sábado, 18 de enero de 2025

El mundo es de los súper ricos

 Lo dicho en el título de este texto es una perogrullada: eso ya lo sabemos todos desde siempre. Pero a lo que quiere aludir es a que, como nunca antes, ahora los súper ricos -nunca tan ricos como ahora- están colocados en posiciones ventajosas en todo el mundo, y tienen herramientas poderosas para desviar, desvirtuar o adormecer las conciencias.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Tienen en sus manos algunos de los artilugios más avanzados de la revolución científico tecnológica y los utilizan con criterios dictados por el mercado, lo que significa que lo que centralmente les interesa no es el mejoramiento humano, sino la rentabilidad de sus inversiones. 
 
A estas alturas, pueden modificar genéticamente al ser humano, cambiar su conducta a través de implantes cerebrales, influir determinantemente en su percepción del entorno en el que viven a través de las redes sociales, borrar los límites entre realidad y ficción con la inteligencia artificial, y se preparan para fundar colonias en planetas cercanos del sistema solar cuando esta esquina privilegiada del universo que habitamos no pueda albergarnos más.
 
Hasta ahora no se han desmadrado porque hay límites legales y éticos de gobiernos e instituciones internacionales que aún tienen alguna fuerza vinculante y los contienen a duras penas. Pero vivimos una época de incertidumbre, de recomposición de las reglas y normas de convivencia, que bien podría llevarnos a que esos frenos sean eliminados.
 
Por eso, los súper ricos están interesados en tener influencia y presencia en instancias que les favorecerían promoviendo la cosmovisión que está detrás de sus proyectos y ambiciones. 
La cohorte de los súper ricos sabe bien cuáles son las fuerzas políticas que favorecen su visión de mundo, aquellas que se alinean con el conservadurismo ético y moral, y que abiertamente se colocan del lado de los privilegiados y los poderosos. Por eso hacen lo posible por organizar, apoyar y fortalecer a las tendencias de la derecha extrema, incluso de corte neofascista.
 
El mundo que nos proponen tiene rasgos orwelianos, y medra de la incertidumbre y el miedo que priva en las grandes mayorías. Ya hemos visto antes en la historia a pueblos cultos e inteligentes ser arrastrados por olas de fanatismo que encumbran a mediocres y sicópatas que los han llevado a la ruina. 
 
Frente a ellos, cuyos capitales inmensos los recubren de prepotencia y arrogancia, queda denunciarlos como lo que son, excrecencias del capitalismo que, en su conjunto, nos está llevando al despeñadero. 
 
Nada de lo que hagan es fiable, aún sus proclamas de querer resolver los ingentes problemas de la humanidad con tecnología de vanguardia, ni sus aparentes gestos de cordura que solo son medidas oportunistas para defender sus intereses. Así, por ejemplo, el dueño de Meta, Mark Zuckerberg, que en cuanto vio que se le ofrecían condiciones políticas favorables, eliminó de las colosales redes sociales que posee los verificadores de datos externos, lo que significa que ya no habrá un filtro profesional para confirmar si lo que vemos es verdadero o falso, un escenario donde las grandes empresas tecnológicas están cambiando las reglas del juego, justo cuando es más difícil que nunca diferenciar lo verdadero de lo falso. Pero ¿qué le importa a Zuckerberg la verdad si la mentira, el insulto y la difamación le son tan rentables?
 
Ahora que Donald Trump se apresta para jurar el cargo de presidente de los Estados Unidos, y llega con él su amigo del alma, Elon Musk -quien ya se pavonea por el mundo haciendo valer su poderío económico y político- todo esto aparece con nitidez. No hacía falta que apareciera por televisión el lamentable Joe Biden advirtiéndonos sobre el encumbramiento de esta “oligarquía tecnológica”.
 
Estamos avisados.      

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que triste realidad que nos espera.Mientras los ricos sempre