sábado, 19 de agosto de 2023

México: El libro de texto, el libro detesto

 Cuando hay un llamado a destruir, o no distribuir el conocimiento, éste siempre provendrá del oscurantismo que confunde privilegios con derechos, el mismo al que no le interesa la educación universal, al contrario, le estorba, la detesta.

Juan Becerra Acosta / LA JORNADA

Quién quema libros, o llama a destruirlos en la víspera de culminar el primer cuarto del siglo XXI cuando aparentemente quedó atrás el oscurantismo con que las ideas pretendieron ser silenciadas por fanatismos religiosos y de distintas índoles. Quién en nombre de la sociedad y desde el cargo público llama a dejar de repartir libros de texto que plantean ejercicios para que los niños identifiquen si son oprimidos u oprimen, si no es el mismo que ejerce esa opresión y tiene miedo de ser, a través del conocimiento, identificado.
 
En el año 221 aC, el emperador chino Qin, convencido por sus asesores, quemó miles de libros para que el pasado quedara enterrado y con ello pudiera inventar su propia versión de la historia. Textos centenarios fueron destruidos y con ellos mil eruditos enterrados, no fuera a ser que se les ocurriera rescribir la ideología que contenían aquellos escritos, o esparcirla a través de la palabra.
 
Hace más de mil años la universidad de Nalanda –en India– tenía una de las bibliotecas más grandes y ricas del mundo. A ella acudían sabios y estudiantes de distintas regiones y culturas para a lo largo de sus nueve pisos aprender las ideas que cientos de miles de libros a su disposición ofrecían. Y así fue, hasta que Bakhtiyar Khilji y su ejército musulmán saquearon la universidad y en el intento por acabar con el budismo incendiaron la biblioteca que, por la cantidad de libros que contenía, ardió durante tres meses en una hoguera de ideologías.
 
Gracias a los libros sabemos que la Inquisición española de Tomás de Torquemada, además de perseguir brujas, malinterpretó las enseñanzas de Jesús dando a ellas un sentido opuesto al que los testamentos de sus discípulos contienen. La ideología del hombre que predicó el amor al prójimo, defendió a los desprotegidos y puso primero a los pobres fue tergiversada y a través de la mala explicación de sus palabras se cometieron atrocidades; igual que hoy en nombre de la ley y con la Constitución en la mano se cometen injusticias. Cualquier libro que no contuviera la ideología proveniente de Roma y el Vaticano, y fuera descubierto por la Inquisición, terminó en la hoguera y junto con él su propietario.
 
Aquella Inquisición cruzó el océano Atlántico para llegar a tierras mexicanas y continuar con el incendio de libros y conocimiento. Destruyeron códices prehispánicos y bibliotecas enteras con escritos que contenían la historia de los pueblos mesoamericanos y el riguroso estudio que, durante siglos, hicieron del cielo, sus estrellas y planetas. Ideologíaesa que con elementos científicos contravenía las imposiciones a lo absurdo de los dogmas europeos.
 
El 6 de abril de 1933 la Oficina de Prensa y Propaganda de la Asociación de Estudiantes Nazis anunció, a iniciativa de Joseph Goebbels –ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich–, una ¡acción contra el espíritu no alemán y la corrupción moral!, que culminó un mes después, el 10 de mayo de 1933, con la quemazón de más de 25 mil libros considerados no arios a manos de 50 mil civiles –muchos de ellos estudiantes– que al son de bandas de música nacionalista alemana atendieron el mensaje que ese mismo día Goebbels les dio: defender la decencia, la moralidad de la familia y el Estado y con el que mandó a la hoguera obras de Sigmund Freud, Ernest Hemingway, Albert Einstein, Bertolt Brecht o Stefan Zweig, entre muchos autores más, en un intento por dejar como cenizas la ideología que estorbaba a los ideales nazis.
 
Hoy desde la derecha mexicana se llama a destruir los libros de texto porque acusan que ideologizan y que contienen errores. Sí a ambos señalamientos. Los libros contienen errores que deben ser corregidos, asunto lamentable que no se justifica y requiere solución, una que no es destruir el material, hay opciones –varias–, como publicar cuadernillos con erratas, entre otras que cotidianamente se utilizan, por responder a errores comunes, en el mundo editorial y académico.
 
También es cierto que los libros de texto ideologizan. Contienen la ideología del derecho universal a la educación laica y gratuita, a que las familias sean reconocidas como tales y se anteponga con ello el interés supremo de la niñez a través del reconocimiento de aquellas que son, por ejemplo, lesbo u homoparentales. Incluye la ideología de género y también instruye educación sexual en un país con altos índices de embarazos en adolescentes. Es por esta ideologización que se encienden hogueras. Cuando hay un llamado a destruir, o no distribuir el conocimiento, éste siempre provendrá del oscurantismo que confunde privilegios con derechos, el mismo al que no le interesa la educación universal, al contrario, le estorba, la detesta.

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