Estados Unidos y Europa hicieron caso omiso
de las advertencias rusas y alentaron a los manifestantes ucranianos de igual
manera que en 2004, cuando impulsaron la Revolución Naranja. Aunque en esa
ocasión lograron la anulación de las elecciones que tuvieron que realizarse
nuevamente, la situación hoy es distinta. Las diferencias entre Europa y
Estados Unidos dan cuenta de esta situación.
Sergio Rodríguez Gelfenstein /
Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Después
que sus principales líderes fueran sujeto de espionaje por parte de las
agencias de seguridad de Estados Unidos, que la subsecretaria de Estado para
asuntos europeos de ese país, Victoria Nuland haya prorrumpido en el “piropo”
que titula este artículo, al referirse a sus aliados europeos, da cuenta de la
muy poca estima que tiene la potencia norteamericana por sus amigos, poniendo
en evidencia además, la dignidad en decadencia de sus líderes. Salvo una tibia
reclamación de la canciller alemana Ángela Merkel, no se escucharon voces que
salvaguardaran algo del decoro que en otros tiempos caracterizara al viejo
continente. La política es así. Con cientos de satélites espiando sus
comunicaciones, los dirigentes europeos pensaron que era mejor tragarse el
insulto antes de despertar la ira de su aliado mayor. Esta vez la causa del exabrupto fue Ucrania.
La
vida política de Ucrania ha estado marcada a través de la historia por su
ubicación a medio camino entre Rusia y Europa. De ahí su nombre que significa
“País de la Frontera”. Los ucranianos desarrollaron una larga lucha por su
unidad y su independencia, lograda apenas en el siglo XX. La relación con Rusia es parte inseparable de su
historia desde mucho antes de la existencia de la Unión Soviética.
Ucrania
fue el espacio donde se desarrollaron
algunos de los combates más cruentos de la Segunda Guerra Mundial o Gran Guerra
Patria como la han denominado los pueblos que pertenecieron a la URSS. Su
territorio fue escenario de la lucha de grandes destacamentos guerrilleros que
operaban en la retaguardia de las fuerzas de ocupación nazis. Estas unidades
actuaban de manera primordial contra los trenes y otros convoyes de medios de
transporte que necesariamente debían pasar por su territorio para apoyar a las
fuerzas que pugnaban por ocupar la Unión Soviética.
Se
calcula que más de 6 millones de ucranianos fueron asesinados por las tropas
nazis y alrededor de un millón y medio de soldados provenientes de este país
entregaron su vida formando parte de las Fuerzas Armadas Soviéticas. 700
ciudades y más de 25 mil pequeños pueblos fueron destruidos por la barbarie
fascista.
El
gobierno soviético se volcó a la reconstrucción de Ucrania en el período
posterior a la guerra. Eso permitió que el país desarrollara un gran potencial
industrial, de los más importantes del campo socialista y de toda Europa.
Ucrania
heredó parte significativa de la industria de armamento y de las Fuerzas
Armadas de la Unión Soviética. Su ubicación geográfica y su soberanía sobre
Crimea desde 1954, le permiten tener algunos de los puertos más importantes en
el mar Negro. En Sebastopol se encuentra –después de un acuerdo bilateral- la
gigantesca Flota Rusa del Mar Negro que opera en el flanco sur del territorio
ruso y en el Mar Mediterráneo, lo que le da importancia estratégica.
Ucrania
es un país de gran desarrollo industrial. Una vez superada la aparatosa caída
de su economía, signada por el incremento de la pobreza, altísimos niveles de
inflación y una ola de privatizaciones durante la transición del socialismo al
capitalismo tras la desaparición de la Unión Soviética, el país se ha ido
reponiendo durante este siglo.
Su
economía está considerada entre las 40 más importantes del mundo por su PIB, aunque
el PIB per cápita la ubica en lugares cercanos al 80 en el mundo. Su riqueza se
basa en el desarrollo industrial, la alta tecnología, la producción de
vehículos de múltiples usos, particularmente camiones, así como aviones de todo
tipo. Se destaca también en el desarrollo espacial y el turismo. Sin embargo,
es un importador neto de petróleo y gas, en primer lugar desde Rusia y en
segundo de los países que bordean el Mar Caspio. Casi la mitad de su energía es
nuclear.
La victoria electoral de Viktor Yanukovich tuvo
importantes implicaciones políticas para el país y para la región. Su
acercamiento a Rusia, generó condiciones óptimas para una alineación de estos
gobiernos con el de Belarús, impidiendo en los hechos los planes de la OTAN
para extenderse hacia el este. Esto cambió la correlación de fuerzas en la
geopolítica de Europa Central y de todo el continente. La posibilidad de
reactivar una alianza similar a la Comunidad de Estados Independientes (CEI)
que se creó al desaparecer la Unión Soviética, hizo que el eje que tiene centro
en Moscú se pudiera articular nuevamente desde Europa oriental hasta las
profundidades de Asia. Las buenas relaciones actuales de Rusia con China
crearon -en los hechos- un polo de poder que mermará el posicionamiento de la OTAN
y Estados Unidos en esta parte del planeta. La importancia de Ucrania en esta
lógica es trascendental por su ubicación geográfica como puerta de entrada y
salida de Europa y por su privilegiado litoral sobre el Mar Negro.
La
Unión Europea y Estados Unidos han puesto en funcionamiento a tope su
diplomacia tratando de buscar una salida favorable a sus intereses y ajenos a
los de Rusia. Sus negociadores han actuado coordinadamente durante todo el
invierno hablando con uno y otro actor del conflicto. Sin embargo, lo han
tenido que hacer con suma prudencia a fin de no exaltar los ánimos de
Yanukovich, llevándolo a caer mansamente en los brazos de Moscú.
El
malestar de la subsecretaria Nuland surgió por la diferencia de visión entre su país y Europa en torno a
la salida de la crisis. Mientras Estados Unidos apuesta por Arseni Yatseniuk, abogado y ex ministro de economía de la
República Autónoma de Crimea en el sur de Ucrania, los europeos lo hacen por el ex campeón mundial
de boxeo y actual parlamentario Vitali
Klichkó,
para controlar un potencial gobierno post Yanukovich. Los intentos de encontrar
una opinión de consenso han fallado una y otra vez. La impotencia de Nuland por
la incapacidad para imponer la alternativa
estadounidense a Europa causó su destemplanza cuando hablaba por
teléfono con su embajador ante Ucrania.
La imposibilidad de Occidente para alcanzar
una solución del conflicto parte de su errada idea de buscar la misma entre las
instancias políticas que hacen vida en el parlamento. Los manifestantes
opositores que se encuentran instalados en la plaza Maidán en Kiev, responden a
criterios diferentes y a reivindicaciones muy distintas de las que sustentan
los políticos.
En una situación que guarda cierta
similitud con el manejo de la crisis siria, Occidente apostó por los
manifestantes opositores suponiendo que serían dóciles vasallos que podrían
controlar para hacer caer a Yanukovich. Al igual que en Siria, cuando el
conflicto se le escapó de las manos, buscaron a ciertos sectores proclives a
sus intereses a fin de hallar una salida atinada al problema. Al igual que en
Siria, tendrán que acudir a Rusia para que los salve. Al igual que en Siria,
Rusia acudirá gustosamente.
Desde el primero momento. Moscú ha
informado a Occidente que los manifestantes de
la Plaza Maidán provienen de agrupaciones extremistas y xenófobas,
vinculadas a organizaciones fascistas y, han alertado en torno a la orientación
anti rusa de los líderes de las protestas.
Estados Unidos y Europa hicieron caso omiso
de las advertencias rusas y alentaron a los manifestantes de igual manera que
en 2004, cuando impulsaron la Revolución Naranja. Aunque en esa ocasión
lograron la anulación de las elecciones que tuvieron que realizarse nuevamente,
la situación hoy es distinta. Las diferencias entre Europa y Estados Unidos dan
cuenta de esta situación.
Tal vez ahora, Rusia coincida con Nuland y
parafraseándola, puedan afirmar lo mismo que ella, aunque probablemente
agreguen a Estados Unidos en su imprecación.
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