sábado, 24 de junio de 2023

La panameña geógrafa Ligia Herrera Jurado

 El legado intelectual de Ligia nos muestra, más allá de toda duda, que la investigación científica es una actividad racional con arreglo a fines que determinan tanto la selección de sus objetos de estudio como la organización del estudio de esos objetos. En el caso de Ligia, esos fines estuvieron siempre vinculados a su compromiso con la lucha contra el protectorado extranjero, y por el derecho de su gente a una prosperidad democrática y equitativa.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Morelia, Michoacán, México.


“Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas,  -y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes,  y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día.”

José Martí, 1895[1]


Ligia Herrera Jurado nació en David, Chiriquí, el 4 de mayo de 1918, en el seno de una familia modesta. Fue la menor de 6 hermanos, y la única que llegaría a tener estudios universitarios. Para entonces, la república de Panamá aún no tenía 15 años de fundada, y eran pocas las opciones de estudio y trabajo que podía ofrecer a jóvenes como ella en el interior del país. 

 

Ligia recibió su educación primaria en entidades públicas de su ciudad natal; ingresó a los 11 años en la Normal Rural, y un año después en la Escuela Normal de Institutoras, en Panamá. De allí pasó a trabajar como maestra en Puerto Armuelles, donde además contrajo matrimonio con un técnico de laboratorio costarricense que trabajaba en el hospital de la United Fruit Company de aquellos tiempos. 

 

Esta etapa de su vida no tuvo nada de excepcional. Con todo, fue a partir de allí que inició el despliegue de las facultades que animaría el resto de sus años.

 

Logró abandonar la vida del enclave bananero escribiendo a todas las embajadas de otros países en Panamá en busca de una beca que le permitiera a su esposo estudiar medicina, que encontró una respuesta positiva en el Brasil de Getulio Vargas. Allí se formó como bibliotecóloga, la única profesión que podía estudiar con sus medios propios. A su regreso a Panamá, y mientras se ganaba la vida como profesora de educación para el hogar, ingresó en la Universidad de Panamá a mediados de los años cincuenta, donde obtuvo una Licenciatura en Geografía e Historia en 1962.

 

A eso siguió conseguir una beca muy modesta de la OEA, que le permitió viajar a Chile – tras divorciarse del médico, y con su hijo menor - para continuar sus estudios de doctorado, que culminó con distinción en 1965, a los 47 años de edad. Y Chile, además de ofrecerle su educación de postgrado, le brindó la oportunidad de entrar en contacto con una sociedad culta, que apreciaba a sus intelectuales, y en la cual se respetaban los derechos democráticos de los ciudadanos a optar, por ejemplo, por un compromiso con ideas de izquierda de múltiles matices, que en el Panamá de entonces solían llevar al ostracismo.

 

Esto fue importante para Ligia porque le permitió crecer en su compromiso patriótico con la lucha contra el protectorado militar impuesto a Panamá por los Estados Unidos desde 1903, y contra el régimen político amparado por aquella protección. Por esto, no es de extrañar que en 1968 – cuando ya adelantaba la que sería una distinguida carrera en diversos organismos internacionales y entidades científicas como especialista en geografía regional aplicada a la planificación del desarrollo – fuera invitada a visitar Cuba tras ganar un concurso de textos en homenaje a Ernesto Che Guevara tras su caída en Bolivia.

 

Esa visita tuvo en ella un profundo impacto. Le permitió reunirse con su hijo mayor y su familia, que había emigrado a Cuba en 1960 y trabajaba allí como profesor universitario. Además, le facilitó un primer contacto cercano con el legado de José Martí, y la oportunidad de trabajar como docente con estudiantes de geografía en la Sierra Maestra, donde conoció de primera mano los resultados de una política de desarrollo rural que ya había tenido importantes logros en campos como la educación y la salud.

 

Tras un breve periodo de trabajo en su país con el Dr. José Renán Esquivel, entonces ministro de Salud en el gobierno de Omar Torrijos, regresó a Chile, donde acogió con alegría y entusiasmo al triunfo electoral de Salvador Allende como presidente de aquel país. Tras colaborar en lo que estuvo a su alcance con su gestión de gobierno, sobre todo en áreas rurales y zonas marginales urbanas, tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno de la Unidad Popular chilena el 11 de septiembre de 1973 desarrolló actividades de solidaridad que incluyeron, por ejemplo, ayudar a perseguidos políticos a obtener asilo en la embajada de Panamá en Santiago.

 

Nada de eso interrumpió su actividad profesional. Para fines de la década de 1970, pasó a trabajar en México con la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina, donde desarrolló un importante estudio sobre el crecimiento urbano de nuestra región. Esa trayectoria le permitió producir múltiples aportes en el campo de la geografía latinoamericana, desde su estudio sobre La geografía de Chile Central hasta el Atlas de los Asentamientos Humanos de América Latina; El Crecimento Urbano en América Latina, y Las relaciones entre la estructura agraria y la distribución de la población en México. Para la década de 1980, en breve, ya había dejado una importante huella en su campo de trabajo en nuestra región.

 

Para ese entonces pasó a trabajar nuevamente en su país donde, si previamente había producido el primer Atlas de salud de Panamá, 1975, pasó a colaborar con el Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá, invitada por su primera directora, la Dra. Carmen Miró. Allí coordinó en 1991 el estudio Desastres naturales y zonas de riesgo en Panamá: Condicionantes y opciones de prevención y mitigación, un trabajo pionero en su campo, y desde allí concibió y llevó a cabo la que quizás fue su obra más importante: Regiones de desarrollo socioeconómico de Panamá.

 

Ese estudio, realizado a partir de fuentes oficiales abiertas como los Censos Nacionales de Población y Vivienda, permitió evaluar la relación entre el nivel de desarrollo humano – alto, medio alto, medio, medio bajo y bajo – y el grado de desarrollo económico en todas las regiones del país. Las sucesivas ediciones correspondientes a los periodos intercensales de 1970 a 1980, 1980 a 1990, y 1990 al 2000 mostraron con claridad la inequidad en el acceso a los frutos del desarrollo entre la región interoceánica, las del interior y en particular las comarcas indígenas y, además, el agravamiento constante de esa inequidad a partir de la década de 1980. 

 

El instrumento creado por Ligia para ese estudio - que bien podría llamarse el Índice Herrera de Desarrollo Socioeconómico – sigue estando disponible como una herramienta sencilla de análisis y planificación para intelectuales vinculados a los sectores populares de Panamá. Aquí es bueno recordar que Ligia adquirió su primera computadora al llegar a los 70 años, y realizó toda su labor de investigación con lápiz, papel milimetrado y una calculadora sencilla. Hoy, cuando la juventud trabajadora tiene acceso a recursos informáticos, el uso de esa herramienta puede resultar aún más fecundo.

 

Ligia falleció en la ciudad de Panamá, el 20 de enero de 2023. Para entonces tenía 104 años, y estaba a 3 meses de llegar a los 105. Hasta los 101, había conservado intactos su carácter, su inteligencia, su lucidez y sus afectos. Desde entonces fue decayendo gradualmente, hasta extinguirse. Nunca hizo mal a nadie en su vida, y procuró hacer tanto bien como le fue posible a los pobres de la tierra, con quienes quiso echar su suerte, como lo hicera José Martí.

 

En el legado de su obra científica destacan tres textos de especial valor. El más importante es su libro Regiones de Desarrollo Socioeconómico de Panamá. Otra obra, menos conocida pero de singular importancia fue su ensayo “La región Centro-Occidental del Atlántico. Principales característica físicas”, publicado en el libro Medio Ambiente y Sociedad en el Atlántico Centro Occidental de Panamá, donde también contribuyó al capítulo “Región Centro-Occidental del Atlántico: un diagnóstico socio demográfico” elaborado en conjunto con Carmen A. Miró.[2]

 

Hoy como entonces –y quizás peor que entonces-, el Atlántico centro occidental es una región poco y mal conocida en nuestro país, que ha pasado a ser el escenario de un importante debate sobre el papel de la minería metálica a cielo abierto en la lucha por la sostenibilidad del desarrollo humano en Panamá. La información proporcionada por Ligia entonces sin duda contribuiría a enriquecer enriquecer ese debate, y a sustentar las graves amenazas que esa actividad – por rentable que pueda parecer – entraña para el futuro del país.[3]

 

Y no cabe olvidar dentro de ese legado su pequeño gran libro El País que Somos. Allí, en poco más de cien páginas sintetiza - para quien desee conocer a Panamá para comprenderlo mejor-, el estado del conocimiento sociogeográfico sobre nuestro país veinte años atrás, cuando lo publicó el Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá con ocasión del Centenario de nuestra separación de Colombia. 

 

El legado intelectual de Ligia nos muestra, más allá de toda duda, que la investigación científica es una actividad racional con arreglo a fines que determinan tanto la selección de sus objetos de estudio como la organización del estudio de esos objetos. En el caso de Ligia, esos fines estuvieron siempre vinculados a su compromiso con la lucha contra el protectorado extranjero, y por el derecho de su gente a una prosperidad democrática y equitativa. Para ella parece haber sido escrita la reflexión de José Martí con que cierro esta memoria:

 

Quien desee patria segura, que la conquiste. Quien no la conquiste, viva a látigo y destierro, oteado como las fieras, echado de un país a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante el desdén de los hombres libres, la muerte del alma. No hay más suelo firme que aquel en que se nació.[4]

 

Morelia, Michoacán, 21 de junio de 2023



[1] “Carta a María Mantilla”. Cabo Haitiano, 9 de abril, 1895. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XX, 218.

[2] Herrera, Ligia; Miró, Carmen y Castro, Guillermo (1985): Medio Ambiente y Sociedad en el Atlántico Centro Occidental de Panamá. BNP-PROESA, Panamá.

[3] El libro no tuvo una acogida significativa en el momento de su publicación. Un par de años después, el reportaje de un periódico local sobre maniobras conjuntas entre tropas norteamericanas y de las antiguas Fuerzas de Defensa de Panamá en aquella región del Atlántico incluía fotos del uso de la cartografía del libro por parte de oficiales del Comando Sur, que supieron apreciar su importancia.

[4] “¡A Cuba!”. Patria, 27 de enero de 1894. III, 51. Obras Completas (1975). Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.

 

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