La historia se repite como los
hechos habitualmente nos lo recuerdan.
La reflexión, el conocimiento y la experiencia adquirida en las
vicisitudes de la lucha popular darán
los instrumentos para aprender de ella, pero sólo la fuerza del pueblo
organizado es capaz de maniobrar o
incluso acelerar cuando ello sea necesario. La tradición de Venezuela es pródiga en
ejemplos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein /
Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
En mayo del año pasado,
cuando aún la derecha no aceptaba reconocer el triunfo de Nicolás Maduro en las
elecciones presidenciales de abril, escribí en este mismo espacio un artículo
titulado “Derecha fundamentalista vs. derecha
pragmática”. En ese escrito caracterizaba a la
primera como “…una oligarquía primitiva, fundamentalista,
vinculada a los sectores más reaccionarios de la iglesia católica como el Opus
Dei, los Legionarios de Cristo y el Yunque, que se fundan en la idea de que la
civilización occidental judeo-cristiana está amenazada por una oleada
“comunista” y, por tanto se sienten obligados a
arrogarse como “salvadores” de dicha civilización. Asumen una posición
altamente ideologizada, extremista que en algunas ocasiones raya en el
fascismo. En esta lógica se inscriben –por ejemplo- Fox en México, Uribe en
Colombia, Vargas Llosa y Fujimori en Perú, el partido pinochetista UDI y la
democracia cristiana en Chile”. Hoy, sin duda alguna, hay que agregar a esa
tenebrosa lista al Partido Voluntad Popular de Venezuela.
El
fascismo es un movimiento o ideología
autoritaria que originalmente agrupó fuerzas conservadoras en el período entre
las dos grandes guerras en la Europa del siglo XX. Las estructuras fascistas
que tuvieron mayor alcance fueron la de la Italia de Mussolini, de donde adquirió su nombre, el nazismo
liderado por Hitler en Alemania y el falangismo en España cuyo máximo exponente
fue Francisco Franco y del cual derivan el Partido Popular español y los
partidos demócrata cristianos de todo el mundo. En Venezuela tuvo su expresión
original en COPEI, del que provinieron, –después de múltiples fraccionamientos-
otras organizaciones como Primero Justicia y Voluntad Popular.
El
fascismo tuvo una gran influencia de una
versión ramplona de la teoría de la evolución de Darwin que establece la lucha
interminable entre personas y naciones. De aquí emana el culto a la violencia
porque, por esa vía se puede imponer la voluntad del grupo de personas o de la
nación que la interpreta con el objetivo de sobrevivir a cualquier precio. El
líder fascista pretende ser siempre la encarnación de la “voluntad de la
nación”. De ahí, -tal vez- proceda el nombre que Leopoldo López le ha dado a su
organización.
Según
Gramsci, el fascismo nace cuando “el
mundo viejo se niega a morir y un mundo nuevo no puede nacer”. Así mismo, es
válido decir que el fascismo siempre ha surgido en momentos de crisis del
sistema capitalista, cuando los sectores que lo interpretan ven debilitadas sus
posibilidades de actuar en los marcos del propio modelo de democracia
representativa que engendraron y con el que pretenden perpetuar su poder. Desde
el punto de vista de clases, el fascismo se apoya fundamentalmente en ciertas
fracciones de una clase media arribista que es fácilmente cooptada a partir de
su afán de deslindarse de los sectores populares a los que desprecia profundamente en su intento de
“diferenciarse”. Los ideólogos fascistas aprovechan esta condición para
hacerlos sentir un grupo superior cuya sobrevivencia se ve amenazada, por la
acción de segmentos marginados de la sociedad que comienzan a reivindicar
espacios de participación.
En este sentido, vale recordar las palabras del
luchador anti-fascista búlgaro Jorge Dimitrov quien en 1935 recalcaba de un modo especial el carácter verdadero del fascismo, “porque el
disfraz de la demagogia social ha dado al fascismo, en una serie de países, la
posibilidad de arrastrar consigo a las masas de la pequeña burguesía, sacadas
de quicio por la crisis, e incluso a algunos sectores de las capas más
atrasadas del proletariado, que jamás hubieran seguido al fascismo si hubiesen
comprendido su verdadero carácter de clase, su verdadera naturaleza”.
Dimitrov se pregunta, “¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre
las masas?” y responde “El fascismo logra atraerse las masas porque especula de
forma demagógica con sus
necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los
prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con
los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces,
incluso con sus tradiciones revolucionarias”.
Y cual si estuviera viviendo la Venezuela de hoy, el líder búlgaro
recrea los ataques de esta derecha fascista a las iniciativas que pugnan por la
relación solidaria y fraterna que ha establecido el proceso bolivariano con los
pueblos del mundo y en particular con los de Nuestra América. Con prístina
visión de futuro afirmó, “El fascismo es el poder del propio capital
financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase
obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales. El
fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma más brutal que
cultiva un odio bestial contra los demás pueblos”. Por eso atacan a la Alba , a
Petrocaribe, a Unasur y la Celac.
En
América Latina, esta corriente de la derecha ultra reaccionaria surgió a partir
del influjo de lo que ocurría en Europa, sin embargo, adquirió motor propio
sobre todo en Brasil, Chile, Argentina y Bolivia. En nuestra región, además,
adoptó una postura ultra radical frente a la democracia liberal burguesa.
Aunque el fin de la segunda guerra mundial, produjo un declive del movimiento
fascista en Europa, en América Latina logró mimetizarse hasta adquirir razón y
fuerza de Estado a partir de la implantación -en la década de los 60 y 70 del
siglo pasado- de las dictaduras sustentadas en la Doctrina de Seguridad
Nacional apoyadas por Estados Unidos.
Los
gobiernos dictatoriales de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile fueron
catalogados como fascistas por algunos académicos y/u organizaciones políticas,
sin embargo fue en Chile, donde asumió posiciones más claras en cuanto a sus
características más importantes.
El
propio presidente Salvador Allende alertaba respecto de este maligno tumor en
el acto multitudinario con el que se conmemoraban tres años de su victoria
electoral, el 4 de septiembre de 1973, justo una semana antes que la derecha
chilena amparada en el poder de las fuerzas armadas, derrocara por la fuerza al
presidente constitucionalmente elegido.
El Héroe de la Moneda describía el papel que
la derecha jugaba para detener el avance del pueblo y
afirmaba que la misma “no vacila en recurrir a prácticas fascistas”.
Enfático dijo “Los que crearon ayer el sistema de gobierno que nos rige, no
aceptan hoy ser gobernados y quieren destruirlo. Los que apoyaron ayer las
instituciones del régimen para mantenerse en el gobierno, consideran hoy que ya
no les sirven para sus intereses. Llegan a dejar reemplazar sus partidos
políticos por grupos aventureros. No vacilan en atacar a los rectores de las
universidades, a la propia iglesia, a su Cardenal. Nada los detiene, sino
nuestra propia fuerza, unidad y convicción por lo que estamos luchando. Han
roto, o intentan romper, todas las formas de la convivencia. La legalidad ya no
les sirve, y la pisotean”.
Y agregaba más adelante “En las barbaries
provocadas por el fascismo, ante nuestros propios ojos, hay una fuerza de
represión brutal, ejercitada con tal crueldad, que constituye una muestra de lo
que sería capaz de hacer contra los trabajadores, si tuviera el gobierno en sus
manos. Es una muestra mínima de su desprecio por la democracia, por la vida de
los hombres, mujeres y niños; de su odio, de su insaciable capacidad de
destrucción”.
La historia se repite como los hechos
habitualmente nos lo recuerdan. La
reflexión, el conocimiento y la experiencia adquirida en las vicisitudes de la
lucha popular darán los instrumentos
para aprender de ella, pero sólo la fuerza del pueblo organizado es capaz de
maniobrar o incluso acelerar cuando ello
sea necesario. La tradición de Venezuela
es pródiga en ejemplos.
Finalizo como el mismo párrafo con el cual concluí el artículo antes mencionado, escrito en mayo del año pasado “… el gobierno debe saber administrar este nuevo escenario en que la confrontación será de otro tipo, sin olvidar que las huestes fascistas siguen vivas y conspirando y que Estados Unidos siempre ´juega una simultánea en varios tableros`”.
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