¿Estamos en democracia
cuando el 67% de los norteamericanos están en contra de la entrega de armas a
Ucrania y el 98% de sus representantes votan a favor? ¿Estamos en democracia en
Europa cuando una discrepancia semejante o mayor separa a los ciudadanos de sus
gobiernos y de la Comisión de la UE?
Boaventura de Sousa Santos / Público.es
Todo indica que está en
preparación la tercera guerra mundial. Es una guerra provocada unilateralmente
por los EE.UU. con la complicidad activa de la UE. Su objetivo principal es
Rusia e indirectamente China. El pretexto es Ucrania. En un raro momento de
consenso entre los dos partidos, el Congreso de los EEUU aprobó el pasado día 4
la Resolución 758, que autoriza al Presidente a adoptar medidas más agresivas
de sanción y de aislamiento contra Rusia, a proveer de armas y otras ayudas al
gobierno de Ucrania y a fortalecer la presencia militar de los EEUU en los
países vecinos de Rusia. La escala de provocación a Rusia tiene varios
componentes que, en conjunto, constituyen la segunda guerra fría. En ésta, al
contrario que en la primera, se asume ahora la posibilidad de guerra total y,
por tanto, de guerra nuclear. Varias agencias de seguridad hacen ya planes para
el Day After de un enfrentamiento nuclear.
Los componentes de la
provocación occidental son tres: sanciones para debilitar a Rusia, instalación
de un gobierno satélite en Kiev y guerra de propaganda. Las sanciones son
conocidas, siendo la más insidiosa la reducción del precio del petróleo, que
afecta de modo decisivo a las exportaciones de petróleo de Rusia, una de las
más importantes fuentes de financiación del país. Esta reducción conlleva el
beneficio adicional de crear serias dificultades a otros países considerados
hostiles (Venezuela e Irán). La reducción es posible gracias al pacto sellado
entre EE.UU. y Arabia Saudita, por el cual EE.UU. protege a la familia real
(odiada en la región) a cambio de mantener la economía de los petrodólares
(transacciones mundiales de petróleo denominadas en dólares), sin los cuales el
dólar colapsaría como reserva internacional, y con ello, la economía de los
EEUU, el país con la mayor y más impagable deuda del mundo.
El segundo componente es
el control total del gobierno de Ucrania, de manera que el país se transforme
en un estado satélite. El respetado periodista Robert Parry (que denunció el
escándalo de Irán-Contra) informa de que la nueva ministra de Economía de
Ucrania, Natalie Jaresko, es una ex-funcionaria del Departamento de Estado,
ciudadana de los Estados Unidos, que obtuvo la ciudadanía ucraniana días antes
de asumir el cargo. Ella era hasta ahora presidente de varias empresas
financiadas por el Gobierno norteamericano, creadas para actuar en Ucrania.
Ahora se comprende mejor la expresión, en febrero pasado, de la Secretaria de
Estado norteamericana para los asuntos europeos, Victoria Nulland: “Fuck the
UE”. Lo que ella quiso decir fue “¡Rayos! Ucrania es nuestra. Pagamos para
eso”.
El tercer componente es
la guerra de propaganda. Los grandes medios y sus periodistas están siendo
presionados para difundir todo lo que legitima la provocación occidental y
ocultar todo lo que la cuestiona. Los mismos periodistas que, tras los briefings
de las embajadas de los EEUU y de Washington, colmaran las páginas de sus
periódicos con la mentira de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein,
están ahora repitiendo la mentira de la agresión de Rusia a Ucrania. Pido a los
lectores que imaginen el escándalo mediático que ocurriría si se supiese que el
Presidente de Siria acaba de nombrar a un ministro iraní a quien días antes le
concedió la nacionalidad siria. O que comparen el modo en que fueron publicadas
y analizadas las protestas en Kiev en febrero pasado y las protestas de Hong
Kong de las últimas semanas. O que evalúen también la relevancia dada a la
declaración de Henry Kissinger de que es una temeridad estar provocando a
Rusia. Otro gran periodista, John Pilger, decía recientemente que si los
periodistas hubiesen resistido a la guerra de propaganda, tal vez se hubiese
evitado la guerra de Iraq en la que han muerto hasta el fin de la semana pasada
1.455.590 iraquís y 4801 soldados norteamericanos. ¿Cuántos ucranianos morirán
en la guerra que se está preparando? ¿Y cuántos no ucranianos?
¿Estamos en democracia
cuando el 67% de los norteamericanos están en contra de la entrega de armas a
Ucrania y el 98% de sus representantes votan a favor? ¿Estamos en democracia en
Europa cuando una discrepancia semejante o mayor separa a los ciudadanos de sus
gobiernos y de la Comisión de la UE? ¿O cuando el Parlamento Europeo sigue en
sus rutinas, mientras Europa está siendo preparada para ser el próximo teatro
de guerra, y Ucrania, la próxima Libia?
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