México como país ha
sido, en el siglo XXI, uno de los más afectados por el fenómeno de la
violencia. Conflicto político-social que pone de manifiesto la perversa alianza entre las organizaciones
empresariales del narcotráfico y los políticos corruptos.
Adalberto Santana* / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
México ha sido y es un
país de dramáticos contrastes. En los últimos meses de 2014, esto se ha hecho
de manera mucho más evidente. Por un lado se desarrolló en el estado mexicano
de Veracruz una de las justas deportivas
más populares como fueron los
Juegos Deportivos Centroamericanos y del
Caribe. Fiesta de la juventud que sin lucro de los grandes poderes mediáticos
(la televisión monopólica privada), a través de la competencia deportiva y la
solidaridad regional se expresan los mejores anhelos de los jóvenes
centroamericanos y caribeños. Los
atletas nacidos en la Revolución Cubana logran nuevamente alcanzar los mayores triunfos
deportivos, lo que reitera las ventajas
del socialismo cubano. El resto de países
centroamericanos y caribeños también logran figurar de acuerdo a su
desarrollo económico-social y deportivo y alcanzaron sus propios triunfos. La
fiesta deportiva emerge nuevamente como una real alternativa a la juventud de
lo que sí se debe emular.
Por el otro lado, el
contraste en el México del 2014, es el nuevo recrudecimiento de la violencia
criminal. Sin duda, el modelo de desarrollo impuesto con la llegada del régimen
neoliberal (reducción del Estado a su mínima
expresión) que fortaleció los monopolios privados en la radio,
televisión, comunicaciones, bancos, industria agrícola, minera, etc., también
comenzó ese Estado a mermar su poder en el monopolio del ejercicio de la
violencia. Así, con el llamado auge del libre mercado y la emergencia constante
de una serie de organizaciones del crimen organizado al servicio de los
empresarios del narcotráfico se hace más evidente el auge de la privatización de la violencia (recomiendo la lectura de mi
libro: El narcotráfico en América Latina,
México, Siglo XXI, 2012, el cual también se puede encontrar en http://books.google.com.mx/books?id=uLTSuGlEcpgC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false).
De tal suerte que cuando arriba el nuevo
gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene que reconocer oficialmente las estadísticas de la
herencia sangrienta de su antecesor, Felipe Calderón: más de 26 mil
desaparecidos y el registro de más de 60 mil muertes en la guerra contra el
narcotráfico. Las matanzas cientos de ciudadanos en los dos años del
gobierno peñista por parte del sicariato sigue incrementándose. Sobretodo con
el contraste que muestra a destacados segmentos de los cuerpos policiacos al
servicio del sicariato. A esto se suma un hecho políticamente relevante, la
emergencia de una nueva dosis, la
dirigencia del principal partido de la izquierda mexicana, el Partido de la
Revolución Democrática (PRD), permite y apoya a elementos de la narcoburguesía
para llegar como diputados (Michoacán) y en otros espacios postularlos como
alcaldes como ocurrió en el caso de la ciudad de Iguala.
A todo esto se suma el
amplio descontento de los jóvenes estudiantes por la falta de empleo,
incapacidad estructural para generar una movilidad social y el desencanto en la
izquierda electoral preocupada esencialmente en perpetuarse como clase política
y en controlar determinados espacios de poder con la reelección de diputados y
senadores. Con ello también desaparecieron la última conquista de la llamada
Revolución Mexicana, el sufragio
efectivo y no reelección. Así, en
nuestra lectura se pone de manifiesto que México como país ha sido, en el siglo
XXI, uno de los más afectados por el fenómeno de la violencia. Conflicto
político-social que pone de manifiesto
la perversa alianza entre las organizaciones empresariales del
narcotráfico y los políticos corruptos.
* El Dr. Adalberto
Santana es director e investigador del Centro de Investigaciones sobre América
Latina y el Caribe (CIALC), UNAM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario