El domingo 25 de enero
habrá elecciones en Grecia y no es exagerado afirmar que el mundo va a contener
la respiración hasta conocer el resultado. Lo que está en juego es de
extraordinaria importancia tanto para la crisis en Europa, como para la
economía mundial. Las elecciones podrían ser el anuncio de un episodio
determinante en la historia del capitalismo contemporáneo.
Alejandro Nadal / LA JORNADA
Alexis Tsipras, líder de la coalición de izquierda Syriza, favorita para triunfar en las elecciones griegas. |
En 2010 los poderes
establecidos en Europa impusieron en Grecia un esquema de austeridad como
condición para “rescatar” la economía del atribulado país. La deuda se
presentaba como insostenible (alcanzaba 129.7 por ciento del PIB) y el gobierno
de Papandreou formalmente solicitó el rescate al Banco Central Europeo (BCE),
la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Desde entonces estas
instituciones han puesto a disposición de Atenas un total de 240 mil millones
de euros para hacer frente a sus obligaciones financieras, pero al mismo tiempo
han impuesto un paquete de intervención similar al utilizado en América Latina
en la década de los años ochenta. El objetivo: rescatar a los bancos europeos
más expuestos y, de este modo, socializar las pérdidas privadas. Al igual que
en América Latina hace 30 años, esto requería el sacrificio de la población.
En 2010 la troika
y la comunidad financiera estaban preocupados por la posible salida de Grecia
de la unión monetaria. La perspectiva del posible contagio sobre España o
Italia era suficiente para mantener toda la presión sobre el pueblo griego.
Había que contener la crisis y asegurar el pago de vencimientos mientras se
trasladaba el costo del “rescate” hacia los contribuyentes.
En los últimos cuatro
años el gobierno griego ha buscado acatar los lineamientos del brutal programa
económico impuesto por la troika. El presupuesto sufrió recortes
extraordinarios, el salario mínimo se redujo más de 60 por ciento y el PIB
sufrió una contracción superior a 30 por ciento. El desempleo supera la tasa de
26 por ciento y para los jóvenes este indicador supera 55 por ciento.
En diciembre pasado el
gobierno griego anunció el nuevo presupuesto para este año afirmando que por
primera vez se había alcanzado un presupuesto con balance positivo en 2014. La
realidad es que ese resultado depende de un cálculo engañoso en el que se omitió
incluir los gastos impuestos por la troika para capitalizar la banca.
Como bien afirma Yanis Varoufakis, uno de los asesores económicos (y ahora
también candidato a diputado) de Syriza, el programa impuesto a la nación
griega equivale a una “austeridad Ponzi” porque mantiene las apariencias de que
la deuda puede pagarse si se mantiene la austeridad, pero al fin de cuentas, la
deuda sigue aumentando. Y en efecto, la deuda como porcentaje del PIB no sólo
no se redujo, sino que aumentó y en 2014 alcanzó 174.9 por ciento. Para los
candidatos de Syriza, la evidencia es innegable: la deuda es impagable.
¿Qué quiere Syriza frente
a este panorama? En primer lugar, los dirigentes de Syriza, con Alexis Tsipras
a la cabeza, no plantean la salida del euro. Los asesores económicos del
partido consideran que esta medida sería catastrófica e implicaría una
devaluación automática de todos los activos, lo que a su vez acarrearía una
enorme salida de capitales. En segundo lugar, Syriza propone la renegociación
radical de la deuda externa que en los hechos llevaría a una cancelación de
pasivos superior a 50 por ciento. Finalmente, Tsipras rechaza absolutamente el
programa de austeridad impuesto por la troika. Entre las primeras
medidas que aprobaría el gobierno de Syriza se encuentra el aumento del salario
mínimo, el arranque de un ambicioso programa de inversión pública y una serie
de medidas concretas para aliviar las condiciones de emergencia de la población
más necesitada.
La victoria de Syriza es
probable y plantea una situación inédita en lo que va de la crisis europea. La
salida de Grecia del euro no se descarta: el espectro del ‘Grexit’, neologismo
formado de la combinación de las palabras Grecia y ‘Exit’, ha regresado. Si la troika
rechaza una nueva negociación o si la señora Merkel denuncia las decisiones que
Syriza adoptaría, la confrontación sería inevitable.
Hace unos días la Merkel
señaló que su gobierno no quiere ver a Grecia abandonar el euro, pero al mismo
tiempo afirmó que esperaba que Atenas mantuviera sus compromisos en referencia
obvia al inhumano paquete de austeridad económica. En relación con la deuda
griega, los acreedores y la troika rechazarán en una primera instancia
cualquier petición de cancelación y a cambio propondrían la extensión del plazo
de vencimiento a, digamos, 30 años. Esa contrapropuesta mantiene el súper
oneroso pago de intereses sin proporcionar condiciones de crecimiento
económico. Aquí es donde podría atascarse la negociación.
Los poderes establecidos
en Europa hablan de los peligros derivados de las elecciones en Grecia. Se
habla mucho de democracia en Europa, pero lo cierto es que hoy, como en los
días de Pericles, la democracia griega es temida por sus enemigos.
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