sábado, 7 de noviembre de 2020

La fuerza de Trump y la decadencia estadounidense

 Con su prevista acusación de fraude electoral y judicialización de las elecciones, Trump expresa el disgusto ultraderechista por la democracia liberal y representativa.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América

Desde Puebla, México


Cuando escribo estas líneas, tal como estaba previsto por los analistas, todavía no es posible saber quién será el ganador en las elecciones en los Estados Unidos de América. Biden lleva 264 votos electorales y Trump 214. Gane Biden o Trump -el lector/a de este artículo lo sabrá cuando este texto esté frente a sus ojos-, el hecho cierto es que el actual presidente habrá mostrado que su fuerza no es un hecho casual. Pese a su catastrófica gestión y estilo, el Partido Demócrata habría ganado sin lograr la victoria amplia que se suponía debería haber obtenido. Trump ha hecho una terrible gestión de la pandemia que ha azotado a su país, la cual ha cobrado 250 mil vidas y 10 millones de infectados. Dijo sobre la peste las más grandes tonterías (recuerden que aseveró que un desinfectante podía eliminar el virus), ha atizado con su conducta el enfrentamiento racial en su país, y su gestión económica no ha sido mala, pero hay que recordar que no recibió a la economía en las condiciones en que lo hizo Barack Obama. Así las cosas, el resultado final fue cerrado y dependiendo de los que se obtuvieron en cinco o seis “estados péndulo”, es decir los que votan alternativamente por demócratas o republicanos.
 

 

El que Trump gane o pierda por un escaso margen en el voto electoral, evidencia la decadencia de los Estados Unidos de América. El presidente ultraderechista de rasgos neofascistas ganó en 2016 haciendo uso de un discurso chauvinista (Make America Great) y xenófobo (la migrantofobia).   También explotando el descontento de las clases trabajadoras ante las políticas neoliberales que habían desmantelado a la planta industrial y comercial estadounidense. Además, prometiendo la recuperación del liderazgo mundial estadounidense que indefectiblemente camina hacia su ocaso merced al crecimiento de la hegemonía china. Esta vez, logró remontar su desgaste político haciendo uso de la paranoia anticomunista propia de la guerra fría acusando a Biden y a los demócratas de “socialistas” y de querer llevar a EUA a ser “una nueva Venezuela”… Con ello logró captar el voto anticomunista de los cubanos y venezolanos ultraderechistas residentes en Florida y ganar los decisivos 29 votos electorales de ese estado. Pero con ello logró también rebajar la contienda electoral al nivel chocarrero del anticomunismo latinoamericano. 

 

Parte de la decadencia estadounidense se refleja en su anticuado sistema electoral que ha propiciado burlar la voluntad del voto popular (que ganaron los candidatos perdedores Al Gore, Hillary Clinton y ahora Joe Biden). Con su prevista acusación de fraude electoral y judicialización de las elecciones, Trump expresa el disgusto ultraderechista, no por la anticualla electoral aludida, sino por la democracia liberal y representativa. Al surgir la posibilidad de su candidatura en 2015, parecía un mal chiste. Hoy podría ganar un segundo período.   Como dijo el comediante Charlamagne Tha God: “después de cuatro años que comprobaron que Trump era aún peor de lo que pensábamos, ¿cómo es posible que esta contienda esté tan cerrada? ¿Qué chingados está pasando con este país”?

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