Entre aplausos de presidentes de 23 países, el Grupo de Río incorporó a Cuba, 50 años después de que la isla fuera excluida del concierto regional por el gobierno norteamericano. La Cumbre también pidió el levantamiento del bloqueo.
Nora Veiras/Página12 (Desde Costa do Sauipe)
“Es histórico.” No importaba quién hablara, la frase iniciaba o cerraba todas las interpretaciones sobre la incorporación de Cuba al Grupo de Río. “Es un acto de justicia”, completó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sumándose a las palabras de su par de Venezuela, Hugo Chávez. De inmediato, anunció su visita oficial a la isla entre el 12 y el 14 de enero. “Vamos a profundizar la relación en el marco del afecto y el cariño proverbial entre ambos pueblos”, abundó. La solidaridad con Raúl Castro signó cada intervención y fue Lula quien aprovechó la ocasión para advertir que el triunfo de Barack Obama será realmente trascendente si entre otras cosas “efectivamente da fin al bloqueo a Cuba, que no tiene más explicación económica ni política”. Un aplauso unánime coronó el plenario.
En 1962, Cuba, por impulso de los Estados Unidos, fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA). La denominada crisis de los misiles –la “crisis de los cohetes” en palabras de Castro– marcó el comienzo de la política de aislamiento en la que los sucesivos gobiernos estadounidenses coincidieron casi sin matices. “Esta unanimidad ejemplar es para nosotros un momento trascendental en nuestra historia”, dijo Castro antes de recordar a Fidel y comentar que “seguro nos está mirando por televisión”. Raúl había recordado cómo juntos lucharon en Sierra Maestra para liberar a Cuba hace ya cincuenta años.
Como siempre, fue el venezolano quien combinó la emotividad con la épica.
“Manifiesto la complacencia infinita de Venezuela por este acto de justicia. Ya era hora. Hace cincuenta años exactos por estos días que andaban Fidel, el Che y Raúl por la Sierra Maestra liberando Cuba. Ya Simón Bolívar hablaba de la liberación política y de la unidad para alcanzar la independencia plena. Por primera vez ahora nos hemos unido.”
Poco antes del plenario del Grupo de Río, un encuentro trilateral entre Chávez, CFK y Castro había sido el escenario en el que se terminó de delinear la visita argentina a la isla. El ex presidente Néstor Kirchner había estado varias veces a punto de ir a La Habana pero el conflicto en torno de la negativa de Cuba a autorizar la salida del país de la médica Hilda Molina hizo naufragar el encuentro. CFK será la segunda mandataria democrática que recalará en Cuba: Raúl Alfonsín inauguró esa fallida saga en los ’80.
Pero la incorporación al Grupo de Río no fue el único éxito que cosechó Castro, ya que poco antes la Cumbre de América Latina, en la que participaron representantes de alto nivel de 33 países, pidieron el levantamiento del bloqueo norteamericano a la isla, la principal reivindicación de la diplomacia cubana. El Grupo de Río es un organismo de consulta política regional del que participará Cuba a partir de este momento.
Esta incorporación y la participación de su presidente Raúl Castro en las cumbres regionales previas significan un cambio en las reglas de juego de la diplomacia latinoamericana, que había excluido a la isla a principios de la década de los ’60, cuando fue expulsada de la OEA. Al inaugurar la cumbre del Mercosur en la mañana de ayer, donde Castro fue recibido como invitado, el presidente Lula de Brasil –que fue el principal impulsor de la reincorporación de Cuba a las relaciones regionales– destacó “la importancia que tiene su presencia para todos nosotros; ésta es la primera de las muchas reuniones en las que vamos a contar con usted”, insistió. Lula subrayó en su discurso en que ésta es la primera ocasión en la que todos los países al sur del río Bravo van a reunirse “sin exclusiones y sin presencias ajenas a la región”.
Estas características de la reunión también fueron destacadas por el presidente venezolano Hugo Chávez, quien se retrasó y no pudo asistir a la reunión del Mercosur que comenzó la saga de cuatro cumbres. “Lo que dará relevancia histórica a esta cumbre será la participación de Cuba, qué bueno que Cuba esté aquí”, afirmó Chávez, quien, cuando el presidente pro tempore del Grupo de Río, el mandatario mexicano Felipe Calderón, anunció la incorporación de la isla, prorrumpió en gritos de “¡Viva Cuba!, ¡Viva Fidel!”.
Esta maratón de cuatro cumbres de alto nivel regional constituye el debut del presidente cubano que ya lleva dos años y medio en el gobierno de su país. Pero prácticamente desde hace ocho años, desde la enfermedad de Fidel Castro, que Cuba no participaba en este tipo de actividades, salvo en el ALBA, impulsado por Venezuela y en el que participan en un plano de acuerdos ideológicos más estrechos Bolivia, Ecuador y Honduras.
La diplomacia internacional evaluó la incorporación de Cuba al Grupo de Río como un éxito de Raúl Castro frente a los esfuerzos del gobierno norteamericano por mantener bloqueada la isla. No por casualidad, ayer Carlos Gutiérrez, el secretario de Comercio de la administración de George W. Bush, aclaró que Estados Unidos debe mantener el bloqueo a Cuba. “Nuestra actitud ante Cuba debe ser la misma mientras Fidel y Raúl sigan allí –afirmó Gutiérrez–. Hasta que ese día no llegue, no debemos ser simplistas ni ingenuos con lo que ocurre frente a nuestras orillas.” El funcionario de Bush habló en la Fundación Heritage, un centro académico conservador de Washington. Gutiérrez, de origen cubano, ha sido el principal portavoz del gobierno de Bush en temas cubanos y en 2003 fue nombrado copresidente de una Comisión de Ayuda para una Cuba Libre. Las declaraciones de Gutiérrez fueron tomadas como una advertencia para los latinoamericanos reunidos en Brasil, pero también como un tiro por elevación al presidente electo Barack Obama.
Los periodistas le preguntaron a Raúl Castro si Lula se había ofrecido como mediador con Obama. “Hay muchas proposiciones en ese sentido –respondió–. Si Obama quiere dialogar, hablaremos. Si no, no. Eso es todo.” Castro además mantuvo reuniones bilaterales con el presidente conservador de México, Felipe Calderón, quien heredó de su antecesor Vicente Fox una áspera disputa con el gobierno cubano y un proceso de alejamiento en sus relaciones con el resto de América latina. Al salir de la reunión, Castro declaró que “no queda ninguna aspereza con México” y el mismo Calderón, que poco después era el encargado de anunciar el ingreso de Cuba al Grupo de Río, expresó su alegría por esta incorporación y su “seguridad” de que los aportes cubanos “fortalecerán” al Grupo.
“En nombre de una Cuba que ha sufrido 50 años de bloqueo –agradeció Castro en la Cumbre– agradezco a los países de Latinoamérica y el Caribe por su firme apoyo a la declaración contra la ilegal e injusta política que viola los derechos humanos de nuestro pueblo...” “A pesar del vengativo bloqueo –agregó–, Cuba está dispuesta a compartir modestas experiencias para colaborar con la región, ya que la colaboración, junto con la solidaridad y el internacionalismo, constituyen las bases de nuestras relaciones con el mundo.” El presidente cubano expresó también la necesidad de superar “un modelo de integración basado en la globocolonización para alcanzar un modelo basado en la solidaridad”.
Aunque parezca increíble, la sola incorporación de Cuba al marco regional del que estuvo aislada durante tantos años se constituyó en la primera señal de que se abre una nueva etapa en ese aspecto, según coincidían ayer los principales analistas internacionales. La normalización de las relaciones con México y el consenso absoluto que obtuvo el rechazo al bloqueo se convierten en otras piezas flojas del dispositivo que el Departamento de Estado norteamericano generó con relación a Cuba. En un momento de crisis económica, se podría decir también que hace crisis la estrategia histórica de los Estados Unidos para la región.
En 1962, Cuba, por impulso de los Estados Unidos, fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA). La denominada crisis de los misiles –la “crisis de los cohetes” en palabras de Castro– marcó el comienzo de la política de aislamiento en la que los sucesivos gobiernos estadounidenses coincidieron casi sin matices. “Esta unanimidad ejemplar es para nosotros un momento trascendental en nuestra historia”, dijo Castro antes de recordar a Fidel y comentar que “seguro nos está mirando por televisión”. Raúl había recordado cómo juntos lucharon en Sierra Maestra para liberar a Cuba hace ya cincuenta años.
Como siempre, fue el venezolano quien combinó la emotividad con la épica.
“Manifiesto la complacencia infinita de Venezuela por este acto de justicia. Ya era hora. Hace cincuenta años exactos por estos días que andaban Fidel, el Che y Raúl por la Sierra Maestra liberando Cuba. Ya Simón Bolívar hablaba de la liberación política y de la unidad para alcanzar la independencia plena. Por primera vez ahora nos hemos unido.”
Poco antes del plenario del Grupo de Río, un encuentro trilateral entre Chávez, CFK y Castro había sido el escenario en el que se terminó de delinear la visita argentina a la isla. El ex presidente Néstor Kirchner había estado varias veces a punto de ir a La Habana pero el conflicto en torno de la negativa de Cuba a autorizar la salida del país de la médica Hilda Molina hizo naufragar el encuentro. CFK será la segunda mandataria democrática que recalará en Cuba: Raúl Alfonsín inauguró esa fallida saga en los ’80.
Pero la incorporación al Grupo de Río no fue el único éxito que cosechó Castro, ya que poco antes la Cumbre de América Latina, en la que participaron representantes de alto nivel de 33 países, pidieron el levantamiento del bloqueo norteamericano a la isla, la principal reivindicación de la diplomacia cubana. El Grupo de Río es un organismo de consulta política regional del que participará Cuba a partir de este momento.
Esta incorporación y la participación de su presidente Raúl Castro en las cumbres regionales previas significan un cambio en las reglas de juego de la diplomacia latinoamericana, que había excluido a la isla a principios de la década de los ’60, cuando fue expulsada de la OEA. Al inaugurar la cumbre del Mercosur en la mañana de ayer, donde Castro fue recibido como invitado, el presidente Lula de Brasil –que fue el principal impulsor de la reincorporación de Cuba a las relaciones regionales– destacó “la importancia que tiene su presencia para todos nosotros; ésta es la primera de las muchas reuniones en las que vamos a contar con usted”, insistió. Lula subrayó en su discurso en que ésta es la primera ocasión en la que todos los países al sur del río Bravo van a reunirse “sin exclusiones y sin presencias ajenas a la región”.
Estas características de la reunión también fueron destacadas por el presidente venezolano Hugo Chávez, quien se retrasó y no pudo asistir a la reunión del Mercosur que comenzó la saga de cuatro cumbres. “Lo que dará relevancia histórica a esta cumbre será la participación de Cuba, qué bueno que Cuba esté aquí”, afirmó Chávez, quien, cuando el presidente pro tempore del Grupo de Río, el mandatario mexicano Felipe Calderón, anunció la incorporación de la isla, prorrumpió en gritos de “¡Viva Cuba!, ¡Viva Fidel!”.
Esta maratón de cuatro cumbres de alto nivel regional constituye el debut del presidente cubano que ya lleva dos años y medio en el gobierno de su país. Pero prácticamente desde hace ocho años, desde la enfermedad de Fidel Castro, que Cuba no participaba en este tipo de actividades, salvo en el ALBA, impulsado por Venezuela y en el que participan en un plano de acuerdos ideológicos más estrechos Bolivia, Ecuador y Honduras.
La diplomacia internacional evaluó la incorporación de Cuba al Grupo de Río como un éxito de Raúl Castro frente a los esfuerzos del gobierno norteamericano por mantener bloqueada la isla. No por casualidad, ayer Carlos Gutiérrez, el secretario de Comercio de la administración de George W. Bush, aclaró que Estados Unidos debe mantener el bloqueo a Cuba. “Nuestra actitud ante Cuba debe ser la misma mientras Fidel y Raúl sigan allí –afirmó Gutiérrez–. Hasta que ese día no llegue, no debemos ser simplistas ni ingenuos con lo que ocurre frente a nuestras orillas.” El funcionario de Bush habló en la Fundación Heritage, un centro académico conservador de Washington. Gutiérrez, de origen cubano, ha sido el principal portavoz del gobierno de Bush en temas cubanos y en 2003 fue nombrado copresidente de una Comisión de Ayuda para una Cuba Libre. Las declaraciones de Gutiérrez fueron tomadas como una advertencia para los latinoamericanos reunidos en Brasil, pero también como un tiro por elevación al presidente electo Barack Obama.
Los periodistas le preguntaron a Raúl Castro si Lula se había ofrecido como mediador con Obama. “Hay muchas proposiciones en ese sentido –respondió–. Si Obama quiere dialogar, hablaremos. Si no, no. Eso es todo.” Castro además mantuvo reuniones bilaterales con el presidente conservador de México, Felipe Calderón, quien heredó de su antecesor Vicente Fox una áspera disputa con el gobierno cubano y un proceso de alejamiento en sus relaciones con el resto de América latina. Al salir de la reunión, Castro declaró que “no queda ninguna aspereza con México” y el mismo Calderón, que poco después era el encargado de anunciar el ingreso de Cuba al Grupo de Río, expresó su alegría por esta incorporación y su “seguridad” de que los aportes cubanos “fortalecerán” al Grupo.
“En nombre de una Cuba que ha sufrido 50 años de bloqueo –agradeció Castro en la Cumbre– agradezco a los países de Latinoamérica y el Caribe por su firme apoyo a la declaración contra la ilegal e injusta política que viola los derechos humanos de nuestro pueblo...” “A pesar del vengativo bloqueo –agregó–, Cuba está dispuesta a compartir modestas experiencias para colaborar con la región, ya que la colaboración, junto con la solidaridad y el internacionalismo, constituyen las bases de nuestras relaciones con el mundo.” El presidente cubano expresó también la necesidad de superar “un modelo de integración basado en la globocolonización para alcanzar un modelo basado en la solidaridad”.
Aunque parezca increíble, la sola incorporación de Cuba al marco regional del que estuvo aislada durante tantos años se constituyó en la primera señal de que se abre una nueva etapa en ese aspecto, según coincidían ayer los principales analistas internacionales. La normalización de las relaciones con México y el consenso absoluto que obtuvo el rechazo al bloqueo se convierten en otras piezas flojas del dispositivo que el Departamento de Estado norteamericano generó con relación a Cuba. En un momento de crisis económica, se podría decir también que hace crisis la estrategia histórica de los Estados Unidos para la región.
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