La
admisión de que el planeta está amenazado por la “ley de la jungla” no hace más
que confirmar lo que ha estado ocurriendo durante los últimos años en un mundo
cada vez más peligroso, más desigual y más violento.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
"Esperábamos
que después de la Guerra Fría, un orden mundial más cooperativo fuera posible y
se construyera de verdad. Hoy tengo que admitir que el nuevo orden mundial no
se ha hecho realidad nunca y lo peor es que existe la amenaza de que la ley de
la jungla reemplace a la supremacía del derecho”. Esta frase pronunciada el
pasado lunes 3 de diciembre por la alta representante de la Unión Europea para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, en un discurso
en el Centro Belfer de Ciencia y Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy
de la Universidad Harvard (Estados Unidos), es la incuestionable aceptación del
fracaso del capitalismo, del neoliberalismo y de la tesis de que la historia
había terminado tras la desaparición de la Unión Soviética.
La
admisión de que el planeta está amenazado por la “ley de la jungla” no hace más
que confirmar lo que ha estado ocurriendo durante los últimos años en un mundo
cada vez más peligroso, más desigual y más violento.
Sin
embargo, no todo está dicho si se mira de manera distinta a la de Mogherini,
todavía la humanidad tiene reservas y manifiesta resistencias contra aquellas
fuerzas que intentan que se perpetúe la inequidad y se imponga el imperio de
las armas, poniendo en segundo plano la necesidad de mantener el equilibrio
ecológico cuyo quiebre podría traer el fin de la especie humana en la tierra.
Los
últimos días han sido testigos de la resistencia a la imposición: la reunión
del G-20 resultó en un rotundo fracaso para las prácticas unilaterales y
aislacionistas del gobierno de Estados Unidos. Mientras el presidente Trump,
vociferaba amenazante al mismo tiempo que cancelaba la reunión con su colega
ruso Vladimir Putin, y sin que ni siquiera tuviera el valor para asistir a una
rueda de prensa en la que iba a dar a conocer sus opiniones sobre los
resultados del recién finalizado cónclave, la diplomacia silenciosa y sin
estridencias de China y Rusia avanzaban en la defensa del multilateralismo.
Trump,
abrumado por su derrota, se sacó de la manga el fallecimiento de su colega
George Bush para eludir a la prensa y no dar la cara a las evidentes preguntas
incómodas que surgirían de periodistas a quienes no puede controlar ni amenazar
como los que trabajan en la Casa Blanca. Habría sido más creíble argüir que el
terremoto de Alaska lo obligaba a regresar de manera imprevista a su país.
La
desesperación tras su fracaso en la Cumbre del G-20 donde ni siquiera pudo
impedir que un gobierno lacayo como el argentino cabildeara a favor de un
documento de consenso al margen de sus disposiciones imperiales y que el
presidente Xi Jinping hiciera sendas visitas de Estado a Argentina y Panamá, se
manifestó expresamente en el discurso del secretario de Estado Mike Pompeo,
quien en la reunión de cancilleres de los países miembros de la OTAN celebrada
en Bruselas la emprendiera con verdadera furia contra las instancias
multilaterales, incluso aquellas subordinadas y dependientes del gobierno de
Estados Unidos como la Organización de Estados Americanos, el Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, agregando
además en su diatriba unilateralista a la Unión Africana y la Unión Europea.
Basado en el argumento de que tras el fin de la guerra fría el sistema
internacional que se construyó no sirvió a los objetivos del mundo unipolar que
Estados Unidos pretendió instalar y que el “multilateralismo empezó a ser visto
como un fin en sí mismo”, Pompeo atacó a toda la institucionalidad
internacional, acusándolos de burócratas, exponiendo que si estas
organizaciones no se apegan a los valores del “mundo libre” […]”deben ser
reformadas o eliminadas”.
En
este contexto, la cumbre del G-20 fue aprovechada por China y Rusia para
avanzar en el fortalecimiento del sistema multilateral: a la realización de una
reunión de mandatarios del Grupo BRICS, se le sumó el encuentro entre los
líderes de China, India y Rusia, para adelantar en la creación de una troika
que refuerce la coordinación en importantes mecanismos multilaterales,
incluidos el G-20, el BRICS, y la Organización de Cooperación de Shanghái
(OCS). Además, prometieron integrar la Unión Económica Euroasiática y la
iniciativa de la Franja y la Ruta en Asia-Pacífico. De la misma manera, los
presidentes de Rusia y Turquía revisaron la situación de Siria, en particular
la de Idlib y propusieron una nueva Cumbre para discutir acerca de este tema.
Con el mismo impulso, por acuerdo de Putin y Merkel, el ministro de Asuntos
Exteriores de Alemania, Heiko Maas se reunió con su homólogo ruso Seguéi
Lavrov, y el ucraniano, Pável Klimkin, con el objetivo de discutir la situación
en el mar de Azov, buscando mediante el dialogo, una vía de solución a este
conflicto, lo cual claramente puede interpretarse como una bofetada a Trump,
quien usara este argumento para cancelar la reunión ya acordada con el
presidente ruso en Buenos Aires.
Siguiendo
esta dinámica, Xi Jinping y el primer ministro japonés Shinzo Abe concertaron
avanzar en el tratado trilateral entre estos dos países y Corea del Sur y
fortalecer la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que forman los diez
países de la Asociación de Estados del Sudeste de Asia (ASEAN) junto a China
además de Australia, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda, firmes
aliados de Estados Unidos.
También,
en el encuentro entre los presidentes de China y Francia se acordó hacer
esfuerzos conjuntos para salvaguardar el multilateralismo (con la ONU como
núcleo), elevar las relaciones bilaterales a un nivel superior y coordinar
acciones conjuntas en algunos asuntos como el cambio climático, la reforma de
la OMC y el acuerdo con Irán del que se retiró Estados Unidos.
De la
misma manera, el presidente Xi y el primer ministro Modi de India establecieron
un mecanismo de reuniones periódicas para tratar las diferencias fronterizas,
el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la frontera común allanando el
camino para un mejoramiento de las relaciones y una ampliación del intercambio
mutuo.
La
esperada reunión entre los presidentes Trump y Xi, tuvo ambivalentes
resultados. Aunque en la mesa de diálogo y negociación se lograron importantes
acuerdos que parecían generar una mejoría de la relación bilateral y una pausa
en la guerra comercial lo cual se reflejó de inmediato en las bolsas mundiales
que tuvieron un positivo desempeño los días lunes y martes, la vuelta a la
oratoria de amenazas y presiones, significaron una regresión, que también se
manifestó en las bolsas, las cuales tuvieron importantes caídas durante
miércoles y jueves.
Trump
vociferó intimidante que si en 90 días, China no aumentaba sus importaciones de
Estados Unidos, se iban a incrementar los aranceles, recordando que él era “el
hombre de los aranceles”. De la misma forma, Pompeo, aseguró que si en 60 días,
Rusia no cumplía el Tratado INF, Estados Unidos se retiraría del mismo, todo
esto sin aportar pruebas del supuesto incumplimiento de Rusia de alguna
clausula de dicho acuerdo. En esta lógica de negociación/presión/amenaza, Estados
Unidos ordenó a Canadá la detención de Meng Wanzhou la gerente de finanzas del
gigante chino de las telecomunicaciones Huawei, acusada de suministrar
productos de origen estadounidense a Irán, en lo que el economista peruano
Oscar Ugarteche calificó como una represalia de Estados Unidos, argumentando la
defensa de su seguridad nacional ante el hecho de que Huawei se adelantó al
conseguir primero “la tecnología 5G y producir los artefactos que la usa” confirmando “el papel líder de Huawei y
China en el mundo”. Lo cual es interpretado por el gobierno estadounidense como
un peligro para su seguridad nacional.
Según Ugarteche “Con 5G en manos de una empresa china, ellos podrán
vender la información para espiar a los americanos (sic) y no a la inversa,
como viene siendo el caso”.
En
Buenos Aires, aparte de la firma del nuevo tratado que subordina comercialmente
mucho más a México y Canadá, a Estados Unidos, éste no tiene muchos éxitos que
mostrar. Un alto funcionario del gobierno argentino, aseveró en una reunión
privada que Estados Unidos ni siquiera pudo impedir el gran acuerdo de China
con Argentina. Por muy leal y despreciable que sea Macri, sabe que sin una
relación con China en buenos términos y aportando apoyo financiero, no sería
capaz de concluir su mandato. Por eso, el canciller Faurie se apresuró a decir
que en la reunión entre Macri y Trump no se habló de la “conducta depredadora
de China” como aseguró el comunicado de la Casa Blanca. China ganó en Buenos
Aires porque hubo comunicado final (a diferencia de APEC) y porque su apuesta a
lo multilateral fue exitosa, neutralizando el ímpetu unilateral estadounidense.
A
todas luces -como afirmó Mogherini- se trata de seguir imponiendo la ley de la
selva, tras lo cual sobrevivirán solo los más fuertes. Aunque interesadamente
la funcionaria de la Unión Europea evite hablar del origen de esta tendencia,
cada vez es más evidente encontrarlo en las mentes criminales de los que
dirigen los países de la OTAN, por suerte, siempre habrá personas, pueblos y gobiernos
de buena voluntad que resistirán la barbarie imperial y harán emerger un mundo
mejor para todos.
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