Si es cierto que la
participación electoral, la inclusión y la celebración de elecciones
transparentes cada cierto tiempo han cambiado en alguna medida el rostro de la
democracia, también es verdad que la negación por parte del Estado de
realidades sociales primordiales, reflejadas en la insatisfacción del sentido
jurídico-político del concepto de ciudadanía, limitan su contenido.
Desde
Ciudad de Guatemala
En la conferencia del
Doctor Salvador Romero Ballivián se evidencia su gran dominio sobre el tema de
la participación política y electoral en América Central. Con cifras exactas y
muy buenos argumentos, él logra armar una visión de conjunto de “las tendencias
de la evolución política y electoral” de la región centroamericana, la cual
contrasta varias veces con la experiencia y los datos de algunos países de
América del Sur.
Desde que comenzó la
transición a la democracia, nos dice, en El Salvador o Nicaragua se han
ampliado los cargos públicos elegidos con el sufragio directo de los
ciudadanos; en Honduras los electores han recibido la posibilidad de escoger
directamente a los parlamentarios; en Costa Rica, Panamá y Guatemala el
referéndum se abrió paso progresivamente y, basándose en datos exactos, el
autor demuestra que el cuerpo electoral de la región se ha ampliado
notoriamente en las tres últimas décadas.
Aunque Salvador Romero
Ballivián sólo plantea el problema de saber qué tipos de impacto pudieron haber
provocado esos incrementos en el padrón electoral, su análisis refleja que el
retorno a la democracia en algunas repúblicas centroamericanas también
favoreció la puesta en práctica de reformas legales para alentar la
participación política electoral.
Participación política,
participación electoral, inclusión, elecciones, sufragio; son ideas clave del
concepto de democracia de Salvador Romero Ballivián. De hecho, su análisis del
estado de la democracia en América Central se centra exclusivamente en esas
variables. Su concepto de democracia, por eso mismo, es susceptible de ser
criticado: si es cierto que la participación electoral, la inclusión y la
celebración de elecciones transparentes cada cierto tiempo han cambiado en
alguna medida el rostro de la democracia, también es verdad que la negación por
parte del Estado de realidades sociales primordiales, reflejadas en la
insatisfacción del sentido jurídico-político del concepto de ciudadanía,
limitan su contenido.
Esa insatisfacción se
hace particularmente evidente en países como Guatemala donde los pueblos
históricamente marginados exigen no sólo su inclusión política y mayores
beneficios socioeconómicos del Estado, sino también el respeto de su identidad
étnica y cultural y el reconocimiento político y jurídico de la diferencia.
Guatemala, en ese
sentido, no es ajena a reivindicaciones étnicas que cuestionan la validez del
concepto occidental de ciudadanía y nos interpela sobre el verdadero contenido
de la democracia. En Guatemala, experiencias recientes ligadas a los procesos
de consulta a las comunidades frente a la autorización de concesiones mineras,
petroleras, de generación de electricidad y de infraestructura en sus
territorios, han mostrado que los pueblos indígenas se rigen por una concepción
más directa e incluyente de la democracia. Privilegiando el sentido de
pertenencia a la comunidad, identificándose plenamente con ella, participando
directamente en los asuntos políticos locales, los pueblos indígenas
guatemaltecos han puesto en evidencia la ilegitimidad del sistema político
oficial y la existencia de otro sistema político donde el vínculo entre
comunidad y ciudadanía es fundamental.
Si “la existencia de
comunidades y pueblos indígenas con identidades, formas de participación,
derechos y obligaciones, y más ampliamente sistemas jurídicos y políticos
propios”,[1]
dan cuenta de la coexistencia de dos concepciones distintas de lo político, y
si la puesta en práctica de un concepto de ciudadanía completamente ajeno al
sistema político oficial determina la manera de hacer política de buena parte
de guatemaltecos, no vemos por qué el concepto de democracia de que nos habla
Salvador Romero Ballivián no deba enriquecerse con ese tipo de democracia
directa e incluyente que privilegia los espacios locales de pertenencia.
¿Cómo conciliar el
antagonismo entre dos concepciones distintas de lo político en una nación cuya
población mayoritariamente indígena reclama al Estado y al resto de la sociedad
el respeto y reconocimiento de su identidad social, cultural, religiosa y
política? ¿Qué hacer para que un Contrato Social suscrito por los guatemaltecos
pueda disipar los antagonismos señalados por Salvador Romero Ballivián, entre
un sistema político que reconoce una “ciudadanía abstracta de iguales” por
encima de otra “fundada en el reconocimiento de derechos colectivos para grupos
dotados de una identidad común”? ¿Qué hacer para que la democracia en Guatemala
sea un reflejo fiel de la realidad sociocultural de la nación, y no solamente
una serie de procesos y procedimientos electorales que, en un país capturado
por una decena de corporaciones y una centena de grandes empresas,[2]
se convierten en una rutina conducida y determinada por los intereses
corporativos que, entre otras cosas, definen las agendas de partidos y
candidatos, financian sus campañas, orientan la opinión pública e inducen el
voto del electorado?
Como ha sido demostrado
en los últimos años en algunos países de América del Sur, sólo la lucha activa
y la participación política de los pueblos indígenas y sectores más
progresistas de la sociedad, generarán las transformaciones estructurales
necesarias para fundar el Estado democrático que reconozca el carácter
multicultural de la nación.
Referencias bibliográficas
Ramos Muñoz, Belinda; Sosa Velásquez, Mario, 2008, Un Estado otra Nación. Culturas políticas,
ciudadanía e intermediación en Guatemala, Universidad Rafael Landívar,
Guatemala, p. 61.
VEA CANAL, Programa Conversemos, 24 de mayo de 2011, Guatemala: país capturado por una decena de
corporaciones y una centena de grandes empresas, Entrevista a Jorge Murga
Armas, Youtube, Guatemala.
Guatemala, 06 de septiembre de 2012.
** Guatemalteco. Doctor en Antropología y Sociología de lo
político por la Universidad de París 8. Investigador del Instituto de
Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de
Guatemala. Investigador visitante del Instituto Ibero-Americano (IAI) de
Berlín, del 1 de abril de 2013 al 30 de junio de 2013, becado por el Servicio
Alemán de Intercambio Académico (DAAD).
NOTAS:
[1]
Belinda Ramos Muñoz, 2008.
[2] VEA
CANAL, 2011.
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