Si la tierra
tiembla para los pueblos del continente,
también tiembla y se agrieta para el imperio y sus cortes de malandrines, amenazándolos
con tragárselos.
Jaime Galarza / El Telégrafo (Ecuador)
Además de los sismos y
tsunamis que nos deparan la naturaleza y la irresponsabilidad de los humanos,
actualmente tiembla estrepitosamente el suelo de América Latina y el Caribe, a
causa de la ‘guerra de cuarta generación’, que muestra sus garras
ensangrentadas en Venezuela y que se proyecta sobre todo el continente, de
acuerdo a los planes del imperio. Cuba, Ecuador y Bolivia están en lista, pero
también Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Nicaragua, en suma, toda nuestra
América. La disyuntiva planteada a sus gobiernos es clarísima: someterse o
morir.
Si se someten, el menú
está a la vista: TLC que arruinan la economía de las naciones y el empleo de
las masas, como en el caso de México; saqueo de hidrocarburos y minerales,
asalto a su rica biodiversidad, apropiación de sus ríos, lagos y aguas
subterráneas, como el gigantesco Acuífero Guaraní, bajo la Amazonía; en
definitiva, la receta del neoliberalismo, con la privatización de las empresas
estatales, la tercerización de la mano de obra, el incremento galopante de la
deuda externa, el imperio de la banca chulquera. Todo bajo regímenes manejados
por el Fondo Monetario y las embajadas norteamericanas.
¿Y qué son las ‘guerras
de cuarta generación’? La subversión aplicada en masa, ya no la invasión de los
marines odiados por los pueblos ni la invasión de los ejércitos de la OTAN,
comandados por el Pentágono, como sucediera en Libia, Irak y Afganistán.
Subversión con la acción incendiaria de las derechas y los fascistas locales,
como ocurre en Venezuela, y el empleo de ejércitos mercenarios bien pagados,
como en Siria. Siempre con un ingrediente de gran poder: la guerra mediática,
que incorpora a la enorme internacional de la desinformación, millares de
diarios y revistas de gran circulación, cadenas de radio y TV, redes sociales y
voceros de ‘prestigio’ mundial. Esta internacional de la desinformación ha
venido a sustituir a los decrépitos partidos políticos de cualquier parte, y
opera vociferando consignas de libertad y democracia, incitando al odio, al
derrocamiento de gobiernos, al magnicidio. Y, por cierto, regando ríos de
dinero, que es sangre de los pueblos.
Pero si la tierra tiembla para los pueblos del continente, también tiembla y se agrieta para el imperio y sus cortes de malandrines, amenazándolos con tragárselos. Y es que nuestros pueblos han recuperado la memoria y no olvidan lo que significó la ola de golpes de Estado y dictaduras en décadas recientes, donde Trujillo, Batista, Somoza, Pinochet, Videla, Stroessner, no son sino ejemplos emblemáticos de esa inmensa galería del terror, la tortura y el crimen que rigió sus destinos bajo el manto de la CIA.
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