El Gobierno debe y puede actuar rápidamente iniciando un
proceso de disolución de la relación carnal que existe entre los servicios de
informaciones y la justicia federal; relación que, por supuesto, no nace con
este Gobierno, como dicen algunos, sino que la venimos soportando desde el ’76.
Nicolás San Marco* / Especial
para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
En torno a la muerte del fiscal Alberto Nisman se mueven intereses políticos y mediáticos. |
Tiene razón el diario La
Nación cuando dice que “el deceso del fiscal no es un hecho aislado”. Claro
que la sentencia continúa aduciendo que “ocurre en un turbio contexto (…) donde
lo que menos parece importar a los funcionarios es la necesidad de verdad y
justicia”. Por supuesto, coherentes con una línea editorial plagada de
constantes llamados a la desestabilización política permanente y a la búsqueda
de la destitución presidencial, lo hace, precisamente, semanas después de
gritar a los cuatro vientos que en Argentina los Derechos Humanos son una
bandera “politizada” que utiliza el Gobierno para seguir legitimándose en el
poder. Ya no es curioso ni llamativo descubrir este tipo de andanzas mediáticas
por parte de corporaciones de -des- información como éstas. Tampoco lo es el
llamado de Mauricio Macri, colgándose de las instrucciones editoriales de Joaquín
Morales Solá, a que “no nos gane el miedo ni la resignación”. Sabemos que el
miedo y el terror fue una de las banderas más preciadas que ha levantado la derecha
en el mundo frente a procesos políticos y sociales que construyeron
precisamente todo lo contrario, estados permanentes de movilización y
construcción de poder popular.
Claro que a esto se suma el vedetismo político de la mano de
uno de los personajes más nefastos que ha producido la cultura argentina bajo
el imperio del neoliberalismo. Así es que Marcelo Tinelli ha salido a decir lo
que muchos ciudadanos quieren escuchar amparados bajo el tranquilizador manto
del sentido común: “Sensación de impunidad, de impotencia, de injusticia, de
inseguridad, de violencia, de códigos mafiosos”: toda política e intento de
construcción de un discurso alternativo al sentido común hecho trizas. Sin
embargo, lo que tampoco es llamativo es que los vocingleros del “todo o nada” y
la revolución permanente, se hayan prestado, otra vez, a ser el instrumento
utilizado por la derecha para disolver los esfuerzos del campo popular por la
construcción de la unidad. El oportunismo, radicalmente opuesto al sentido de
oportunidad, es la esencia de estos grupúsculos que nada tienen que ver con la
construcción de una sociedad que trascienda los márgenes del capitalismo. Por
esto es que afirman, orgullosos, en su página de internet, que su secretario
general “suspendió sus vacaciones (…) para participar de un programa especial
de un prestigioso programa televisivo (léase ‘A dos voces’). Que se entienda
bien, el trotskismo, como la mismísima derecha, festeja la muerte de este
fiscal porque, tal como lo piensa la derecha, consideran este hecho como un
elemento más que abona la profundización del estado de “crisis política” que
vive el país, según sus -siempre- últimas declaraciones.
Pero lo que sí es preocupante, por lo menos para mí, es el
estado de conciencia actual que tiene el estudiante universitario medio. Si por
un lado aparecen aquellos que repiten hasta el cansancio, por supuesto bajo un
inventado, improvisado y apurado matiz académico, lo que dicen los monopolios
de des-información, otros se pavonean por las redes haciendo alarde de una
supuesta posición neutral que, piensan, los hace quedar bien con Dios y con el
diablo. Entendiendo que la Universidad fue siempre reducto de sectores sociales
que poco tuvieron y tienen que ver, en realidad, con los intereses de los
sectores populares de la sociedad, me preocupa, aún así, porque no hemos podido
construir una Universidad diferente. Intentamos, pero no pudimos.
De lo que sí debemos estar seguro es que la tarea de la
construcción de la unidad del campo popular no debe dejarse en segundo plano
jamás. Porque somos parte de la generación que nos tocó y toca vivir tiempos
inéditos e inmemoriales en América Latina. Porque conocimos un Fidel, porque
conocimos un Chávez, un Evo, un Correa. Porque hoy nos toca más que nunca
defender los procesos de emancipación en el continente frente a cualquier
intento de desestabilización de la derecha. Porque jamás nos van a convencer
que vivimos tiempos de retirada y de defensiva. Porque la movilización, como
realidad concreta, y no sólo el llamado a ella, debe ser el primer punto en la
agenda política actual, siempre, y hoy más que nunca.
El Gobierno debe y puede actuar rápidamente iniciando un
proceso de disolución de la relación carnal que existe entre los servicios de
informaciones y la justicia federal; relación que, por supuesto, no nace con
este Gobierno, como dicen algunos, sino que la venimos soportando desde el ’76.
Necesitamos la ley de acceso a la información pública; necesitamos una
verdadera reforma de los servicios de inteligencia. El Gobierno ha sabido salir
de varios jaques que la derecha ha intentando pergeñar. Nosotros estamos
dispuestos a cualquier esfuerzo para que el camino sea de profundización y no
de restauración.
*Estudiante de Ciencia Política, en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Miembro del Comité Central de la Federación Juvenil Comunista de la Argentina
(La Fede).
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