Esta Cumbre no tendrá grandes
cosas que anunciar. Sólo será un episodio más de la disputa entre las tres
potencias. Rusia hará patente esa condición, China, su apoyo al libre comercio
y Estados Unidos apostará a lo bilateral por encima de lo multilateral e
incluso como contradictorio con éste.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La semana pasada comentaba que
nunca antes en la historia las elecciones de medio término en Estados Unidos,
habían despertado tal grado de interés en la opinión pública no sólo de ese
país, sino que en todo el planeta. Otro tanto pareciera estar ocurriendo en los
prolegómenos de la Cumbre del G-20 ha comenzado al mismo tiempo que escribo estas
líneas. Resulta complicado escribir sobre un evento sin esperar las
conclusiones del mismo, por eso solo me atreveré a mencionar algunos elementos
de contexto.
Esta reunión se realiza en un
país estremecido por una crisis económica profunda solo sorteada por el
monumental endeudamiento adquirido por el gobierno con el FMI, por la
incapacidad de la oposición peronista sumida en una colosal división de la que
no parece poder salir en el corto plazo y por el consenso de la clase política,
de las poderosas dirigencias sindicales y de la propia sociedad en el sentido
de rechazar la posibilidad de una salida violenta a la terrible coyuntura que
atraviesa el país austral. La incapacidad de gobernar y el desprestigio del
gobierno se ha manifestado recientemente por la incredulidad de la ciudadanía
en la explicación que el gobierno ha dado sobre la situación del hundido
submarino “ARA San Juan” y la incapacidad de la administración Macri para
garantizar la seguridad pública en el partido de futbol que concluiría con el
campeón del la Copa Libertadores, el más importante torneo de clubes de la
región, cuando la ministra de seguridad Patricia Bullrich había asegurado que
tal misión no encaraba mayor complejidad.
Buenos Aires es hoy una ciudad
militarizada, 26 mil efectivos se han desplegado para evitar que ocurra lo
mismo que en el juego Boca-River, incluyendo fuerzas especiales de Estados
Unidos y comandos israelíes. La urbe está paralizada, no hay transporte
público, los mandatarios se reunirán lejos de las manifestaciones y las
manifestaciones se harán lejos de los mandatarios, en un gran recinto ferial
propiedad de un amigo de Macri, para dejar bien patente que los mandatarios que
se reúnen, lo hacen en un concilio de élites, bien alejados del sentimiento
popular que no se sienten interpretados por esta reunión de mandatarios y
empresarios.
En el marco de las medidas de
seguridad que se han tomado, algunos de los aviones con alrededor de 200
efectivos de las fuerzas armadas de Estados Unidos aterrizaron y se desplegaron
en Uruguay, logrando el objetivo anexo de que el Frente Amplio se dividiera en
la opinión y en la votación en el parlamento a fin de autorizar la entrada de
tropas extranjeras al territorio nacional. Así, de manera tangencial, Estados
Unidos logró que el gobierno de Uruguay cooperara con el de Argentina en la
represión contra el movimiento popular que manifestará en contra del cónclave.
Muy temprano, incluso antes del
inicio de la Cumbre, se expuso la ineptitud del gobierno al exhibirse las
contradicciones de los funcionarios ante la solicitud - por parte de una ONG-
de apresar al príncipe heredero saudita Mohámed bin Salman acusado por dar la orden para el asesinato y
desaparición del periodista Jamal Khasogghi en Estambul. Los funcionarios
argentinos han expresado no saber qué hacer ante la “papa caliente” que
significa la presencia de un invitado que no es formalmente jefe de Estado y
que además dirige el brutal genocidio en Yemen, repudiado crecientemente en
diversos países del mundo.
Otro tanto ocurrió ante la
llegada del presidente francés Emmanuel Macron, quien arribó a Buenos Aires en
la más completa orfandad, al fallar el protocolo y no ser recibido por
autoridad alguna del país anfitrión.
En cuanto a la reunión
propiamente dicha, la misma se va a caracterizar por la puesta sobre la mesa de
tres opciones: la de Estados Unidos, la de China y la de Rusia. Europa se
encuentra muy disminuida y sin respuesta ante los ataques de Estados Unidos que
es teóricamente su principal aliado político, económico y militar, lo cual la
inhibe de adoptar una ciega posición de apoyo a Estados Unidos en la Cumbre.
En la reunión de la OMC,
también realizada en Buenos Aires en diciembre del año pasado, Estados Unidos
dijo que esta instancia no tenía mayor validez y se retiró de las sesiones, por
lo que no hubo documento final. Argentina no quiere que esto vuelva a ocurrir
en la presente asamblea.
El centro de la información
girará en torno a la confrontación comercial (que es mucho más que eso) entre
Estados Unidos y China. Paradójicamente, Estados Unidos está funcionando de
acuerdo al llamado “triángulo Kissinger”. En el pasado, Henry Kissinger
secretario de Estado y Consejero de Seguridad Nacional durante los gobiernos
republicanos de Richard Nixon y Gerald Ford hizo que China se aliara a Estados
Unidos para aislar a la Unión Soviética, ahora el mismo Kissinger ha
recomendado a Trump, acercarse a Rusia para aislar a China. Esto no se ha
podido concretar totalmente por la supuesta injerencia de Rusia en las
elecciones de Estados Unidos, lo cual mantiene dividido al establishment
estadounidense. En ese sentido, Estados Unidos no quiere tener un 2-1 (China y
Rusia vs Estados Unidos) en la Cumbre y ha hecho concesiones.
Podría decirse que en este
ámbito, la política de Trump se asemeja a la de Roosevelt y Nixon en su momento
(divide y vencerás), pero, en este caso proponiéndose también romper la alianza
trasatlántica que se creó en 1945, y volver a la tradicional política
aislacionista y proteccionista de su país que primó desde la independencia en
el siglo XVIII hasta fines de la segunda guerra mundial.
En ese contexto, Trump se ha
planteado desgarrar todo atisbo de multilateralismo: la alianza militar (OTAN),
el acuerdo político (ONU) y el consenso comercial (OMC), es decir la guerra
comercial iniciada contra China se inscribe en una política general. Sin
embargo, las elecciones de medio término del pasado 6 de noviembre han
significado un contratiempo para la ejecución de las políticas de Trump, al
quedar expuesto que son rechazadas por la mayoría de la sociedad
estadounidense. En este marco, la actitud de Trump en Buenos Aires dependerá en
gran medida de una mirada internacional que no puede obviar los apetitos
reeleccionistas de Trump para las elecciones presidenciales de 2020.
Esta Cumbre no tendrá grandes
cosas que anunciar. Sólo será un episodio más de la disputa entre las tres
potencias. Rusia hará patente esa condición, China, su apoyo al libre comercio
y Estados Unidos apostará a lo bilateral por encima de lo multilateral e
incluso como contradictorio con éste. Por tanto, lo relevante de Buenos Aires
no será la Cumbre en sí misma, sino las reuniones bilaterales que se sostengan
entre los líderes. Estados Unidos intentará aprovechar las bilaterales para
tratar de ganar apoyo en su guerra comercial contra China, exponiendo sus
políticas anti globalización y anti multilaterales. Como he dicho con
anterioridad, desde hace algunos años, estos encuentros en realidad, fácilmente
podrían denominarse G-2, si se considera que los otros 18, tal vez con la
salvedad de Rusia, van a mirar lo que las dos grandes potencias mundiales van a
decidir.
En algún momento se pensó que
Argentina podría trabajar para articular un bloque “todos contra China”.
Estados Unidos no quiere y no tiene capacidad para construirlo. Aunque sí está
ejerciendo una gran presión para desnaturalizar la presencia china en América
Latina, pero sin poder ofrecer nada a cambio. Eso es lo que hace que los
gobiernos de América Latina y el Caribe, en su mayoría leales e incluso
subordinados de Estados Unidos en materia política, se lo piensen dos veces
antes de asumir posiciones anti-chinas en materia económica. La situación
financiera global no se lo permite aunque lo deseen. Y en este ámbito, Macri ha
dado los mayores ejemplos de hipocresía gubernamental dirán algunos,
pragmatismo, lo llamaran otros.
En general, como dije, no se
producirán grandes acuerdos, Argentina como país sede apuntó a una Cumbre sin
sobresaltos, pero intentando que haya documento final. No se sabe si eso llegue
a ser posible, hasta el momento no lo parece. Desde este punto de vista, la
Cumbre será solo un episodio más en el camino de Estados Unidos para chocar con
China dentro de 20 años, si puede hacerlo. Es lo que está preparando Trump y
cada escenario es usado en ese objetivo. El G-20 es uno más.
En el ámbito de la
participación de los países latinoamericanos, Argentina intentará no chocar con
ningún actor, continuará la política de Macri, de decirle a Estados Unidos lo
que quiere escuchar, lo mismo que a China, por eso, una cosa será lo que se
diga en la Cumbre y otra lo que se exprese y se acuerde en las reuniones
bilaterales. En la región, lo más importante ahora es la victoria de Bolsonaro
en Brasil por la incertidumbre que genera en materia internacional donde no ha
hecho grandes anuncios. En el gobierno de Argentina que aplaudió la victoria de
Bolsonaro y fue el primero en saludar su victoria, ahora se ha desatado un gran
temor por las declaraciones del futuro ministro de hacienda brasileño que dijo
que para Brasil, las relaciones con Argentina y con Mercosur dejarán de ser
relevantes. En este aspecto, Argentina intentará defender el Mercosur. A nivel
global, aún no se sabe qué decisión tomará Bolsonaro respecto de la membrecía
de Brasil en el BRICS. Aunque Bolsonaro no asistirá a la Cumbre, su “fantasma”
rondará la misma.
En medio del cambio de gobierno
en México, la presencia de Peña Nieto será irrelevante y se limitará a la firma
del nuevo acuerdo comercial entre los tres países norteamericanos. Por ello, el
tema Bolsonaro y su probable posición respecto del libre comercio, el
multilateralismo, Mercosur y BRICS, será lo más relevante para América Latina
en este evento.
En ciertos sectores de la clase
política argentina (no en la presidencia) existe temor de que se configure un
bloque neoliberal, autoritario, fascista, proteccionista y belicista con eje en
Estados Unidos (debilitado por la derrota de Trump en las elecciones de medio
término) y Brasil.
Como se sabe, el temario de las
cumbres se discute con antelación, hay poco espacio para la improvisación,
excepto lo informal y lo simbólico, pero esto se manifiesta sobre todo en las
bilaterales, las multilaterales suelen ser más formales. En este caso, en las
reuniones preparatorias de la Cumbre se observó que Estados Unidos está
cambiando su forma de negociar, aun manteniendo su postura proteccionista y se
cree que China, fiel a su tradición, dará algunas señales de distensión. En las
tiranteces que se han manifestado en la preparación de esta cumbre, muchos
respiraron aliviados después de la conversación telefónica entre Xi y Trump y
el anuncio de una reunión bilateral en Buenos Aires.
Por otro lado, se ha observado
que Estados Unidos enfrenta simultáneamente problemas en Corea, Medio Oriente,
Siria, Yemen, la controversia con Rusia por Ucrania, intentos de intimidar a
China en el Mar de la China meridional y las diferencias con sus tradicionales
aliados europeos y de otras regiones por temas comerciales, todo lo cual ha
afectado su poder hegemónico. Eso llevó a que en las reuniones preparatorias de
la Cumbre haya actuado como un actor más, sin manifestar su tradicional
espíritu avasallante. Estados Unidos está orientado a una mirada más doméstica
en materia de comercio, por lo que no le conviene hacer mucho ruido en términos
de guerra comercial, lo cual no impide que haya retórica de “guerra fría” sobre
América Latina, sobre todo en las bilaterales, en particular después de la
resurrección de la Doctrina Monroe en boca de Tillerson, Mattis y Pence, todo
encaminado a frenar la presencia china en la región. Pero eso se manifestará
sobre todo en lo bilateral y en lo informal.
En conversaciones de este tipo,
los delegados de Estados Unidos en las reuniones preparatorias han manifestado
preocupación porque la guerra comercial con China conduzca a un aumento de la
inflación en Estados Unidos e incluso a una probable recesión para finales de
2019 y 2020, lo cual afectará a Trump en sus intenciones reeleccionistas.
En ese sentido, puede haber
algunas tensiones en la Cumbre, pero serán retóricas y anecdóticas, no van a
ser reales. Finalmente, los miembros del G-20, necesitados de mantener el show
que les da preponderancia global por encima de cualquier otro organismo
multilateral estarán muy pendientes de la próxima Cumbre G-20 que será en
Japón, donde podría haber una situación internacional e interna bastante
distinta en Estados Unidos, en un momento en que los impactos de la guerra
comercial con China podrán visualizarse con mayor nitidez y relevancia.
El evento confirmará que el
mundo depende de lo que decidan económicamente estos 20 países, como ha
definido que 5 de ellos son los que concretan en el Consejo de seguridad de la
ONU, los destinos políticos del planeta. Aunque no haya consensos, no importa,
en definitiva este evento es solo una demostración de fuerza. Tampoco importa
que en el mismo se reúnan delincuentes como Macri y Peña Nieto, golpistas como
Temer, asesinos como bin Salman o fascistas como Salvini, finalmente ellos
están unidos en torno al capital y eso les garantiza impunidad y tranquilidad.
Por lo pronto, las primeras
imágenes de la Cumbre muestran a Trump tirando su audífono al suelo quejándose
de la traducción y abandonando el saludo de Macri ante su mirada de
incredulidad, idiotez y subordinación vergonzosa, dejando claro además que a
pesar de organizar la cumbre no deja de ser un vulgar lacayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario