sábado, 21 de noviembre de 2020

Crisis y esperanza en nuestra América

Construir los caminos de liberación tiene -entre otras misiones- aprender del pasado y evitar los errores cometidos, reconocer los avances y cuestionar los pasos para diseñar el proyecto emancipador, esto, sin hacer eco de las posturas posmodernas infiltradas con el afán de desvirtuar la utopía y la posibilidad de edificar el socialismo.


Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América

Desde Mérida, Yucatán. México.


I

 

El acontecer latinoamericano a mes y medio de finalizar el 2020 se torna más complejo, los conflictos políticos, los resultados electorales, los efectos de la pandemia del Covid-19 y las extremas condiciones de vida de millones de seres humanos, hacen de esta región del mundo un verdadero epicentro de los futuros proyectos emancipadores, aunque también, como ya lo ha sido, en ella se proyectan renovadas formas de opresión neofascista. El gran ensayo prerrevolucionario observado desde finales de 2019 en Chile, ya ha dado un gran fruto, la elección popular por la Constituyente mostró el deseo de superar toda herencia dictatorial que subsiste en las leyes y la sociedad, el reto inmediato consiste en garantizar que la representación popular se mantenga y manifieste al momento de redactar la nueva Constitución, la voz proletaria-campesina-indígena tiene que pugnar por ser la que de forma a la sociedad venidera, garantizando que la lucha efectuada en las calles ha valido la pena. La continua movilización es necesaria para la profundización de la conciencia y como vigía de que el clamor del pueblo al fin se plasme en las leyes, pero sobre todo en la realidad. La Constituyente chilena no es el fin, es apenas el inicio de una etapa transformadora que se espera sea a favor del pueblo.

 

Los resultados celebrados en el mundo de la elección presidencial en Bolivia y la toma de posesión del nuevo mandatario Luis Alberto Arce Catacora, son otro motivo de ilusión en la región, el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) terminó de desenmascarar la verdad sobre el golpe de Estado, la participación del imperialismo estadounidense y de organizaciones satélite a sus intereses como son la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Grupo Lima, además de la vileza de la oligarquía-burguesía autóctona. La mayoritaria participación del pueblo boliviano reclama cambios sustanciales que no se limiten a restablecer lo destruido por la dictadura encabezada por Jeanine Áñez, sino que la nueva etapa del gobierno del MAS, reconozca los errores del pasado y profundice las transformaciones sociales, renueve la defensa de los derechos del proletariado y de los sectores populares, así como establezca un camino claro y efectivo para superar la contradicción imperante entre las estructuras del capitalismo y la construcción del socialismo. 

 

El retorno de Evo Morales a su nación es importante por el restablecimiento de la justicia despojada por el golpe neofascista, pero no puede convertirse en un doble poder o incluso en un contrapoder, la necesidad de unidad entre las fuerzas progresistas, de izquierda y revolucionarias han de encausarse para el fortalecimiento del proyecto emancipador real, o se terminará cayendo en las conocidas contradicciones y la desilusión, Bolivia tiene una oportunidad de reforzar la integración y unidad latinoamericana lacerada por los últimos meses de avance ultraconservador. 

 

El MAS puede superar los límites anteriores que lo condicionaron a la política de conciliación de clases y tolerancia al capital, ya se ha demostrado que no hay forma amable de favorecer las necesidades sociales, la confrontación con los intereses imperialistas y oligarcas-burgueses es inevitable si en realidad se quiere crear una sociedad socialista. En Bolivia al igual que en Chile la desmovilización proletaria-popular sería un grave error, pues la reacción de la derecha será brutal y constante, tan solo y como muestra, recuérdese el atentado denunciado por el MAS contra el presidente Arce pocos días antes de que tomara posesión. En todo caso, ambas victorias han sembrado la semilla renovadora de la esperanza para las naciones de nuestra América, ahora nos toca cultivarla. 

 

II

 

En Costa Rica se vive una crisis política, las huelgas, protestas sociales y la represión gubernamental son la hoja de ruta del presente, la administración presidencial del Partido Acción Ciudadana (PAC) encabezado por Carlos Alvarado Quesada, enfrenta el descontento popular acelerado por los efectos del Covid-19, las políticas económicas con perfil neoliberal, terminaron por cansar a los sectores afectados con el objetivo de un segundo préstamo del gobierno al Fondo Monetario Internacional (FMI) por 1,750 millones, los sectores de izquierda e incluso algunos de derecha han manifestado su rechazo poniendo al régimen en una situación de debilidad. 

 

La dirección neoliberal de la economía lleva tiempo incrementando el malestar social, en 2018 el gobierno impulsó una reforma fiscal que representó más impuestos y un alza en la carestía de los productos básicos, desde entonces las movilizaciones sociales están presentes, ante lo cual la respuesta represiva ha llegado al grado de pretender decretar las huelgas como ilegales. La ilusión difundida durante mucho tiempo que nombra a Costa Rica como la “Suiza de Centroamérica”, por una supuesta estabilidad económica, deja ver su falsedad como idea frente el desmoronamiento del Producto Interno Bruto (PIB), el crecimiento del desempleo y la baja en las exportaciones, la pobreza gana lugar mientras que el Covid-19 sigue repercutiendo en la salud de la población. Algo parecido a la situación en México cuya Cuarta Transformación que parece por momentos caminar mucho más hacia atrás que rumbo a un real cambio. 

 

La salida propuesta por el gobierno se centra en los intereses de los sectores burgueses-empresariales, a quienes ha llamado al diálogo, dejando a un lado las demandas proletarias-populares que entre otras cosas exige un proceso de justicia fiscal, además, es importante señalar que la represión esta presente con agentes militarizados vestidos de policías en una nación que se supone no tiene ejército, la privatización de las instituciones y el recorte al gasto público hacen que las protestas se agudicen y la perspectiva para el pueblo sea la superación de las estructuras neoliberales-capitalistas. Por el momento el presidente Alvarado detuvo la propuesta del FMI, algo ya visto en Ecuador en el 2019, pero para nada esta medida soluciona un conflicto de clases agudizado por décadas y silenciado por los medios de comunicación. El bienestar del pueblo costarricense está en la organización, la conciencia social y la resistencia.

 

En el caso de Venezuela los comicios próximos a celebrarse en diciembre darán el pulso para conocer el ánimo popular en torno al proyecto bolivariano que se ha mantenido en el poder gracias al apoyo de las estructuras de base cívico-militares principalmente, las agresiones constantes del imperialismo sobre la paria de Simón Bolívar, recrudecidas durante el mandato del saliente presidente estadounidense Donald Trump, fueron resistidas por la conciencia antiimperialista del pueblo y su deseo de permanecer soberano y autodeterminado, pero esto no significa que no se presenten en estos tiempos fisuras al interior de los sectores populares y de las organizaciones de izquierda-revolucionarias, pues la misma contradicción no superada en Bolivia referente a las estructuras capitalistas, es la que genera desgaste y condiciona la continuidad-profundidad del proyecto emancipador, ya está más que claro que la conciliación de clases y la intensión de no “incomodar” a los sectores burgueses con perspectiva nacionalista que se han opuesto a la injerencia yanqui, terminará siendo la trampa de la presa al no fortalecerse las demandas y la unidad proletaria-popular entorno al gobierno. Venezuela no puede únicamente mantenerse evocando las victorias de la resistencia contra el imperialismo, urge continuar y profundizar el proyecto del socialismo bolivariano para concretar definitivamente la liberación y el bienestar del pueblo.

 

III

 

Los convulsos días que se han vivido en Perú a raíz del golpe parlamentario impuesto por el Congreso derrocando al ex presidente Martín Vizcarra y asignando en primero momento a Manuel Merino de Lama, quien, ya ha renunciado por las protestas en repudio a su nombramiento y por la exigencia de justicia luego del asesinato de al menos dos personas debido a la represión gubernamental, son el marco del ahora nombramiento de Francisco Sagasti y el hecho de que la nación incaica es la segunda del mundo con mayor número de fallecidos por Covid-19 en la cuenta por habitantes, junto a una crisis económica que se refleja en la menor tasa de crecimiento en la región. Tras su reciente nombramiento, Sagasti ha dicho que su prioridad será el combate a la pandemia y la celebración de elecciones transparentes, pero es justo recordar fue precisamente el Congreso quien aprovecho el artilugio legaloide de “incapacidad moral permanente” para derrocar a Vizcarra e imponer gobernantes sin impórtales su falta de popularidad y reconocimiento de la sociedad. En Perú las elecciones presidenciales están programadas para el 11 de abril de 2021, es decir, faltan cinco meses y el Congreso decidió dar el golpe orquestado en favor de los sectores ultraconservadores. 

 

Vizcarra ha sido acusado de corrupción y se le ha imposibilitado salir de Perú durante los próximos 18 meses, no hay que perder de vista el hecho de que las protestas populares no han sido para defender al presidente derrocado, muy al contrario, el clamor popular está dirigido a que no se continúe con las políticas antihumanas referidas y no sea el pueblo objeto de imposiciones y violaciones a sus derechos, el rechazo inmediato a la designación de Manuel Merino fue por ese sentimiento de imposición, el pueblo peruano como los pueblos latinoamericanos está cansado de la injusticia reinante en su nación durante tantas décadas. El golpe que ha violado la Constitución peruana ha otorgado a los sectores ultraconservadores el poder, lo cual abre el camino a reformas neoliberales que son resistidas por las fuerzas populares, el golpe en sí, es la estrategia para ir construyendo el camino prelectoral de la instauración de un régimen proimperialista y abiertamente neoliberal, obsérvese el silencio de la OEA y del Grupo Lime ante los hechos de imposición y represión, sería un error pensar que la salida de Trump del poder en los Estados Unidos significa el fin de las agresiones injerencistas, muy al contrario, lo que viene es el reforzamiento de las políticas imperialistas más agudas. Las victorias en Chile y Bolivia son señales de la perdida de hegemonía conservadora-imperial frente a la cual no se quedará cruzado de brazos el imperio.

 

La crisis política que se vive en Perú es resultado también de la disputa al interior de las corrientes partidistas e intereses personales de los cabecillas de grupos, el golpe parlamentario solo es una jugada en el tablero del ajedrez en el seno burgués, mientras que las protestas populares reclaman el fin de ese juego y el establecimiento de justicia y un orden social que escuche las demandas históricamente ignoradas del pueblo, lo que informan los medios de comunicación convencionales responde a la mirada desde arriba, pero no se recoge y manifiesta el deseo popular. La fuerza peruana en las calles contra el golpe parlamentario resiste una imposición más, su lucha es la de todos los pueblos latinoamericanos y del mundo por alcanzar una sociedad justa y verdaderamente democrática. La demanda de una constituyente crece entre el clamor popular para establecer un orden social en favor del pueblo. 

 

IV

 

La derrota reciente en las elecciones municipales de la corriente dirigida por el presidente Jair Bolsonaro en Brasil, pudieran ser indicador del futuro mediato de su mandato, el desprestigio internacional de Bolsonaro por su actuación frente al Covid-19 y por sus reiteradas acciones y discursos neofascistas, parecen comenzar a cobrarle la factura, su poder e influencia se ha deteriorado gravemente al interior del país sudamericano y al exterior, más ahora que la derrota de Trump es clara, siendo el presidente de Brasil uno de los principales aliados de la política de injerencia y agresión imperialista sobre Venezuela y Cuba, su manifiesto anticomunismo, racismo y homofobia se coronaron con la tragedia que viven los brasileños ante la pandemia. Bolsonaro acusa fraude en las recientes elecciones que no le han favorecido y pone en evidencia el debilitamiento de su fuerza. 

 

En Haití persisten las protestas que enfrentan a un desacreditado presidente Jovenel Moise, la represión y la pobreza son los síntomas comunes en la nación caribeña, más de un año lleva el ciclo actual de manifestaciones que han ido desde el reclamo contra las políticas económicas, hasta el fin del colonialismo histórico que asola a la primera nación latinoamericana independizada. No es nuevo decir que Haití es el país con mayor pobreza y desigualdad el en Caribe y que la violencia sistémica oprime a la población, el abandono gubernamental del pueblo corona un silencio sistémico global sobre Haití, cuyas noticias poco se difunden y mucho se tergiversan. 

 

El pueblo haitiano denuncia inseguridad, crimen, corrupción e impunidad y fortalece su reclamo por la salida del poder de Jovenel Moise antes del 7 de febrero, quien se empecina en mantenerse como presidente y simula reformas constitucionales para apaciguar las demandas sociales, cuando en realidad tiene la intensión de promulgar una nueva Constitución que pudiera poner en riesgo la existencia del Senado y retornar al presidencialismo dictatorial que por décadas gobernó. La situación en Haití es sumamente preocupante, pues los intereses colonialistas del imperialismo han sumido a la nación durante más de dos siglos a una condición de dependencia e injusticia de la que el pueblo aún no logra salir, pues aunque se silencie por los medios de comunicación a favor del imperialismo, en Haití existe la resistencia anticolonialista-imperialista y revolucionaria que lucha por la emancipación del pueblo y el establecimiento de la democracia y la justicia. 

 

Una declaración de organizaciones populares y revolucionarias haitianas menciona que: “El régimen de Jovenel Moise en Haití es completamente ilegítimo y corrupto. Con el parlamento disuelto, Moise gobierna por decreto y ha estado consolidando viciosamente su poder con el apoyo de bandas armadas.  Las bandas han cometido muchos delitos, atacando barrios populares y matando a los opositores al régimen con impunidad. Con la profundización de la crisis política y económica, Moise ha estado pidiendo una nueva constitución para consolidar aún más su poder”.

 

El pueblo haitiano, organizado en la resistencia proletaria-popular requiere la solidaridad internacional de los sectores progresistas y de izquierda del mundo, en nuestra América las voces de justicia para Haití deben multiplicarse y extenderse, es tiempo ya de que el fin de tantos años de opresión llegue y se consolide una nueva realidad para la primera nación latinoamericana confirmada al calor del deseo de independencia y soberanía. La esperanza de Haití es la misma que tienen todos los pueblos del mundo. 

 

V

 

Pensar el devenir de nuestros pueblos es también reconocer la especificidad, la geografía latinoamericana muestra un sinfín de variantes en cada país o región; construir los caminos de liberación tiene -entre otras misiones- aprender del pasado y evitar los errores cometidos, reconocer los avances y cuestionar los pasos para diseñar el proyecto emancipador, esto, sin hacer eco de las posturas posmodernas infiltradas con el afán de desvirtuar la utopía y la posibilidad de edificar el socialismo. La crítica al capitalismo se tergiversó a tal grado que la naturaleza del sistema es estudiada desde puntos de vista ajenos a su lógica, la necesidad de reconocer lo particular de las realidades no significa la renuncia a la comprensión global de los procesos, lo económico-social y político-cultural está ligado y responde a causas generales producidas por la naturaleza del sistema, y aunque reflejen particularidades eso no elimina que el análisis deba ser integral, simplemente lo complejiza. 

 

La fragmentación que relativiza todo y niega lógicas generales, es un truco del pensamiento débil que divide para sustraer del imaginario social y político la idea de un proyecto libertador que aglutine la totalidad de aspectos, el tan cantado fin de las ideologías-utopías repercute al trazar el camino a seguir en los procesos de lucha, su efecto genera dudas cuando se habla del porvenir de la humanidad. El sistema siembra incertidumbre y relativiza las interpretaciones para frenar la emancipación plena, proyectar la liberación de nuestros pueblos requiere la reformulación del socialismo para dignificar a la humanidad.

 

Las protestas en nuestra América dan luz a una amplia gama de variables para analizar por lo particular de cada país, sujetos sociales, demandas, formas de resistencia, estructuras organizativas, tipos de movilización y autogestión al interior de las luchas, también, las respuestas represivas de los estados, sus discursos, la contraofensiva conservadora que pretende frenar el reclamo social, el neofascismo, la injerencia e intervencionismo del imperialismo que se muestra a veces velado y otras descarado. Las estructuras económicas del capitalismo latinoamericano preso en contradicciones de dependencia y por la presencia de formas modernas. Si bien los grados cambian y pueden incluso parecer contraponerse, la raíz que les da naturaleza se mantiene, la política del capitalismo comparte su lógica en todos los países donde se ha implando, es un sistema siempre depredador, las oligarquías latinoamericanas lo defienden, sea con golpes de estado, represiones brutales, cercos mediáticos, persecución, censura, cárcel, genocidio, bloqueos económicos, acciones ejecutadas con el consentimiento y apoyo de los organizamos internacionales dedicados a velar por el interés del imperialismo y de los proyectos neocoloniales. Los pueblos y sus luchas requieren retornar al camino de las grandes utopías y proyectos emancipatorios, el marxismo sigue vigente como teoría social para el estudio del capitalismo y como base de la edificación de una sociedad global más humana.  

 

En nuestra América la propuesta bolivariana recuperó esa proyección perdida, acompañando a nuevas propuestas de liberación como la lucha zapatista que desde finales del siglo XX inyectó aires de renovación a la esperanza. Ahora, entrando a la tercera década del siglo XXI, las condiciones coyunturales avalan seguir hablando de unidad e integración latinoamericana, el proyecto bolivariano-socialista es vigente, por su raíz autóctona de ideas independentistas y por su carácter anticapitalista cimentado en el pensamiento socialista-marxista sin dogmas ni esquemas forzados, la liberación de nuestros pueblos amerita proyectar nuevamente la emancipación latinoamericana.

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