¿Hacia dónde enrumbará
Costa Rica el proceso de construcción de una comunidad política desde la CELAC?
¿La Alianza del Pacífico acabará por acelerar el desencuentro entre gobiernos y
países de nuestra América, que solo puede beneficiar a quienes usufructúan de
nuestras divisiones y disputas?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Laura Chinchilla, presidenta pro témpore de la CELAC, firmó la adhesión de Costa Rica a la Alianza del Pacífico. |
El bloque de países de
la llamada Alianza del Pacífico, conformada por México, Colombia, Perú y Chile,
suscribió en Cartagena de Indias, en su VIII Cumbre, un Protocolo Comercial
que, de aprobarse por los respectivos congresos, daría rango de ley a los más
radicales dogmas librecambistas del neoliberalismo: prácticamente de golpe,
este mega acuerdo elimina los aranceles al 100% de los productos que participan
del comercio entre los países miembros -92% en forma inmediata (manufacturas y
servicios) y el 8% restante, del sector agrícola, lo hará en forma progresiva
en los próximos años-.
Dirigentes del agro
colombiano denunciaron que el Protocolo “impulsará un comercio salvaje perjudicial para los campesinos”, toda
vez que pone a competir, en supuesta igualdad de condiciones, a sectores con
importantes asimetrías, lo que beneficiaría a los grandes empresarios y
productores de México y Chile. Sin embargo, estas preocupaciones, por lo demás
legítimas a la luz de las nefastas experiencias y las crisis provocadas por los
tratados de libre comercio en el campo mesoamericano, no inmutaron al
presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien afirmó que se trata de un acuerdo que hace de la Alianza del Pacífico “el mecanismo
de integración más innovador” desde el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN).
¿Acaso el ocupante de Los Pinos se refería a la creciente dependencia
alimentaria del exterior, a las migraciones forzadas de campesinos en la ruina,
o al escandaloso aumento de la pobreza, que son parte de los resultados
perniciosos del TLCAN para la sociedad mexicana? ¿O, más bien, hacía alusión al
sometimiento de la soberanía nacional a los imperativos del capital y a la
injerencia de los Estados Unidos en los asuntos de política interna y externa?
Lejos del optimismo cínico de los presidentes neoliberales, y de las
falacias económicas que acompañan este tipo de anuncios, lo cierto es que no
debemos llamarnos a engaños ni a ingenuidades políticas respecto de los
intereses y factores que dominan la Alianza del Pacífico, ni tampoco sobre su
intencionalidad en el delicado ajedrez geopolítico de América Latina.
Tal y como hemos
expresado en otras oportunidades, esta iniciativa, de
inocultable cariz neoliberal, es la expresión de los intereses imperialistas de
Estados Unidos en nuestra región, y en concreto, se trata de un aggiornamento del proyecto panamericanista
del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesto desde el seno de
la OEA a mediados de la década de 1990, y que fue derrotado en Mar del Plata en
2005, gracias a la convergencia de gobiernos nacional-populares en Argentina,
Brasil y Venezuela, y por supuesto, a una movilización popular continental sin
precedentes. Aquella fractura en el dominio panamericano permitió el avance de
una visión diferente de la intregación latinoamericana, con un sustento
ideológico que recuperaba lo mejor del pensamiento bolivariano y martiano, y
que se articuló en torno a iniciativas político-económicas como el Mercosur
(ampliado ahora con Venezuela), el ALBA, Petrocaribe, la UNASUR y la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Sin embargo, Washignton
no se dio por vencido tras el fracaso del ALCA: en paralelo a esta nueva
integración nuestroamericana, impulsó
una política bilateral y subregional que le permitió urdir una red de tratados
comerciales que ya involucran a México, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile.
La Alianza del Pacífico es hija de este empeño hegemónico estadounidense, y a
su vez, engancha a los países del
bloque en la órbita del polémico Tratado Trans Pacífico. De hecho, Estados Unidos, China e India ya solicitaron su inclusión como
observadores en la Alianza, lo que deja pocas dudas del andamiaje que se pone
en marcha.
La cumbre de Cartagena también
deja para el análisis un nuevo elemento: Costa Rica, representada por el
gobierno de Laura Chinchilla y el Partido Liberación Nacional (PLN), firmó su
adhesión como miembro de la Alianza. En principio, la decisión no debería
sorprender a nadie, dada la vocación neoliberal y panamericanista de la
administración Chinchilla; pero si se considera que esta incorporación ocurre a
menos de dos semanas de que Costa Rica asumiera la presidencia pro témpore de la
CELAC, la perspectiva cambia: en esa disputa entre visiones y modelos -del
Pacífico y del Atlántico, del Norte y del Sur- que marcan las tensiones
políticas en nuestra América, el compromiso de las élites costarricense con la
opción neoliberal es un mal augurio de cara a su mandato al frente de la CELAC
durante el 2014.
Más grave aún es el
hecho de que la alternativa al PLN en la lucha por la presidencia de Costa
Rica, el Partido Acción Ciudadana (PAC), ya manifestó, a través de su candidato
presidencial Luis Guillermo Solís, la intención de profundizar la integración
en el bloque neoliberal y desmarcarse de las que entendemos como iniciativas nuestroamericanas. En una entrevista para el diario El País de España, Solís explicó: “Claramente, no me veo miembro del ALBA en un sentido político. Costa Rica no se va afiliar a ese bloque.
Se podrán aprovechar espacios que el ALBA ha abierto para negociaciones
multilaterales, como la CELAC. Sobre la
Alianza del Pacífico, debemos participar en ella porque Costa Rica es parte
de un complejo geopolítico de más de 500.000 kilómetros de mar en el Pacífico,
que obliga a una articulación con otras naciones del área. Además, tenemos tratados de libre comercio con casi
todos sus miembros. Hay que acelerar el diálogo con las comunidades del
otro lado del Pacífico”.
¿Hacia dónde enrumbará
Costa Rica el proceso de construcción de una comunidad política desde la CELAC?
¿Un triunfo del PAC en las elecciones del 7 de abril podría introducir
variantes progresistas en esa conducción, o mantendrá las líneas tradicionales
de la diplomacia costarricense? ¿La Alianza del Pacífico acabará por acelerar
el desencuentro entre gobiernos y países de nuestra América, que solo puede
beneficiar a quienes usufructúan de nuestras divisiones y disputas?
De momento, el panorama
no es halagueño y hay más preguntas que respuestas concretas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario