La
transformación estructural de las sociedades capitalistas para abrir paso al
socialismo no es un acto solo de voluntad –que la requiere- sino también de
pensamiento estructurado, de conocimiento en profundidad de las ciencias
puestas al servicio de la liberación del hombre por el hombre.
Luis Bonilla
Molina / Resumen Latinoamericano
Diría
Francisco, no el Papa de Roma, sino mi recién fallecido padre ¡que terquedad
la tuya, intentar debatir lo que nadie parecer querer cambiar! Y es que es
el pragmatismo se viene imponiendo como razón política en las propias
izquierdas. Solo los más osados se atreven a plantear uno u otro tema teórico
que muestre algún nivel de atasco en su implementación en la praxis. Lo hacen a
sabiendas que desde múltiples lugares se le acusará de revisionistas,
renegados, intelectuales pequeño burgueses o, hasta de ser parte de la
nómina de algún servicio secreto internacional, hecho del cual los acusados no
se habían enterado hasta la fecha. A pesar de ello, tomo aire para buscar
aliento y me decido a hacer las veces de secretario de multitudes diversas y,
en consecuencia, procedo a tomar nota de los planteamientos y dudas que en tono
de murmullos se escuchan cada vez con mayor insistencia en distintos lugares de
lucha de nuestraamérica. La única intención de este escriba –aunque sospecho
que dirán que tengo ocultas e innobles intenciones- es la de intentar
contribuir a la construcción de una agenda compartida sobre los desafíos
epistémicos, conceptuales y de acción de los socialistas libertarios a finales
de la segunda década del siglo XXI.
Por
supuesto me refiero al socialismo científico sistematizado por Karl, el nacido
en Tréveris. Fíjense que digo que él “sistematizó” y en ningún momento que
creó, porque Marx fue un científico social y no un religioso, ni un infalible
gurú. Y allí dos problemas iniciales, sobre los cuales volveré más ampliamente
en otros artículos. El primero de ellos reside en el hecho que a través del
tiempo ha surgido una especie de ortodoxia marxista que se siente facultada
para establecer los cánones del marxismo, la legalidad y legitimidad del pensar
la transformación, que ha convertido el pensamiento crítico en estático alejado
del dinamismo dialéctico, para el cual categorías como imperialismo, obrero
fabril, partido revolucionario, trabajadores, ideología, alienación, entre
otras, no han sufrido cambios en el terreno concreto de la lucha de clases a
más de un siglo de haberlas definido inicialmente. Marx siempre estuvo atento a
la influencia de las realidades históricas concretas en la teoría, entendiendo
que la dialéctica no era una externalidad analítica, sino que tocaba al propio
pensamiento socialista. El segundo de ellos, es la creciente invisibilización
del hecho que Carlos Marx se reclamó socialista científico, algo que ahora
pasan por alto muchos apologistas neo metafísicos que atacan sin cesar
cualquier apelación a la mentalidad científica. La transformación estructural
de las sociedades capitalistas para abrir paso al socialismo no es un acto solo
de voluntad –que la requiere- sino también de pensamiento estructurado, de
conocimiento en profundidad de las ciencias puestas al servicio de la
liberación del hombre por el hombre. En consecuencia, el marxismo es el
pensamiento científico transdisciplinario que reflexiona, estudia y propone
ideas para el cambio estructural de las sociedades a partir del estudio de cada
coyuntura histórica, nunca en abstracto, ni desde el inmovilismo cognitivo.
Marx fue un
hombre de su tiempo histórico. Como pocos comprendió el impacto del desarrollo
científico y tecnológico en el modo de producción capitalista. Carlos Marx fue
un enamorado de las posibilidades que encerraban la primera y segunda
revolución industrial para romper las profundas y estructurales desigualdades
acumuladas por siglos. Por ello interpretó de manera acertada el impacto de la
relación del trabajo colectivo de los obreros industriales y fabriles alrededor
de las máquinas y las innovaciones, en los procesos de producción de mercancías.
Construyó una interpretación única y singular respecto a la conciencia de esa
clase social, constituida en el corazón del modo de producción, a la cuál
caracterizó como el motor de la nueva historia de la lucha de clases y de las
posibilidades de construcción de la vida colectiva del común, el socialismo.
Marx
construyó una teoría que hemos denominado marxismo, no como un nuevo relato
teológico, sino como un método para actualizar de manera permanente el presente
y el devenir de las luchas. Karl, el gigante revolucionario no podía prever –ni
era su tarea histórica- que precisamente el desarrollo tecnológico que
ocurriría 150 años después de la elaboración del Manifiesto Comunista (1848)
conocería una tercera y cuarta revolución industrial (1960-2019/ 2020- ) que
ahora no tan solo deja de agrupar a los trabajadores en fábricas para la
producción de mercancías, sino que comienza a expulsarlos de ellas, impactando
la idea de lo colectivo en la producción, reconfigurando también el papel de
otras clases sociales consideradas en algún momento subalternas al proyecto
socialista.
El problema
es que la reflexión sobre estas dinámicas es muy precaria aún en América Latina
y el Caribe y ahora, para colmo, se nos anuncian las consecuencias inmediatas
de la primera ola del desembarco (década de los ´20 del siglo XXI) de una cuarta
revolución industrial (fábricas 4.0, expulsión en masa de amplios sectores
de la clase obrera de las fábricas, crisis humanitaria laboral en los países
altamente industrializados, ALC como simple campo de extractivismo de materias
primas de viejo y nuevo cuño), así como de la llamada era de la singularidad
(fusión de tecnología con vida humana), en medio de una crisis ecológica
planetaria sin precedentes.
¿Cuál es el
impacto de estas nuevas realidades en el plano teórico general del socialismo,
en las organizaciones revolucionarias y en el propio programa de acción de las
luchas socialistas? Sobre esto seguiremos escribiendo, como simples secretarios
de múltiples voces que reclaman un espacio y una agenda emergente para mantener
viva y con posibilidades de disputa del poder la idea socialista por parte de
quienes vivimos del trabajo en el
siglo XXI.
1 comentario:
Muy valioso análisis.
Pablo Guadarrama
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