La barbarie neoliberal conculca los
derechos políticos y civiles porque necesita crecientemente de la represión
para maximizar ganancias y despojo, por
la misma razón arrasa con los derechos económicos y sociales.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El 10 de diciembre de 1948, con la
ominosa y reciente sombra del holocausto
judío, la ONU aprobó la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Dos años después, en 1950, una nueva
Asamblea General de la ONU declaró esa fecha como Día de los Derechos Humanos.
Y en el contexto de la efeméride me pregunto si el desenvolvimiento del mundo actual es el contexto más favorable
para la observancia de los derechos humanos. Vivimos hoy un planeta globalizado por el neoliberalismo
que es la fase más depredadora y expoliadora del capitalismo en toda su
historia. Ciertamente esta forma productiva y sus correlatos políticos e
ideológicos, han sido en su desenvolvimiento, atroces con la humanidad. No en balde Marx en El Capital, particularmente
en el capítulo dedicado a la acumulación originaria, sentenció que si el dinero
nacía con manchas de sangre en una mejilla, “El capital viene al mundo
chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.
En su historia de aproximadamente 500
años, solamente en un lapso de unos treinta o cuarenta, el capitalismo ha
buscado combinar la máxima ganancia con
una redistribución de la riqueza que
beneficie a las masas trabajadoras. Fue
lo que se observó durante la etapa fordista y keynesiana que inspiró a la
socialdemocracia clásica iniciada en la
segunda posguerra y hasta los años setenta y ochenta del siglo pasado. Esta
forma benévola del capitalismo se limitó a algunas regiones del mundo, principalmente
las desarrolladas. Y justo es decir que fue una respuesta a la crisis mundial
de 1929 y a la emergencia de la Unión Soviética y su área de influencia. Fuera
de ello el capitalismo se asentó en el
genocidio provocado por el colonialismo en América, Asia y África, en la expoliación de millones de seres
humanos durante su fase manufacturera e industrial y finalmente en la fase
actual, la de la globalización neoliberal que es la peor de todas.
El neoliberalismo ha vivido ya la etapa en la que privatizó la propiedad estatal,
aniquiló los derechos sindicales, globalizó los mercados y ahora se encuentra
en un segundo momento en que realiza el
despojo territorial y el extractivismo depredador. Necesidades de
acumulación voraz como éstas, lo que menos necesitan son de democracia y derechos
humanos. La barbarie neoliberal conculca
los derechos políticos y civiles porque necesita crecientemente de la represión
para maximizar ganancias y despojo, por
la misma razón arrasa con los derechos económicos y sociales. De igual
manera actúa con los derechos
culturales, porque en la fase
expropiatoria en la que hoy se encuentra,
ambiciona los territorios en
manos de los pueblos indígenas. La cultura y
las artes le interesan solamente si pueden convertirse en mercancías de
precios apetecibles. En un artículo anterior, expresé que no hay lugar para
la democracia en la fase actual del capitalismo.
Hoy agrego que no lo hay porque en dicha fase los derechos humanos necesitan
pisotearse.
El capitalismo actual ha
convertido en utopía el contenido de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
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