repetición de desgracias, embustes y peculados, así como de esperanzas frustradas ante una actitud prepotente y agresiva de los acreedores. Actitud alentada por la complicidad, consciente o no, de los negociadores ecuatorianos. Sin embargo, también hubo épocas, muy pocas por cierto, en las que el Estado ecuatoriano priorizó los intereses nacionales. Eso parece suceder en la actualidad en el gobierno del presidente Rafael Correa en lo que a la deuda externa se refiere. Correa, asumiendo los resultados de la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público, ha declarado la suspensión de pagos de un tramo de la deuda externa comercial, por considerarla ilegítima e ilegal.
Esta acción nos remite a la Revolución Liberal, cuando Eloy Alfaro dio un corte a “deuda gordiana”; definida así por lo difícil de desatar. Sin tratar de hacer comparaciones mecanicistas, que luego nos conducen a conclusiones simplistas, es indudable la existencia de varios puntos de coincidencia y otros de divergencia.
A fines del siglo XIX, la oposición liberal, particularmente el ala radical encabezada por el propio Alfaro, incluyó entre sus principales puntos programáticos la resolución del lastre de la deuda externa, que pesaba a la República desde sus orígenes. Y ese objetivo, que consta también en el programa de gobierno de la Revolución Ciudadana que lidera Rafael Correa, se cristalizó poco después del triunfo de la Revolución Liberal, con la suspensión del pago de la deuda.
Entonces, como ahora, esta decisión se sustentó en una investigación sobre el proceso de endeudamiento. El estudio de todas las negociaciones anteriores, dispuesto por el presidente Alfaro, estuvo a cargo de Emilio María Terán, general y abogado liberal. Sus resultados fueron contundentes. La ilegalidad y la ilegitimidad acompañaban permanentemente a las sucesivas renegociaciones de la deuda. Además, de acuerdo con los cálculos realizados por Terán, la deuda -tomando en consideración las condiciones del último arreglo, que él analizó- no podía cancelarse sino luego de 102 años y 6 meses, o sea hasta 1993 se habría estado pagando la deuda externa. Esta constatación contrastaba con los 21 años que el presidente Antonio Flores Jijón, uno de los presidentes comprometidos con los acreedores, exhibió como un éxito. Como conclusión de su trabajo, Terán, al comparar el arreglo de Flores Jijón -convenio Flores-Chambers- con el logrado en la renegociación anterior -convenio Espinel-Mocatta-, señalaría que “ambos son peores”.
Esta acción nos remite a la Revolución Liberal, cuando Eloy Alfaro dio un corte a “deuda gordiana”; definida así por lo difícil de desatar. Sin tratar de hacer comparaciones mecanicistas, que luego nos conducen a conclusiones simplistas, es indudable la existencia de varios puntos de coincidencia y otros de divergencia.
A fines del siglo XIX, la oposición liberal, particularmente el ala radical encabezada por el propio Alfaro, incluyó entre sus principales puntos programáticos la resolución del lastre de la deuda externa, que pesaba a la República desde sus orígenes. Y ese objetivo, que consta también en el programa de gobierno de la Revolución Ciudadana que lidera Rafael Correa, se cristalizó poco después del triunfo de la Revolución Liberal, con la suspensión del pago de la deuda.
Entonces, como ahora, esta decisión se sustentó en una investigación sobre el proceso de endeudamiento. El estudio de todas las negociaciones anteriores, dispuesto por el presidente Alfaro, estuvo a cargo de Emilio María Terán, general y abogado liberal. Sus resultados fueron contundentes. La ilegalidad y la ilegitimidad acompañaban permanentemente a las sucesivas renegociaciones de la deuda. Además, de acuerdo con los cálculos realizados por Terán, la deuda -tomando en consideración las condiciones del último arreglo, que él analizó- no podía cancelarse sino luego de 102 años y 6 meses, o sea hasta 1993 se habría estado pagando la deuda externa. Esta constatación contrastaba con los 21 años que el presidente Antonio Flores Jijón, uno de los presidentes comprometidos con los acreedores, exhibió como un éxito. Como conclusión de su trabajo, Terán, al comparar el arreglo de Flores Jijón -convenio Flores-Chambers- con el logrado en la renegociación anterior -convenio Espinel-Mocatta-, señalaría que “ambos son peores”.
A similar conclusión se podría llegar en la actualidad si comparáramos las renegociaciones de los Bonos Brady en el gobierno de Sixto Durán Ballén, con la de los Bonos Global en el gobierno de Gustavo Noboa Bejarano. En ambos casos se hizo “todo en función de los acreedores”, tal como demostró el propio Rafael Correa, cuando estudio el arreglo de los Bonos Global, que partió el arreglo de los Bonos Brady. Leer más...
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