sábado, 1 de diciembre de 2018

La importancia para Centroamérica de un presidente mexicano como AMLO

Hay en Centroamérica un cuadro político tendencialmente inclinado hacia la derecha, que la llegada de Andrés Manuel López Obrador en México podría eventualmente atemperar o, cuando menos, ayudar a introducir un balance menos desfavorable para las fuerzas progresistas.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México
México y Centroamérica tienen lazos estrechos que van más allá de la existencia de las naciones modernas. Desde los tiempos prehispánicos compartieron el espacio civilizatorio mesoamericano, el universo del mundo de la milpa y el maíz que otorgó una cosmovisión común que pervive como sustrato de la vida cotidiana hasta nuestros días.

Más tarde, Centroamérica formó parte del Virreinato de Nueva España de forma bastante autónoma a través de la Capitanía General de Guatemala, y ya independientes durante algunos años se unió al Imperio Mexicano de Iturbide.

México es, pues, una presencia cercana. Como “hermano mayor” se le conoce y se le trata, hermano mayor que muchas veces vuelve a ver demasiado hacia el Norte, pero que en otras hace esfuerzos por vincularse un poco más estrechamente con esos “carnales” que comparten con él más que herencia cultural y de sangre.

México ha sido, también, una presencia solidaria. A él fueron a dar muchos de los que en sus países eran perseguidos. No hubo dictadura en ningún país de la región que no tuviera su cuota de exiliados y refugiados allá. Algunos de los más destacados intelectuales y artistas centroamericanos se mexicanizaron y forman parte ahora de su herencia común.

Quiere decir todo esto que su impronta es importante, y en una época de reinstauración de regímenes de derecha dura en América Latina, eso no es desdeñable. Como parte del hálito derechoso que recorre el continente, han aparecido en Centroamérica fuerzas y gobiernos que parecen querer ponerse a tono con ellos. Esa corriente va de Costa Rica a Guatemala, y en cada país asume características propias acordes con su propia historia.

En Guatemala se abre camino la tendencia a darle cada vez más abierto protagonismo a los grupos más autoritarios, en buena medida afianzados en cuadros reaccionarios del Ejército, que se empeña en destruir los débiles baluartes del estado de derecho.

En Honduras, el estado de cosas abierto con el golpe de Estado al presidente constitucional Manuel  Zelaya polariza a la sociedad y agudiza las contradicciones, creando las condiciones que llevan a miles de hondureños a marcharse como migrantes forzados.

En Costa Rica, una alianza de derecha enrumba la solución de la crisis fiscal en la que se encuentra inmerso el Estado en dirección de los intereses del empresariado, y aprovecha la coyuntura para arremeter contra los derechos de los trabajadores, poniendo en peligro de esa forma el pacto social que le ha dado al país la estabilidad social y política de la que tanto se precia.

En Nicaragua, la confrontación política y social promovida por quienes quieren derrocar al sandinismo continúa, cada vez más apoyada por los Estados Unidos, quienes aplican las mismas políticas con las que intentan derrocar al chavismo en Venezuela.

Hay en Centroamérica, por lo tanto, un cuadro político tendencialmente inclinado hacia la derecha, que la llegada de Andrés Manuel López Obrador en México podría eventualmente atemperar o, cuando menos, ayudar a introducir un balance menos desfavorable para las fuerzas progresistas.

Por eso, para los centroamericanos es importante que López Obrador se afirme positivamente como presidente de México, que tenga éxito en sus emprendimientos, que se gane el favor de sus compatriotas, que de alguna forma logre ir resolviendo los gravísimos problemas de corrupción, violencia y desigualdad que padecen. Un efecto de demostración positivo sería de inconmensurable valor para quienes tienen años de bregar contra corriente, a quienes les cuesta ver la luz al final del túnel y necesitan un hálito de esperanza.

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