La ola Podemos es una metáfora para todas las iniciativas que buscan
una salida política progresista al pantano en el que nos encontramos, una
salida que no pase por rupturas políticas abruptas y potencialmente violentas.
Boaventura de Sousa Santos / Página12 (Argentina)
Los países del
sur europeo son social y políticamente muy diferentes, pero están sufriendo el
impacto de la misma política equivocada impuesta por Europa central y del norte
a través de la Unión Europea (UE), con resultados desiguales pero convergentes.
Se trata, en general, de perpetuar la posición periférica de estos países en el
continente, sometiéndolos a un endeudamiento injusto en su desproporción,
provocando la incapacidad del Estado y los servicios públicos, causando el
empobrecimiento abrupto de las clases medias, obligando a los jóvenes a
emigrar, reduciendo la inversión en educación e investigación, sin la cual no
es posible salir del estatuto periférico. España, Grecia y Portugal son
tragedias paradigmáticas.
Pese a que todos
los sondeos muestran un alto nivel de insatisfacción e incluso rebelión frente
a este estado de cosas, la respuesta política ha sido difícil de formular. Los
partidos tradicionales de izquierda no ofrecen soluciones: los comunistas
proponen salir de la UE, pero los riesgos que eso implica alejan a las
mayorías; los socialistas se han desacreditado, en mayor o menor grado, por ser
ejecutores de la política “austeritaria”. Se creó un vacío que lentamente se va
llenando. En Grecia, Syriza, nacido como frente en 2004, se reinventó como
partido en 2012 para responder a la crisis. Puede ganar las próximas elecciones.
En Portugal, el Bloque de Izquierda (BE) nació cuatro años antes que Syriza,
pero no supo reinventarse para responder a la crisis; y el vacío permanece. En
España, el nuevo partido Podemos constituye la mayor innovación política en
Europa desde el final de la Guerra Fría y, a diferencia de Syriza y el BE, no
son visibles en él trazos de la Guerra Fría.
Para entender
Podemos debemos remontarnos al Foro Social Mundial, a los gobiernos
progresistas que emergieron en América latina en la década del 2000, a los
movimientos sociales que llevaron a dichos gobiernos al poder, a las
experiencias de democracia participativa –sobre todo a nivel local– en muchas
ciudades latinoamericanas y, finalmente, a la Primavera Arabe. En suma, Podemos
es el resultado de un aprendizaje a partir del sur que permitió canalizar
creativamente la indignación en las calles de España. Es un partido de nuevo
tipo, un partido movimiento, basado en estas ideas: las personas no están
hartas de la política, sino de esta política; la abrumadora mayoría de los
ciudadanos no se moviliza políticamente ni sale a las calles a manifestarse,
pero está llena de rabia en casa y simpatiza con quienes se manifiestan; el
activismo político es importante, pero la política tiene que hacerse con la
participación de los ciudadanos; ser miembro de la clase política es algo
siempre transitorio y esa cualidad no permite ganar más que el salario medio
del país; Internet permite formas de interacción que antes no existían; los
miembros elegidos para los Parlamentos no inventan temas o posiciones,
vehiculizan los que provienen de las discusiones en las estructuras de base; la
política partidaria tiene que tener rostros, pero no está hecha de rostros; la
transparencia y la rendición de cuentas deben ser totales; el partido es un
servicio de los ciudadanos para los ciudadanos y debe ser financiado por ellos
y no por empresas interesadas en capturar al Estado y vaciar a la democracia;
ser de izquierda es un punto de llegada y no un punto de partida y, por tanto,
se demuestra en los hechos.
El código
genético de Podemos consiste en aplicar a la vida interna de los partidos la
misma complementariedad entre democracia participativa y democracia
representativa que debe orientar la gestión del sistema político en general. Podemos
es una versión particularmente feliz y potencialmente más eficaz de
innovaciones políticas surgidas en diferentes partes del mundo, teniendo como
telón de fondo el inconformismo ante el vaciamiento de la democracia
representativa provocado por la corrupción y la captura de los partidos de
gobierno por el capital. En Italia surgió en 2009 el Movimiento Cinco
Estrellas, liderado por Beppe Grillo, con fuertes críticas a los partidos
políticos y defendiendo prácticas de democracia participativa. Tuvo un éxito
electoral fulgurante, pero sus posiciones radicales contra la política crean
perplejidad respecto del tipo de renovación política que propone. En 2012 se
creó en India el Partido del Hombre Común; de inspiración gandhiana y centrado
en la lucha contra la corrupción, a favor de la democracia participativa. Un
año después de su fundación llegó a ser el segundo partido más votado para la
asamblea legislativa de Delhi.
¿Es posible que
la ola Podemos se extienda a otros países? Las condiciones varían mucho de un
país a otro. Por otro lado, Podemos no es una receta, es una orientación
política general dirigida a acercar la política a los ciudadanos y a mostrar
que esta aproximación nunca será posible si la actividad política se
circunscribe a votar cada cuatro años a políticos que se apropian de los
mandatos y los utilizan para sus propios fines.
Curiosamente, en
Inglaterra acaba de crearse un partido, Left Unity, directamente inspirado por
las ideas que subyacen a Syriza y Podemos. En Portugal, la ola Podemos es muy
necesaria, pero no existe la misma tradición de activismo que en España. En
Portugal, Podemos sería un partido diferente y hoy tendría poca repercusión.
Portugal vive el momento Costa. A la luz de los pobres resultados del Partido
Socialista (PS) en las últimas elecciones al Parlamento europeo, António Costa,
alcalde de Lisboa, disputó con éxito por el liderazgo del partido, en
elecciones primarias abiertas a militantes y simpatizantes: hubo mucha
participación y se demostró que la distancia de los ciudadanos es sólo respecto
de la política tradicional, sin horizonte de cambio ante una situación
socioeconómica intolerable e injusta. El momento Costa hace que la ola Podemos
en Portugal se dirija sobre todo a preparar el futuro: para colaborar con el
PS, en caso de que éste tenga interés en una política de izquierda; o para ser
una alternativa, en caso de que el PS pierda credibilidad, lo que fatalmente
ocurrirá si se alía con la derecha. Por ahora, la segunda alternativa es la más
probable.
¿Será posible que
la ola Podemos llegue a América latina, devolviéndole la inspiración que
recibió de su brillante primera década del siglo XXI? Sería importante que eso
ocurriese en los dos grandes países gobernados por fuerzas conservadoras:
México y Colombia. Allí, los esfuerzos para formular una nueva política de
izquierda no consiguieron hasta ahora perforar el bloqueo de la política
oligárquica tradicional. En el caso de México, hay que referir tentativas tan
diversas como La Otra Campaña, por iniciativa del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, o el movimiento político aglutinado alrededor de López
Obrador; y en el caso de Colombia, el Polo Democrático y todas las vicisitudes
por las que pasó hasta hoy.
En los países
donde las fuerzas progresistas consiguieron grandes victorias en la primera
década del siglo XXI y donde los partidos de gobierno fueron emanación de
recientes luchas populares, podría pensarse que la ola Podemos tuvo allí su
fuente y, por eso, nada nuevo puede suceder. Me refiero al Partido de los
Trabajadores (PT) en Brasil, al Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, a la
Alianza País en Ecuador y al Partido Socialista Unido en Venezuela. Son
realidades políticas muy distintas pero parecen tener dos características
comunes: buscan dar voz política a las clases populares en gran medida
oprimidas por las clases dominantes; tuvieron éxito político y el ejercicio del
poder puede estar desgastando la marca de origen (sea por vía del caudillismo,
la corrupción, la rendición ante los imperativos del desarrollismo neoliberal,
etcétera). En estos países, tal como en los otros dos países con gobiernos de
centroizquierda basados en partidos más antiguos, Argentina y Chile, la ola
Podemos, si llegara a tener alguna relevancia, tenderá a asumir dos formas:
cambios profundos en el interior de estos partidos; y creación de nuevos
partidos-movimiento o movimientos-partido impulsados por la misma dinámica
interna de democracia participativa en la formulación de políticas y en la
selección de dirigentes.
Como muestra el
caso del AAP en la India, el impulso político que subyace a Podemos no es sólo
un fenómeno de Europa del sur o América latina. Puede aparecer bajo otras
formas en otros continentes y contextos. Un poco por todas partes, 25 años
después de la caída del Muro de Berlín, los ciudadanos y las ciudadanas que
creyeron en la promesa de la democracia, anunciada al mundo como el fin de la
historia, están llegando a la conclusión de que la democracia representativa
liberal alcanzó su grado cero, minada desde dentro por fuerzas
antidemocráticas, viejas y nuevas oligarquías con poder económico para capturar
el sistema político y el Estado, poniéndolos al servicio de sus intereses.
Nunca como hoy se volvió tan evidente que vivimos en sociedades políticamente
democráticas, pero socialmente fascistas. La ola Podemos es una metáfora para
todas las iniciativas que buscan una salida política progresista al pantano en
el que nos encontramos, una salida que no pase por rupturas políticas abruptas
y potencialmente violentas.
* Doctor en Sociología del Derecho. Su último libro es Epistemologías del Sur.
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